Con las manos quemadas por el sol, oscurecidas por la tierra, sus pequeños dedos maltratados, la frente con sudor, el cabello sucio y la mirada perdida, ven lejano un futuro promisorio.
Y es que ya sea por ayudar a sus padres o por costear sus estudios, pero muchos otros obligados por sus propios padres, decenas de niños se pueden observar en cruceros, mercados y vías públicas, ejerciendo algún tipo de empleo.
En semáforos, parques o calles de San Juan del Río, los menores de edad solicitan algunas monedas para poder llevar algo a sus hogares, exponiéndose al calor y al riesgo de cruzar entre los vehículos que circulan en las calles.
Con ropa sucia, muchas veces rota, descalzos y descuidados físicamente, es como se pasean por las diferentes calles niños de 10 a 12 años de edad, realizando malabares, vendiendo dulces o artesanía, cuando deberían de estar en parques o con sus padres disfrutando de su día.
Los menores de edad pierden su niñez con esta labor cotidiana y se enfrentan a la cruda realidad de la vida, que es trabajar desde pequeños para poder sostenerse y salir adelante.
El Día del Niño no es muy conocido por ellos, ya que estas fechas no la pasan con su familia ni jugando, sino trabajando en busca de un sustento para su hogar.
Todas estas situaciones se manifiestan en zonas indígenas, donde la atención es prácticamente nula, sumando miles de niños y niñas en condiciones de miseria extrema, cuya situación parece invisible.
Así que mientras en algunas instituciones educativas celebran el Día del Niño con disfraces, globos, dulces y alegría, hay quienes celebran, si acaso, vivir un día más o encontrar algo para llevarse a la boca.