La historia del tío que encontró a David en las aguas de la presa Constitución

Hildeberto Manuel Hurtado recorrió incansablemente la orilla de la presa Constitución durante tres días hasta encontrar el cuerpo de su sobrino.

Martín García
Periodista
03 de Septiembre de 2024
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La historia del tío que encontró a David en las aguas de la presa Constitución.
La historia del tío que encontró a David en las aguas de la presa Constitución.

San Juan del Río, 3 septiembre 2024.- Hildeberto Manuel Hurtado nunca imaginó que las tranquilas caminatas matutinas que solía hacer por la orilla de la presa Constitución se convertirían en una búsqueda desesperada por encontrar a su sobrino, David, quien desapareció tras sumergirse en las frías aguas del río. 

Durante tres días, el quinto desde que desaparecieron, cada paso que daba estaba cargado de esperanza y temor, una mezcla de sentimientos que ningún tío debería experimentar.

David, de apenas 15 años, había salido junto con su primo a lo que se suponía sería un día normal de diversión. Ambos se preparaban para ser chambelanes en una fiesta, y la emoción los llevó a aventurarse en las aguas del río que alimenta la presa. 

Pero lo que debía ser un día de risas y baile se transformó en una pesadilla cuando las corrientes subterráneas, invisibles y traicioneras, los arrastraron hacia el fondo, donde quedaron atrapados en un último abrazo con la vida.

"Lo vi por última vez la mañana que salió de casa. Estaba lleno de vida, emocionado por la fiesta. Nunca pensé que ese sería nuestro adiós," recuerda Hildeberto, con la voz entrecortada. 

Cuando la noticia de la desaparición llegó a la familia, una sombra oscura se instaló sobre San Miguel Galindo, una comunidad pequeña y unida donde todos se conocen. 

Los primeros en responder fueron los equipos de emergencia, pero cuando la noche cayó, y con ella la búsqueda oficial, fueron los propios familiares y vecinos quienes tomaron la responsabilidad en sus manos.

En paz descansen.
En paz descansen.

Hildeberto no pudo quedarse quieto. El impulso de encontrar a su sobrino era más fuerte que cualquier otro sentimiento. Con una determinación que solo aquellos que aman profundamente pueden entender, comenzó a recorrer la orilla de la presa cada día, sin descanso. 

"No podía dormir, no podía comer. Todo lo que podía hacer era caminar y buscarlo. Quería traerlo de vuelta, no importaba cómo," relata.

En la mañana del tercer día, algo en el aire le dijo que ese paseo sería diferente. El sol apenas comenzaba a despuntar cuando, a lo lejos, vio un bulto que se movía entre las aguas. Su corazón se detuvo por un instante, y luego comenzó a latir con una fuerza que lo empujó hacia adelante. 

Se adentró en el agua, sintiendo cómo esta le subía lentamente hasta la cintura, pero nada lo detendría. Ahí, flotando a pocos metros de la orilla, estaba David.

"Cuando me acerqué y vi su sudadera gris, supe que era él. Estaba tan quieto, tan en paz. Lo que más me dolió fue verlo con las manos cruzadas, como si estuviera rezando," cuenta Hildeberto, con lágrimas en los ojos. 

En ese momento, el tiempo parecía detenerse. Toda la angustia, el miedo y la desesperación se transformaron en un dolor profundo, un dolor que solo los que han perdido a un ser querido pueden entender.

Los vecinos, al enterarse del hallazgo, corrieron a apoyar a Hildeberto, quien, a pesar del inmenso dolor, sintió un alivio momentáneo al haber encontrado a su sobrino. Pero la tristeza no se desvaneció; la familia de David estaba destrozada, y la comunidad, sumida en el luto, se unió para acompañarlos en su dolor.

"David era un buen muchacho, lleno de sueños. Quería ser alguien en la vida, pero la vida se lo llevó demasiado pronto," dice Hildeberto, mientras observa el lugar donde encontró a su sobrino, ese rincón de la presa que ahora guarda el recuerdo de un joven que se fue demasiado pronto.

En San Miguel Galindo, la historia de David y su tío ha tocado los corazones de todos. No es solo la historia de una tragedia, sino también la de un amor incondicional, un amor que llevó a Hildeberto a caminar cada día con la esperanza de traer de vuelta a su sobrino. 

Hoy, esa orilla de la presa no es solo un lugar; es un testigo silencioso de la fuerza del vínculo familiar, un lugar donde Hildeberto seguirá caminando, recordando a David y honrando su memoria.

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