Es claro que ante el tamaño de la operación militar que se aplica en Myanmar contra los rohingya, se trata de una decisión tomada al más alto nivel, dijo Zeid Ra'ad Al Hussein, Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
Al Hussein ya ha demando que se haga una investigación sobre los "brutales ataques" contra esa etnia de mayoría musulmana que viven en un país donde el grueso de la población es budista.
Es un crimen difícil de construir, pues es obvio que si usted está planeado cometer genocidio no lo pone por escrito, dijo en entrevista al programa Panorama de la BBC que lo transmitirá la noche de este lunes.
No me sorprendería que en el futuro alguna corte de justicia lo hiciera con base en lo que se ha visto, precisa.
Miles de miembros de este grupo que no son reconocidos como oriundos de Myanmar han muerto desde el pasado agosto en que comenzó el operativo militar.
"Además, alrededor de 650 mil miembros del grupo Rohingya, dos tercios de su población total, han huído de Myanmar ante los ataques militares".
Hay evidencia de masacres, asesinatos y violaciones masivas, y el propio Alto Comisionados para los Derechos Humanos pidio en febrero pasado, antes de la operación que inicio en agosto, a Suu Kyi que protegiera a ese grupo.
La exhorté a terminar las operaciones militares, pero muy a mi pesar no ha sucedido, señala el funcionario de Naciones Unidas en el programa de acuerdo a un adelanto del mismo publicado por la BBC.
Al Hussein reconoce que el poder sobre el ejército de la Consejera de Estado -cargo que ostenta Suu Kyi- es limitado, pero cree posible que ella puede hacer más para detener la campaña militar en curso.
De acuerdo a la versión militar las acciones contra los rohingya responden al atentado contra un puesto del ejército que mató a 12 soldados.
Sin embargo, los realizadores de BBC Panorama han reunido evidencia de que los preparativos de esa operacón millitar iniciaron antes del atentado de agosto.
Según Médicos Sin Fronteras más de seis mil 700 musulmanes Rohingya, incluidos al menos 730 niños menores de cinco años, murieron en el primer mes de una campaña que comenzó en agosto en el norteño estado de Rakhine en Myanmar.