La Navidad versión COVID-19 trae algo de alegría a una Belén casi desierta

24 de Diciembre de 2020
Guardar
belen-covid-efe
belen-covid-efe
Belén (Cisjordania), 24 dic (EFE).- La ciudad de Belén, cuna del cristianismo, está teniendo hoy una Navidad distinta, marcada por una pandemia que le privó de las habituales multitudes pero celebrada igualmente por la comunidad local, que encontró en esta festividad un respiro del incesante sufrimiento sanitario y económico que enfrenta hace meses.

No es una Navidad más. Ni aquí ni en ningún lado. Como en gran parte del mundo, las familias cristianas de Tierra Santa se verán obligadas hoy a celebrar separadas, en sus hogares y en el marco de una de las peores crisis que les ha tocado vivir.

"Tristeza", fue la palabra que más se escuchó hoy entre las figuras religiosas y políticas que circularon por las calles de Belén, decoradas con tantas luces navideñas como puestos de control policiales, que buscan hacer cumplir las duras restricciones que rigen en todo el territorio cisjordano para frenar la pandemia.

Esas mismas calles recibieron hoy a múltiples grupos de "boy scouts" palestinos que, a los acordes de sus gaitas, tambores y cornetas, lograron, al menos por unas horas, sacar a los comerciantes y residentes de la pesadilla en la que se encuentran sumidos desde hace meses.

La ceremonia principal se concentró en la Plaza del Pesebre, ubicada frente a la Basílica de la Natividad y que estaba cercada por numerosas vallas para evitar lo que imaginaban sería una gran concentración de gente, algo que finalmente no ocurrió.

En contraste con los miles de peregrinos que año a año se congregan en la plaza y se amontonan en las tiendas de recuerdos, esta vez fueron solo unos pocos cientos de palestinos, sobre todo familias, que desafiaron al frío y la lluvia, se pusieron sus mascarillas y salieron de sus casas rumbo al centro de las celebraciones.

Algunos por el solo hecho de salir de casa, muchos para respirar un poco del ambiente festivo y otros para dar una alegría a los niños, que no tuvieron que guardar fila para hacerse selfis frente al enorme árbol navideño y encontraron campo abierto para corretear a los pies de la Natividad.

"La Navidad es la Navidad, y es muy importante para nosotros celebrarla aquí en Belén, con o sin turistas", explicó a Efe Amjad, dueño del local de iconografía religiosa más cercano a la Basílica, que reconoció no haber vendido un solo producto en toda la jornada mientras observaba cómo los puestos de café y de maíz desgranado de la plaza se llenaban de clientes en busca de algo caliente y barato.

"Los habitantes locales no tienen dinero para comer, imagínate si van a comprar objetos de Navidad", manifestó con el mismo gesto de resignación que esbozan todos los comerciantes de la ciudad desde marzo, cuando Israel, que también controla las fronteras de los territorios palestinos, prohibió la entrada al país de turistas para frenar la propagación del coronavirus.

En este clima se produjo la llegada del patriarca latino de Jerusalén, Pierbattista Pizzaballa, que, como todos los años, realizó su simbólico peregrinaje desde la Ciudad Santa hasta la Natividad.

Con una sonrisa, que se evidenciaba más en sus ojos que en su boca tapada por una mascarilla negra, Pizzaballa recorrió la calle de la Estrella, arteria principal del centro de esta ciudad cisjordana, bajo una intensa lluvia tras cruzar el puesto de control militar israelí, y fue recibido en la Basílica por los representantes de las distintas confesiones cristianas y por un pequeño grupo de animados fieles, a quienes deseó una feliz Navidad.

"Es increíble ver cómo esta gente, aunque no sea mucha, salió a la calle para intentar reemplazar el pesimismo con energía positiva", opinó en diálogo con Efe Anita, residente de Belén que se acercó a la plaza con su marido y sus hijos.

"Aunque sea solo por un rato, pero no podemos seguir viviendo en esta oscuridad y negatividad", agregó, en referencia al desempleo de casi un 40% que azota la ciudad.

"Una mezcla de sensaciones", dijo, antes de regresar con su familia, tomarse las últimas fotos frente al árbol, reunir a los hijos que corrían por ahí y volverse a su casa, al encierro y a la parca realidad que describe, y de la que todos buscan huir, aunque sea por un rato, aunque sea durante la Navidad.