La Habana, enero (Especial de SEMlac). - Los de Enriqueta, Clara o Mary son nombres, historias y vidas de mujeres que alguna vez vivió la actriz, dramaturga y directora cubana de teatro Liliana Lam, quien luego las transforma y trae al escenario.
La joven asume la representación escénica como una herramienta para el cambio social en general, cuando encara temas enfocados en la justicia de género en particular. Su obra está marcada por estos asuntos y su inspiración, a la hora de escribir, proviene de la propia realidad.
"La sociedad cubana necesita más tolerancia y sentido del respeto", dice Lam a SEMlac y añade que en el camino de crear esa sensibilidad especial, el teatro se torna relevante, sobre todo cuando parte de historias reales.
"Eso genera en las personas confianza, mucha sensibilización. Se logra que no solo analicen, sino que también se impliquen a nivel sensitivo, hacerlas pensar, a reflexionar", comenta.
La dureza de los tiempos que corren tiene un espacio en sus producciones, porque considera que esa búsqueda de la sobrevivencia, el sufrimiento, no pueden ignorarse. "El teatro es como una tribuna, un espacio sagrado, una plataforma importante para decir y cuestionarnos", apunta.
Ese principio forma parte indisoluble de su obra, donde se mezclan elementos de su historia personal, experiencias y aprendizajes, con sus inquietudes y valores.
Intimidad, una pieza que aborda la deconstrucción de los roles femeninos y masculinos en la sociedad actual, es una de las obras donde ese precepto está más presente, menciona a SEMlac.
En tanto, Kilómetro Cero incursiona en la prostitución masculina, con personajes que, en un inicio, hablaban mucho como ella; algo que fue modificando a medida que maduraba el trabajo. Esa pieza acaba de recibir el Premio Villanueva 2023, que otorga el Consejo Nacional de las Artes Escénicas a las obras más destacadas de la escena teatral cubana.
Sin embargo, es Clara el personaje que da nombre a su obra más reciente y el que ella estima que más se le parece, porque tiene "esas salidas un poco impulsivas para decir algo, pero al mismo tiempo la diplomacia y la tranquilidad de pensar antes de hablar, que se aprende con la experiencia vivida".
Este personaje da continuidad a uno de los papeles protagónicos de Kilómetro Cero, el de una mujer trans llamada Clara, que llega ahora a esta puesta como youtuber para hablar abiertamente de la transexualidad y derribar estereotipos en este ámbito, pero también para develar otras violencias presentes en la vida de muchas mujeres.
El sentido de luchar por los demás, la empatía y el enfrentamiento a las injusticias son aspectos de su personalidad, que Lam comenta han quedado plasmados en sus obras, donde toca asuntos vinculados a la equidad, la justicia social y el respeto de todos los derechos para todas las personas.
"Me parece injusto que haya seres humanos que no le hacen daño a nadie y sufren por una incomprensión o por un patrón establecido desde hace 500 o 1.000 años. Entonces, en cada una de mis piezas siempre trato de provocar a los espectadores: ¿y tú qué haces? Trato de que al menos las 100 o 200 personas que vengan a cada función se vayan con ese pensamiento: ¿y yo qué hago?, o ¿qué no hago? y ¿qué puedo hacer?", afirma.
Esencia feminista en las tablas
Para Liliana Lam, de 35 años, el tránsito de actriz a directora es un viaje que se emprende día a día. "Actuar va más de exponerte que de exhibirte", acota, una lección aprendida con los años y que toma en cuenta a la hora de enfrentar una historia.
Uno de los personajes que cambió su vida fue Enriqueta Favez, la protagonista del monólogo Favez, inspirado en el libro Por andar vestida de hombre, del historiador cubano Julio César González Pagés. La puesta en escena de Lam recorre la vida de la suiza que fue la primera mujer en ejercer la medicina en Cuba, en una época decimonónica, donde esta era una profesión reservada solo para hombres.
"Este personaje me permitió comprender que el mensaje de los actores y actrices no debe quedar en el mero hecho artístico de interpretar correctamente, con calidad; hay que implicarse como ser humano para lograr una dimensión mayor", sostuvo.
Como directora, busca guiar a los artistas con los que trabaja hasta convertir su idea en una idea común, para que defiendan verdaderamente su personaje o su diseño de escenografía, porque crean en ello y no por su autoridad.
"Cuando dirijo, siempre parto de la actriz, porque sé lo que es estar en un escenario. Es muy difícil porque te estás exponiendo, eres tú durante esa hora, hora y media, dos horas, prestándole toda tu alma a ese otro ser humano que es el personaje. Agradezco muchísimo ser actriz, porque puedo comprender", reconoce.
Piensa que, aun cuando hay avances en la presencia femenina en la dirección teatral, todavía queda mucho por ganar, pues falta apoyo y persiste el sentimiento de que ellas tienen que demostrar algo o deben trabajar el triple.
"Cuando dirigí Kilómetro Cero, recuerdo que el primer mes había como una réplica, y cada vez que decía algo cuestionaban el por qué. Entonces, es simplemente convencer y que logren confiar en ti, creer en ti", relata.
Sin embargo, se sabe consciente de que, por ser mujer, se expone a la discriminación, a esa mirada inquisitiva que espera un mínimo resbalón para adjudicarlo a su condición de género, una cuestión que califica de totalmente errada.
Frente a ello, considera que la mejor manera de provocar el cambio es trabajar, no detenerse, levantarse y seguir adelante.
Para Lam, es extremadamente importante la presencia de la perspectiva feminista en las obras. Hubo muchos años en que estaban los personajes femeninos, pero nunca defendiendo a la mujer, o si lo hacían era muy someramente, argumenta.
"No imagino una obra que yo pueda escribir o dirigir donde no haya alguna mujer", subrayó. "Las mujeres estamos en todo y creo que es vital, cada vez que se pueda --sea con un texto corto, un párrafo o una actitud--, defender esa postura de la mujer que tiene poder sobre sí misma, que tiene la seguridad de plantarse y decir lo que piensa sin miedo de defenderlo", asegura.
Lo ve como una manera de transmitir que ya no somos las que éramos hace 20 años. Siempre tratará de luchar por eso, dijo y habló de Clara, su más reciente producción teatral. El personaje es una mujer trans que defiende a las mujeres trans y a todas las que puedan ser víctimas o estar subyugadas de alguna manera.
"Es la vía que tengo también para defender a mis hijas, que son dos niñas que el día de mañana serán mujeres, y a otras mujeres, incluso a las que no conozco, pero que pueden contar conmigo", comenta.
Liliana Lam se autodefine feminista, porque cree que ese es un escenario natural de lucha por sus derechos. Lamenta la confusión que equipara el feminismo con el machismo, cuando se trata del espacio que las mujeres construyeron para luchar por sus derechos, lastrados de antemano.
Reconoce, a la par, la necesidad de que más hombres se identifiquen con estas ideas y, sobre todo, el valor de unirse quienes, desde diferentes lugares, "hacen millones de cosas". Aboga por conocer lo que hacen las demás y por apoyarse.
Parte de que persisten deudas con las mujeres en el ámbito teatral, como transformar la visión que traduce como debilidad, riesgo o vulnerabilidad los ciclos naturales del sexo femenino, como la maternidad; o que valora por anticipado que un proyecto tendrá menos calidad o éxito porque "eres cuidadora y realizas labores domésticas".
"Se trata de crear un mundo de respeto y equidad, donde las personas sean valoradas por lo que son, donde tuviera más importancia lo interno que lo externo, donde no fuera vital tener belleza física para que te sigan; sino que las personas crean en ti o te sigan por el mensaje que transmites", reflexiona la actriz, que cuenta también entre sus obras con el monólogo Mary para Mary.
La pieza, inspirada en la escritora y filósofa inglesa Mary Wollstonecraft (1759-1797), pionera del feminismo moderno, aparece Mary conversando sobre los desafíos de ser mujer con su pequeña hija recién nacida.
En clave de aspiraciones, Liliana Lam se aferra al deseo de una sociedad donde todos los seres humanos se ayuden, sin importar la raza, el origen étnico o la clase social, en lugar de luchar por ganar poder u obtener algo; donde predominen el amor, la comprensión, la libertad y la paz; donde gane la sensibilidad humana.
"Ese es el mundo que quisiera para mis hijas. Por eso también hago el teatro que hago. Pienso que, de una forma u otra, aporto a cambiar mentes y actitudes hacia personas que tienen otra manera de enfrentar la vida; que contribuyo en algo a ese mundo tan ideal, porque no quiero decir quimérico. Ojalá que algún día, aunque sea de aquí a varios siglos, eso se pueda lograr", afirmó.