En los tres estados devastados por la violencia, el número de personas que se enfrentan al hambre aguda se redujo a la mitad desde junio/agosto, pasando de 5.2 millones a 2.6 millones de personas, según el más reciente informe de la FAO de evaluación de la situación alimentaria.
Resaltó que se trata de un gran progreso, que es posible gracias a una mejor situación general de seguridad y la ampliación de la ayuda humanitaria y el apoyo a más largo plazo para los medios de vida por parte del gobierno y sus socios.
El informe advierte, sin embargo, que sin una ayuda sostenida y oportuna, esos buenos resultados podrían malograrse rápidamente; más de 3.5 millones de personas pueden verse de nuevo enfrentadas a una grave inseguridad alimentaria -incluida la hambruna- para el próximo mes de agosto.
Para ayudar a las comunidades vulnerables (poblaciones desplazadas internamente (PDI), retornados y comunidades de acogida) a mantenerse durante la última temporada de lluvias (junio-septiembre, cuando las reservas de alimentos son bajas), la FAO suministró caupí, maíz, mijo, sorgo, semillas de hortalizas y fertilizantes para un millón de personas.
Ahora, mientras se acerca la temporada de la recolección y las comunidades viven la transición a la estación seca y a una nueva fase de siembra, la FAO está iniciando la distribución de semillas de hortalizas, material agrícola, fertilizantes y equipos de riego a unas 780 mil personas en los tres estados afectados por la violencia.
En Yobe, uno de estos tres estados, los campos que rodean las aldeas viven un gran bullicio vestidos de color amarillo, con los campesinos recolectando el último mijo y sorgo que amontonan en ordenados manojos. El olor de cultivos recién cortados flota en el aire.
Todos participan en la recolección: los niños cortan la parte superior del mijo, las mujeres lo trillan y los hombres lo atan en haces y lo llevan a casa.
Para muchos de ellos, se trata de la primera vez que tienen alimentos suficientes para comer.
“Esto será suficiente para alimentar a la familia, y con el dinero de mi negocio de tejer, planificaré la educación de mis hijos”, aseguró Aisha Ibrahim, de 37 años, quien se vio obligada a huir de su pueblo hace tres años y que desde entonces se encuentra desplazada.
“Las familias de mi aldea ayudan cada una a entre cinco y seis personas desplazadas, que dependen de nuestra ayuda. La buena cosecha nos alegra a todos. Alivia la presión y nos da fuerzas”, explicó Malam Mohammed, un campesino de la aldea de Ngalda que asiste a las PDI.
Al apoyar a las comunidades de acogida a sembrar durante la temporada de lluvias, la FAO brinda a la vez ayuda a las poblaciones desplazadas y sin tierra que pueden así trabajar en los campos y obtener ingresos.
“Las comunidades locales me han ayudado; pude trabajar en sus granjas y recibir una paga”, cuenta Hajanuwe Sulieman, de 40 años, viuda y madre de ocho hijos que resultó desplazada por la violencia hace tres años y ha encontrado refugio en un asentamiento informal de Mainok.
Se trata de una ayuda considerable para Hajanuwe que, en ocasiones, ha tenido que recurrir a la mendicidad para poder sacar adelante a su familia.
En el noreste de Nigeria, dejando de lado la violencia, los agricultores han experimentado muchas dificultades en los últimos meses; algunos han tenido que enfrentarse a un período de sequía, y otros a inundaciones. Algunos incluso con infestaciones de plagas que acabaron con sus cultivos.
Pero ahora los campos están secos y campesinos como Malam y Hajanuwe se están preparando para sembrar de nuevo.
El apoyo sostenido -de la estación lluviosa a la seca- desarrolla la resiliencia de las comunidades vulnerables, fortalece su capacidad para para producir cultivos básicos y comerciales, y reduce la necesidad de ayuda alimentaria.