El Congo, imagen viva de una contradicción

19 de Noviembre de 2014
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Pointe-Noire En esta ciudad, que sobrepasa los 700 mil habitantes, más de 50 por ciento de la población vive por debajo del umbral de la pobreza.
Pointe-Noire En esta ciudad, que sobrepasa los 700 mil habitantes, más de 50 por ciento de la población vive por debajo del umbral de la pobreza.
Pointe-Noire*, Congo Brazzaville, 19 Nov (Notimex).- Pointe-Noire es el buque insignia del Gobierno del Congo. Convertido en un importante centro industrial debido al descubrimiento de petróleo en alta mar en los años 80, ha atraído a las principales compañías petroleras internacionales.

Sin embargo, al igual que otras ciudades de África, es la viva imagen de una triste contradicción: no lejos de su rico centro se extiende una de las barriadas pobres más grandes de la región, con un alto número de personas que viven por debajo del umbral de pobreza.

En primer lugar es el olor. Te agarra por la garganta y te llega al cerebro, de manera que el flujo de ideas se ve constantemente bloqueado por el esfuerzo de soportar ese olor nauseabundo. Después, la vista. Los pies se mueven por caminos llenos de basura de todo tipo, que está ahí desde hace décadas o que acaba de ser arrastrada por las corrientes de los arroyos, también llenos de barro. Por último, la palabra. La de un habitante de este infierno que cuando ve que sacas la cámara te dice: “¿Te gusta este lugar? ¿Por qué no vienes a vivir aquí?”. La ironía es fuerte y sofocante, como todas las cosas aquí.

Estamos en las afueras de Pointe-Noire, considerada la capital económica de la República del Congo (o Congo Brazzaville). En esta ciudad, que sobrepasa los 700 mil habitantes (las cifras no son muy fiables), más de 50 por ciento de la población vive por debajo del umbral de la pobreza, el desempleo afecta al menos a 70 por ciento de la población y la tasa de personas con el VIH sigue siendo alta.

En los enormes barrios pobres de Pointe-Noire no hay baños, no hay agua potable y a la no potable se accede por tuberías externas. La corriente la roban, en su mayoría, de los cableados que abastecen el resto de la ciudad, la de los trabajadores ricos de las grandes compañías petroleras internacionales.

Pointe-Noire En esta ciudad, que sobrepasa los 700 mil habitantes, más de 50 por ciento de la población vive por debajo del umbral de la pobreza.La densidad de población es muy alta. Durante el día miles de personas deambulan por las calles llenas de basura, mientras que por la noche se amontonan en casas de lata, barro y pedazos de madera que colocan lo mejor posible. La comodidad la proporcionan un colchón o un sofá sucio y andrajoso; la privacidad (si se tiene la suerte de tener dos habitaciones) consiste en una cortina que va de un lado a otro de la pared. Los baños públicos (mejor dicho, letrinas, como se denominan en lenguaje técnico y como es justo llamarlos) se han construido por el empeño de diversos proyectos de cooperación internacional y para usarlos hay que pagar. No mucho, pero hay que pagar.

La malaria, la fiebre tifoidea y la diarrea son algunas de las enfermedades más comunes y difundidas en estos barrios pobres. Los que no pueden permitirse el lujo de pagar por los baños públicos, o no quieren, utilizan espacios construidos con cuatro chapas. Muchos otros recurren a los “inodoros volantes”, especialmente por la noche, cuando puede ser peligroso salir de las barracas: arrojan a la calle las bolsas de plástico que utilizan para recoger sus propios excrementos. Caminar por encima de estos excrementos es normal: es imposible no confundirlos entre los desechos podridos y los frescos.

Algunas estimaciones hablan de miles y miles de huérfanos a causa del VIH. ¿Quién cuida de ellos? Aquí, como en los otros barrios pobres de África, proliferan las actividades de las ONG. Algunos niños han conseguido ir a la escuela; muchos otros, en cambio, se quedan en las calles todo el día buscando algo qué hacer y hurgando en la basura, o se unen a una pandilla y pasan el tiempo cometiendo pequeños robos y, sobre todo, esnifando pegamento. Sin embargo, también en Pointe-Noire nacen, crecen y se desarrollan actividades de todo tipo.

En el más que económico Grand Marché (gran mercado), en los barrios pobres, la venta de carbón es una de las actividades más difundidas: todo el mundo lo necesita, ya que se utiliza para encender el fuego para cocinar. Incluso se puede encontrar pescado desecado en los puestos que llenan los pasillos entre el acopio de chozas. Pero hay que conseguir reconocerlo y verlo, y no es tarea fácil: está cubierto por enjambres de moscas tan espesos que parecen una alfombra oscura. También los hay que venden recargas de teléfono, los que ofrecen un sitio para ver un partido de fútbol en la televisión, los que cosen ropa sentados en la acera y los que pasan horas observando a la gente.

En cada cruce de calles se pueden encontrar grupos de trabajadores a destajo, listos para comenzar un nuevo día de trabajo en las obras de la periferia. Pointe-Noire está creciendo, también y sobre todo gracias a ellos.

Paul, de 24 años, ha conectado su reproductor de música a un altavoz a todo volumen. Se procura un micrófono y empieza a cantar a voz en grito. Tiene una hermosa voz. Parece acostumbrado a actuar en público. Cada rato dice “Aleluya”, y cuando termina de cantar empieza a predicar, inspirado. No es de extrañar en una zona donde la presencia de las iglesias (en su mayoría protestantes), las congregaciones y las escuelas religiosas es altísima. Están todas a pocos metros la una de la otra. A veces incluso una choza de lata se usa como iglesia.

“Esto es el cine”, dice Claude, de 16 años, quien se ha ofrecido a hacer de guía. Señala una choza de lata delante de la cual un niño vende avellanas y caramelos. También hay un cartel: “Grand Cinéma”. En una pizarra se enumeran los títulos de la programación.

“Adelante, pasad”, dice Johan, el propietario. Dentro, en medio de la oscuridad, hay bancos de madera en los que están sentados cuatro hombres. En frente de este público, sin embargo, no hay ninguna pantalla, sino un estante sobre el que descansa un televisor. Esto es el cine.

“Tenemos que conformarnos, y además los negocios no van tan mal. Aquí las personas a veces prefieren no comer y ver, en cambio, una buena película. ¿Por qué? Porque las películas excitan la imaginación y ayudan a las personas a evadirse de la vida cotidiana de este infierno”, asegura Johan.

*Pointe-Noire es una ciudad de la República del Congo (o Congo Brazzaville), capital del distrito del mismo nombre y de la región de Kouiloi. Es la segunda ciudad más poblada del Congo y es considerada la capital económica del país. Situada en la costa atlántica, es el principal puerto del país y la terminal clave para las petroleras.

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