Pero la contaminación no solo afecta a Medellín, una de las ciudades más innovadoras de América Latina, sino a su zona metropolitana, que integran 10 pequeños municipios que conforman lo que se conoce como el Valle de Aburrá, para una población de más de 3.8 millones de personas, y una densidad, de tres mil 124 habitantes por kilómetros cuadrado.
Colombia, a nivel nacional, emitió 258,8 millones de toneladas de dióxido de carbono, que representan 0.4 por ciento de las emisiones globales, y de estas unas 22,94 millones de toneladas se concentran en el departamento de Antioquia (noroccidente), del que hace parte el Valle de Aburrá, según un informe del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (IDEAM).
Una primera alerta roja se dio en marzo de 2016 porque las nubes y las montañas que rodean el Valle de Aburrá no permitieron la salida de la polución, un fenómeno que se conoce como inversión térmica, originada por la presencia de gases de fuentes de transporte y de la industria.
"Los expertos en asuntos ambientales también consideraron en su momento que las arenas que llegaron al Valle de Aburrá desde la Costa Atlética contribuyeron al aumento de este fenómeno de inversión térmica".
Un año después, es decir en marzo de 2017, los habitantes del Valle de Aburrá fueron sorprendidos con uno de los niveles más altos de contaminación del aire, lo que obligó a declarar la alerta máxima en la región.
El transporte automotor (vehículos y motocicletas) originan el 80 por ciento de la contaminación del Valle de Aburrá, y el otro 20 por ciento es de fuentes fijas, en particular las industriales.
La situación de contaminación fue tan grave que el alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, citó el pasado 25 de marzo con urgencia a sus colegas de los otros municipios del Valle de Aburrá, para tomar medidas estrictas de conjunto.
La contaminación ambiental de Medellín, llegó este año a su máximo nivel.
En esa reunión, los mandatario regionales determinaron pasar de alerta naranja a roja por las condiciones meteorológicas "desfavorables" para la dispersión de contaminantes y el aumento "significativo" de material particulado (PM) 2.5, el más fino y perjudicial para la salud.
Las autoridades municipales aplicaron medidas de restricción al transporte privado y recomendaron evitar el ejercicio al aire libre, además de intensificar las campañas de concientización de la comunidad para que por voluntad propia contribuyeran a mejorar el medio ambiente del Valle de Aburrá.
Las secretarías de Movilidad del Valle de Aburrá y el Área Metropolitana aumentaron los operativos de control a las emisiones de fuentes móviles, en especial de camiones, volquetas y buses chimenea.
"Extremaron los controles ambientales a las industrias establecidas en el Valle de Aburrá, en especial, a 136 que emiten material PM 2.5 y dióxido de azufre".
De esas empresas siete fueron cerradas y a 44 se les inició la verificación en investigación correspondiente a fin de tomar las decisiones legales a que haya lugar, toda vez que al parecer incumplen algún parámetro de emisión de contaminantes.
Las medidas dieron resultados y una semana después el Valle de Aburrá regresó a su normalidad sin alerta roja, pero manteniendo un control estricto a las mediciones de los gases e impulsando las campañas pedagógicas.
Para el acalde de Medellín, después de estas alertas por contaminación, lo que sigue “es hacer un gran pacto por la sostenibilidad. Este compromiso debe ser de todos: empresarios, industriales, comerciantes, transportadores, universidades, ciudadanos”.
La administración de Gutiérrez, como parte de este plan de sostenibilidad, destinó 5.1 millones de dólares “para la siembra de más árboles en la ciudad y crear así pulmones verdes en sitios estratégicos. Queremos que no en vano llamemos a Medellín la ciudad de la eterna primavera”.