El mar Mediterráneo se ha convertido en una de las fronteras más mortales del mundo, al alcanzar la cifra de 18 mil 715 muertos o desaparecidos de 2014 a la fecha, cuando los migrantes procedentes de África, Asia y Oriente Medio deciden arriesgar sus vidas en travesías peligrosas, que seguir viviendo las atrocidades en sus lugares de origen.
Las frágiles embarcaciones de llanta de caucho, de madera o de fibra de vidrio salen cargadas de migrantes que buscan oportunidades de vida, pero muchos sueños terminan hundidos con los botes, atrapados en el mar por falla en el motor, por los golpes de las altas olas o porque las vence el sobrepeso.
El más grande naufragio en esas aguas fue en julio pasado, cuando una embarcación de neumáticos que salió de la ciudad de Khoms, a 120 kilómetros al este de Trípoli, con una cifra estimada de 300 pasajeros subsaharianos, se hundió en las costas de Libia provocando la muerte de 150 personas, según relatos de sobrevivientes.
Aun así siguen las restricciones de varios países europeos que obstaculizan el trabajo de los barcos de las organizaciones no gubernamentales (ONG), como es el italiano, que niegan la entrada a los barcos de rescate y prevén confiscar los botes, retirar las licencias y sancionarlos con multas hasta por un millón de euros, cuando por la ley del mar se debe rescatar a los náufragos.
Desde meses recientes, se han quedado a la deriva frente a las costas varios barcos, tal es el caso del Open Arms con 160 migrantes que desembarcó después de 19 días en la isla italiana de Lampedusa, mientras el Ocean Viking con 356 migrantes a bordo le llevó 14 días varado hasta que lo dejaron desembarcar en Malta.
El presidente de Médicos sin Frontera (NSF), David Noguera, indicó que a las organizaciones no gubernamentales no les queda otra opción que seguir en el mar, ante la inacción de los gobiernos europeos y su nociva política migratoria, que aumenta la posibilidad de muerte y de sufrimiento inhumano.
Sigue el alto número de víctimas en el Mediterráneo
En lo que va de enero a agosto de 2019, han muerto o desparecido 894 migrantes y refugiados en su intento por llegar a Europa cruzando las aguas del Mediterráneo al naufragar las frágiles embarcaciones, señaló a su vez el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).
Mientras que en el mismo periodo 45 mil 459 arriesgaron sus vidas para llegar por mar a Italia, Grecia, España, Chipre y Malta, además al agregar las 11 mil 229 personas que arribaron por tierra a Grecia y España suman un total de 56 mil 688 llegadas de migrantes y refugiados a Europa.
Aunque ha disminuido las cifras de esta travesía, de 2015 cuando llegaron un millón 032 mil 408 personas a Europa y murieron o desaparecieron tres mil 771 personas hasta el año 2018 en que reportaron 141 mil 472 llegadas y dos mil 277 muertos o desaparecidos, este movimiento sigue cobrando un alto número de vidas humanas.
El Consejo Europeo expone en cambio que las llegadas irregulares han disminuido en más del 90 por ciento desde la crisis migratoria de 2015, por la respuesta enérgica para controlar las fronteras exteriores y los flujos migratorios, reforzando su empeño por establecer una política europea de migración eficaz, humanitaria y segura.
La organización Human Rights Watch indicó que a pesar de haber disminuido el flujo migratorio irregular desde 2015 en el Mediterráneo, varios países de la Unión Europea han endurecido su política antiinmigrante y antirrefugiados, como son los casos de Italia, Hungría y Austria.
Los partidos políticos y líderes populistas extremistas de países de Europa han utilizado el problema de los refugiados para aumentar el miedo y ganar votos en las urnas, los que llevan a obstaculizar las tareas de rescate de las ONG y ocasionan que siga la estela de víctimas.
Se estima que de las personas que cruzaron el mediterráneo de forma ilegal a lo largo de las tres rutas mediterráneas desde el norte de África y Turquía este año, un 57 por ciento son hombres, 18 por ciento son mujeres y 25 son niñas y niños.
La Ruta del Mediterráneo central es la más utilizada para arribar a Europa por los migrantes procedentes de países del África subsahariana y de África del Norte como Túnez, Paquistán, Argelia, Sudán y Costa de Marfil, que pasan por Libia, país donde han proliferado las redes de tráfico y trata de personas.
La Ruta del Mediterráneo oriental es el cruce entre Turquía y Grecia de los migrantes y refugiados que escapan de los conflictos bélicos de Afganistán, Siria, Irak, Palestina y la misma Turquía.
En tanto que la Ruta del Mediterráneo occidental es la travesía por el mar Mediterráneo de los migrantes y personas que buscan refugio procedentes principalmente de Marruecos, seguido de Guinea, Mali, Argelia y Costa de Marfil.
Hace cuatro años un hecho conmovió al mundo, en septiembre de 2015 el pequeño Aylan Kurdi, de tres años de edad, yacía bocabajo en la playa turca de Bodrum cuando se ahogó junto con su hermano de cinco años y su madre en el intento tras huir de los bombardeos en Siria, pero aun así siguen los relatos de muertes recientes.
Omarr, un sobreviviente de naufragio, narró a los rescatista de ACNUR que después de viajar apretujados unos contra otros en un bote, este se empezó a hundir en mar abierto, el agua les llegaba hasta las rodillas y varios perdieron la batalla quedando bajo el agua, mientras los demás rezaban y pedían auxilio para ser rescatados.
La organización no gubernamental Alarm Phone señaló el pasado 27 de agosto que el Mediterráneo es un cementerio, luego de reportar que perdió la comunicación de un bote frente a las costas de Libia que llevaba una 100 personas a bordo y lo último que escuchó fueron llantos y gritos de angustia diciendo que había decenas de muertos.
La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) refirió que según estimaciones mínimas nada más entre 2014 y 2018 han muerto o desaparecido más de 19 mil personas por ahogamiento en el mar Mediterráneo, en el Río Bravo o Río Grande, en la Bahía de Bengala y otras rutas en ultramar al intentar migrar de forma irregular.
Los barcos de ayuda de migrantes y refugiados y las organizaciones no gubernamentales ahora también reman contra la corriente de los países europeos para que los dejen realizar sus tareas humanitarias