Separadas por el conflicto, una madre rusa y su hija se reencuentran gracias a un ucraniano

06 de Diciembre de 2024
Guardar
Separadas por el conflicto, una madre rusa y su hija se reencuentran gracias a un ucraniano. AFP.
Separadas por el conflicto, una madre rusa y su hija se reencuentran gracias a un ucraniano. AFP.

Rusia, 6 Dic 2024.- Anastasia Gridina se vio súbitamente separada de su hija Darina, de 3 años, por la nueva línea de frente que se estableció en agosto cuando el ejército ucraniano penetró por sorpresa en la región rusa de Kursk.

Fueron cuatro meses de angustia, llantos e impotencia para la joven madre, de 21 años, que se hallaba en Moscú, con su hija atrapada en los territorios ocupados por las tropas de Kiev.

La semana pasada, finalmente, Darina y unos 50 civiles de la región de Kursk regresaron a una zona bajo control ruso tras unas difíciles negociaciones entre ambos países.

Si madre e hija pudieron reencontrarse fue en parte gracias a los esfuerzos de un ucraniano de la zona ocupada, afirma Anastasia.

"Le estoy tan agradecida", cuenta la joven durante una entrevista cerca de Moscú. Afirma que se trata de un "corresponsal de guerra" llamado Alexéi pero, según la información obtenida por AFP, el hombre es un militar ucraniano desplegado en la zona.

Todo comenzó el 6 de agosto, cuando los soldados ucranianos entraron en Rusia y se apoderaron de cientos de kilómetros cuadrados.

Anastasia se encontraba en Moscú, donde había ido a buscar trabajo dejando temporalmente a su hija con la bisabuela en Kursk.

La incursión ucraniana sorprendió al Kremlin y a los habitantes. Familias como la de Anastasia quedaron separadas.

Durante aproximadamente cuatro meses Darina y su bisabuela, Tatiana, vivieron en una zona bajo control ucraniano. Primero en su casa, y luego en un complejo escolar medio destruido en la ciudad de Sudja.

El contacto con el resto de Rusia era imposible ya que la red telefónica estaba cortada.

Alexéi, que se encontraba en Kursk, se convirtió en el único vínculo entre Anastasia y su hija.

De él, la joven rusa no conoce ni siquiera su apellido, pero un corresponsal de AFP lo identificó y confirmó con él esta historia.

El militar ucraniano logró ponerse en contacto con la joven madre, que recibía de él videos de su hija. Luego él mostraba a la pequeña los videos enviados por Anastasia.

En esas imágenes Anastasia "lloraba todo el tiempo", desesperada por no poder hablar con su hija, cuenta Tatiana.

- Un plan arriesgado -

Después de semanas de intercambios, Alexéi le pidió a la madre que enviara otro video, esta vez de carácter más formal: quería su consentimiento grabado para llevar a Darina a Ucrania. Desde allí ella viajaría a Bielorrusia y luego a Rusia.

El plan era arriesgado pero Anastasia aceptó.

"Si él no las hubiera ayudado, no se habrían ido", afirma la madre.

Tatiana, la bisabuela de 78 años, explica que Alexéi intentó convencer a otros habitantes de los pueblos ocupados para que lo siguieran. Pero "la gente tiene miedo", detalla.

Los que aceptaron fueron escoltados por tropas ucranianas hasta la región fronteriza de Sumi, antes de continuar viaje con la ayuda de la Cruz Roja.

Ahora la familia de Darina está reunida, pero la experiencia traumatizó a la pequeña. Le cuesta dormirse, temerosa de que, al despertar, "no haya nadie" a su alrededor, relata su madre.

Durante cuatro meses la pequeña vivió en medio de los combates. Tatiana afirma que algo ardía "todos los días" en Sudja, la principal ciudad tomada por Ucrania, y que las explosiones eran frecuentes.

Su testimonio ofrece una rara visión de la vida en los territorios ocupados por Kiev, muy difíciles de acceder incluso para los periodistas.

Tatiana cuenta que un día se aventuró hasta el mercado local, abandonado, para encontrar ropa para Darina. Las calles estaban "cubiertas de vidrio. Todo estaba destruido", subraya.

Sus condiciones de vida eran rudimentarias en la escuela que les servía de refugio desde que las tropas ucranianas comenzaron a cavar trincheras alrededor de su casa, según la bisabuela.

Las fuerzas ucranianas distribuían pan y conservas suficientes para no "morir de hambre", según ella. No había electricidad ni gas, y hacía frío.

Tatiana también recuerda hablar con los soldados ucranianos. Tenían interpretaciones diferentes de "quién atacó a quién" en este conflicto, reconoce.

Pero estaban de acuerdo en que los combates, que ya llevan casi tres años, deben cesar.