Estos pulmones, espacios públicos ocupados por los más necesitados, son una importante fuente de ingresos para miles de pequeños agricultores.
Pero ante una urbanización fuera de control y grandes inversiones de empresas extranjeras, los llamados "huertos urbanos" corren el riesgo de desaparecer.
Harouna Coulibaly tiene 18 años y desde hace casi uno trabaja como campesino. Gestiona él solo un terreno de un par de hectáreas al lado de la calle Koulikoro, en el distrito Hippodrome, en el centro de Bamako.
Todos los días, incluido el domingo, desde las siete de la mañana hasta las cinco de la tarde, Harouna trabaja con la espalda inclinada sobre las lechugas. Son exuberantes, tomaron un color verde casi fluorescente y están listas para ser recogidas.
La dinámica de trabajo es siempre la misma. Dibujar los rectángulos de tierra, extender el fertilizante, plantar las semillas, regar continuamente a mano con el agua de un pozo.
Harouna trabaja descalzo para no romper el único par de zapatos que tiene. La radio del celular chino que logró comprarse tras muchos sacrificios le hace compañía.
"El propietario de la tierra -dice- me da 10.000 francos (unos 18 dólares) al mes. No es mucho pero no me puedo quejar, al menos puedo ayudar en casa. ¿Veis esos rectángulos de tierra? Creo que mi jefe en el mercado consigue vender la lechuga que crece ahí por más de cuatro mil 500 francos (unos ocho dólares)".
Las cuentas tal vez no sean el fuerte de Harouna, pero se entiende que recibe un salario cuando menos exiguo considerando la cantidad de trabajo que realiza.
En realidad, aquel a quien Harouna llama "propietario" no es más que un agricultor que, como otros miles en Bamako, decició cultivar un espacio público. Un fenómeno muy extendido en toda África.
Alguien de fuera podría pensar que estos huertos urbanos surgieron después de la construcción de carreteras y edificios. Pero se equivocaría, porque en la capital maliana ocurrió exactamente lo contrario.
Cuando no trabaja como maestro de escuela primaria en la ciudad Kayes, Sekou Diao, de 44 años, viene a Bamako para ayudar a sus hermanos en el cultivo de la lechuga y el perejil.
"Hace 30 años -cuenta-, el barrio que llamamos Hippodrome era todo verde. No existían todos estos restaurantes, supermercados, discotecas de moda y tiendas de celulares. Se construyeron en muy poco tiempo".
Y agrega: "Esta tierra en realidad no nos pertenece, es del Estado. Pero mi familia la ocupa y la cultiva desde el tiempo de mis abuelos. Tenemos todo lo que necesitamos para sobrevivir y lo que no necesitamos lo vendemos en el mercado”.
“Pero esto no durará para siempre, lo sabemos, están construyendo a una velocidad impresionante", indica.
Madou Coulibaly, de 51 años, su vecino de campo, es previsor. Tan pronto como vio que cada vez más espacios públicos ocupados por los agricultores eran comprados por inversionistas extranjeros ricos, especialmente chinos y turcos, compró un pequeño terreno afuera de la ciudad, con todos los documentos en orden.
"Trabajaré aquí hasta que me quiten este terreno, hasta que me echen”, asegura el hombre, sentado a la sombra de un árbol de mango.
Un día no muy lejano la agricultura urbana dejará de existir. Está seguro de ello Abdoulaye Deyoko, director de la Escuela Superior de Ingeniería, Arquitectura y Urbanización de Bamako: "En nuestra ciudad la planificación urbanística siempre tuvo una importancia menor”.
“Lo poco que se hizo se hizo siguiendo el modelo francés. Se proyectaron espacios verdes, pero no huertos, lo que significa que no se tuvo en cuenta la realidad social y económica de Mali", señala.
En este país de África occidental no existe ninguna política de agricultura urbana, aunque son miles las personas que trabajan en este sector.
Según el profesor, las malas condiciones de las calles que van desde el interior del país hacia Bamako y la falta de una cadena de frío eficiente, es decir, la imposibilidad de mantener productos congelados a una temperatura constante e inferior a -18 °C a lo largo de todo el proceso, desde la producción hasta la venta, hacen que los huertos urbanos jueguen un papel fundamental.
"Son los que alimentan a Bamako", sentencia Deyoko.