Miles de indios se bañaron el jueves en el río Yamuna, de aguas fétidas y tóxicas pero sagradas, en las afueras de Nueva Delhi, pese a las advertencias de las autoridades.
"Estoy convencida de que las aguas del río son puras y están bendecidas por el mismo dios del sol", aseguró Krishnawati Devi antes de arrodillarse dentro del río.
"Mi fe en Dios no flaquea", añadió esta madre de familia de 45 años, que lucía su sari más brillante y sus joyas más relucientes. "Nada me puede pasar, Dios cuidará de todo", afirmó.
Con el ritual del Chhath Puja, cada noviembre los hindúes rinden homenaje al dios del sol, Surya, mediante unas celebraciones que culminan con un baño en el Yamuna.
Dedicado a la naturaleza, el culto del Chhath se convirtió con los años y el crecimiento desmedido de la megaurbe india en una muestra de la alarmante degradación de su entorno.
Durante todo el año, Nueva Delhi y sus 30 millones de habitantes viven en medio de una nube tóxica de humo industrial, agrícola y de vehículos, que alcanza su punto máximo con la llegada del invierno.
El Yamuna, un afluente del Ganges, se cubre de una espesa espuma blanca igualmente nociva, una especie de sopa química compuesta de fertilizantes y detergentes que se vierten sin restricción.
A pesar de que el municipio intenta diluir esta espuma con toneladas de agentes dispersantes, nada cambia y el río sigue recubierto de su costra blanca.
Este año la Justicia intentó, sin éxito, disuadir a los bañistas del Chhath.
"Por favor, deben entender que se van a enfermar", imploró un tribunal de la capital en una sentencia emitida el miércoles. "No podemos permitirles bañarse", insistió, en vano.
"Huele mal, es cierto", admitió Deepa Kumari, de 14 años. "Pero lo importante es celebrar en el río y con nuestros seres queridos", subrayó, elevando la voz por encima de los cánticos y el ruido de los tambores.