Explota la “guerra entre pobres” en las ciudades italianas

26 de Noviembre de 2014
Guardar
Roma, 26 Nov (Notimex).- Escenario de violentas protestas contra inmigrantes, el barrio de Tor Sapienza, en la periferia de la capital italiana, lentamente regresa a la calma ahora que las fuerzas del orden vigilan un centro de acogida de refugiados y menores extranjeros no acompañados ahí establecido, que fue atacado hace dos semanas por una turba enfurecida.

Llamado así por una torre construida en el siglo XIII, Tor Sapienza resume los males que aquejan a las zonas periféricas de las grandes ciudades italianas, como falta de servicios, aumento de la criminalidad, carencia de políticas para la integración o desempleo y subempleo de sus habitantes.

“Aquí no somos racistas, pero los extracomunitarios (del centro de acogida) no tienen respeto; oyen música a todo volumen en la noche y los he visto orinar desde la ventana”, dijo a Notimex Claudio Carmellini, un pintor “de brocha gorda” que reside en la zona y que ha asumido sin quererlo el papel de portavoz del vecindario.

Reconoció, sin embargo, que los extranjeros han sido el “chivo expiatorio” de una situación explosiva, producto de problemas que se han ido acumulando en el tiempo y que la crisis económica ha exacerbado.

Carmellini vive en un departamento de la vía Giorgio Morandi de Tor Sapienza, justo frente al centro para immigrantes recientemente atacado.

Se trata de una “casa popular” en una unidad habitacional con mil 800 residentes construida en los años 1970 para personas de escasos recursos económicos, que pagan –los que pueden- en promedio 300 euros mensuales (unos 390 dólares) de renta al ayuntamiento.

Comparada con las “favelas” o las “ciudades perdidas” latinoamericanas, la zona luce incluso digna de día, pero de noche la cosa cambia y sus habitantes se quejan de robos, agresiones, prostitución o venta de droga.

De hecho la mecha que encendió la protesta contra los inmigrantes fue la versión poco clara de una mujer que dijo haber sufrido un intento de violación en un parque. La presunta víctima, de 28 años y madre de dos hijos, primero habló de “dos negros” y después de “tres rumanos” como sus atacantes.

Alfredo Di Fante, representante de una organización vecinal de Tor Sapienza, responsabilizó a los políticos de la situación.

“La culpa es del abandono en el que ha sido tenido el barrio, lo que ha llevado a la exasperación y al comienzo de la guerra entre pobres”, dijo.

Insistió en que desde sus orígenes el barrio ha estado abierto a los “extranjeros”, pues en 1457, cuando Italia aún no estaba unificada, acogió a los estudiantes del Colegio de San Girolamo de la ciudad de Perugia.

Según Di Fante, el barrio está “bajo presión” por la decisión de los políticos de instalar ahí dos campamentos de gitanos, un centro para refugiados, además del atacado a mitad de mes.

“Es una situación desproporcionada que naturalmente crea tensiones en una zona ya bajo presión y donde se anida el descontento por la falta de empleo y otros problemas”, opinó.

El centro de acogida de inmigrantes y menores no acompañados atacado fue abierto en 2009 y es manejado por la cooperativa social “Il Sorriso” (La Sonrisa), con fondos de la Comunidad Europea y el ayuntamiento romano.

Hasta el pasado 14 de noviembre hospedaba a 36 menores y 35 adultos que llegaron de países en situación de grave conflicto, como Egipto, Afganistán, Siria o Etiopia. Tras las “expediciones punitivas” debió ser desalojado y ahora está bajo custodia de los agentes de carabineros y de la policía.

De acuerdo a Gabriella Errico, responsable del centro, un total de 32 adultos han regresado a las instalaciones, mientras los menores, que estaban en proceso de integración y asistían a la escuela, debieron ser llevados a otros lugares para garantizar su seguridad.

Los ataques, con petardos, objetos y agresiones comenzaron el pasado 10 de noviembre y fue hasta el 14 que se apareció el alcalde de Roma, Ignazio Marino -del centroizquierdista Partido Democrático (PD)- que debió ser protegido por los agentes para evitar el linchaje.

Los hechos fueron condenados por el papa Francisco, aunque según expertos son solamente la punta del iceberg de un descontento que se anida en los barrios proletarios de las ciudades italianas y que ya ha explotado con otros episodios de violencia en Milán y Turín.

“Estamos frente a un fenómeno complejo, que tiene sus raíces en los problemas que los gobiernos no han sabido responder. Los italianos no son racistas, pues según los datos que tenemos a la mano, la mayoría es favorable a que haya reglas más simples para dar la ciudadanía a los inmigrantes”, aseguró el sociólogo Marzio Barbagli.

Sin embargo, la inconformidad ha sido explotada por movimientos de ultraderecha, como la Liga del Norte, que rápidamente ha asumido como propias las reivindicaciones de los habitantes de Tor Sapienza y otros barrios conflictivos y que en las elecciones regionales del fin de semana pasado sorprendió con un aumento consistente de votos a su favor.

Otras organizaciones de ultraderecha que sacan provecho del descontento son Forza Nuova y Casa Pound, que el sábado pasado patrocinaron una protesta en el Infernetto, otro barrio periférico de Roma, contra la transferencia de algunos inmigrantes de Tor Sapienza al centro de refugiados local llamado “Le Betulle”.

“Primero los italianos”, escribieron en grandes pancartas colocadas al lado de maniquíes colgados del cuello.

Uno de los argumentos de esas agrupaciones es que mientras los italianos no tienen empleo, los inmigrantes extranjeros reciben 40 euros diarios “por no hacer nada” y “hasta andan con iPhone e iPad”.

En realidad, según explicó el semanario L’Espresso, existe una cuota de 35 euros diarios (44 dólares) de reembolso de gastos por cada inmigrante, pero que es pagada a las cooperativas y asociaciones que administran los centros de acogida, cuyos planes son aprobados por una comisión de expertos.

Con esos 35 euros las asociaciones deben cubrir los costos de los alimentos, hospedaje, limpieza y mantenimiento del local, mediación cultural, asistencia legal, médico y, en algunos casos, los trámites burocráticos para obtener el estatus de refugiado. Para cada inmigrante quedan solamente dos euros y medio diarios para gastos personales.

Para n Barbagli, las razones de fondo del malestar social en los barrios proletarios italianos son la incapacidad oficial de manejar los flujos migratorios, la carencia de políticas para la integración y el aumento de delitos cometidos por los propios indocumentados.