Río de Janeiro, 23 May (Notimex).- El presidente de Brasil, Michel Temer, pidió hoy una “tregua” de dos o tres días a los camioneros que llevan 72 horas con paros y protestas que amenazan con detener la actividad en fábricas, aeropuertos y el transporte en ciudades como Río de Janeiro o Sao Paulo.
“Pedí que se solicitase una especie de tregua para que en el plazo de dos o tres días máximo podamos encontrar una solución satisfactoria para los camioneros y para el pueblo brasileño”, señaló Temer, mientras algunos de sus ministros negociaban con los líderes de los camioneros.
Sin embargo, nada indica que la situación se vaya a resolver este miércoles, pues representantes de los transportistas dijeron al fin de la negociación que “el gobierno no presentó ninguna propuesta nueva”, por lo que no reanudarán actividades.
“Es irresponsable”, calificó el presidente de la Confederación Nacional de los Transportes Autónomos (CNTA), Diumar Bueno, al referirse al hecho de que el gobierno de Temer fue informado desde “hace un mes” que los transportistas realizarían un paro.
Si no hay acuerdo en las próximas horas, algunos sectores de la economía podrían verse gravemente afectados.
Cinco aeropuertos, entre ellos el de Congonhas en Sao Paulo, informaron que solo tienen combustible para esta jornada, mientras el mayor puerto de América del Sur (el de Santos) opera al ralentí y decenas de montadoras de autos tuvieron que dar el día a sus empleados por la falta de piezas.
En tanto, el gobierno brasileño trata por todos los medios de poner fin a una huelga iniciada el lunes por decenas de miles de camioneros, que amenaza con convertirse en una crisis de proporciones notables, pues cerca del 60 por ciento de bienes y mercancías en Brasil dependen del transporte por carretera.
La protesta se produce luego que en mayo hubo más de 11 aumentos del precio de la gasolina y del diésel por parte de Petrobras, lo que reduce la ganancia de los camioneros, que además de un salario fijo en Brasil suelen tener un pago extra en forma de comisiones por objetivos, que ahora está amenazado por el aumento del combustible.
El ministro de Hacienda de Brasil, Eduardo Guardia, se reunió la víspera con el presidente de Petrobras, Pedro Parente, quien rechazó volver a la política de precios controlados aplicada durante el gobierno de Dilma Rousseff, que usó la estatal para frenar el avance de la inflación a dos dígitos.
No obstante, Petrobras anunció este miércoles una baja del precio del diésel, la segunda consecutiva, en un intento por contener una crisis que podría tener grandes consecuencias políticas, en un país que celebra elecciones generales en menos de cinco meses.
Datos de la Agencia Nacional del Petróleo (ANP) de Brasil señalan que el diésel ya acumula un aumento del 8.0 por ciento desde inicios de 2018 en las estaciones de servicio, por una inflación que apenas roza el 1.0 por ciento en una economía estancada.
“Pedí que se solicitase una especie de tregua para que en el plazo de dos o tres días máximo podamos encontrar una solución satisfactoria para los camioneros y para el pueblo brasileño”, señaló Temer, mientras algunos de sus ministros negociaban con los líderes de los camioneros.
Sin embargo, nada indica que la situación se vaya a resolver este miércoles, pues representantes de los transportistas dijeron al fin de la negociación que “el gobierno no presentó ninguna propuesta nueva”, por lo que no reanudarán actividades.
“Es irresponsable”, calificó el presidente de la Confederación Nacional de los Transportes Autónomos (CNTA), Diumar Bueno, al referirse al hecho de que el gobierno de Temer fue informado desde “hace un mes” que los transportistas realizarían un paro.
Estacionados con sus tráilers a las puertas de refinerías o parados en vías rápidas de una veintena de estados de Brasil, los camioneros exigen que la petrolera estatal Petrobras revierta la política de precios de combustibles adoptada en julio de 2017, cuando la vinculó a la cotización diaria del crudo, así como una baja de impuestos.
Si no hay acuerdo en las próximas horas, algunos sectores de la economía podrían verse gravemente afectados.
Cinco aeropuertos, entre ellos el de Congonhas en Sao Paulo, informaron que solo tienen combustible para esta jornada, mientras el mayor puerto de América del Sur (el de Santos) opera al ralentí y decenas de montadoras de autos tuvieron que dar el día a sus empleados por la falta de piezas.
En tanto, el gobierno brasileño trata por todos los medios de poner fin a una huelga iniciada el lunes por decenas de miles de camioneros, que amenaza con convertirse en una crisis de proporciones notables, pues cerca del 60 por ciento de bienes y mercancías en Brasil dependen del transporte por carretera.
La protesta se produce luego que en mayo hubo más de 11 aumentos del precio de la gasolina y del diésel por parte de Petrobras, lo que reduce la ganancia de los camioneros, que además de un salario fijo en Brasil suelen tener un pago extra en forma de comisiones por objetivos, que ahora está amenazado por el aumento del combustible.
El ministro de Hacienda de Brasil, Eduardo Guardia, se reunió la víspera con el presidente de Petrobras, Pedro Parente, quien rechazó volver a la política de precios controlados aplicada durante el gobierno de Dilma Rousseff, que usó la estatal para frenar el avance de la inflación a dos dígitos.
No obstante, Petrobras anunció este miércoles una baja del precio del diésel, la segunda consecutiva, en un intento por contener una crisis que podría tener grandes consecuencias políticas, en un país que celebra elecciones generales en menos de cinco meses.
Datos de la Agencia Nacional del Petróleo (ANP) de Brasil señalan que el diésel ya acumula un aumento del 8.0 por ciento desde inicios de 2018 en las estaciones de servicio, por una inflación que apenas roza el 1.0 por ciento en una economía estancada.