“La principal amenaza es el uso de redes, en las que quedan atrapados los delfines rosados. Estos mamíferos comen peces y van a las redes de pescadores por provisiones y quedan atrapados, hasta que mueren ahogados”, explicó a Notimex la investigadora Miriam Marmontel, que lidera el grupo de estudios sobre mamíferos del Instituto Mamirauá, en Brasil.
“También les afecta la contaminación, quizá sea por el mercurio en los ríos amazónicos (consecuencia del uso de este metal en la minería de oro predatoria) o por el petróleo”, señaló la investigadora, que también estudia el impacto de la construcción de presas hidroeléctricas en los ríos amazónicos.
“Es un mamífero que se ve afectado por las presas, porque es un animal que consigue remontar los ríos. De repente se encuentra una barrera y ya no consigue ir más allá”, destacó.
En los últimos 25 años Brasil construyó decenas de presas hidroeléctricas en el Amazonas y buena parte del 80 por ciento de la energía eléctrica que produce el gigante sudamericano proviene de la región.
Junto a Perú y Bolivia, Brasil tiene planes para construir decenas de megapresas en el Amazonas, donde se encuentra 20 por ciento de las reservas de agua dulce del planeta, una estrategia muy controvertida por su impacto social y medioambiental en una de las regiones con mayor biodiversidad del mundo.
El delfín rosado -que nace gris pero adquiere esa coloración cuando crece- es uno de los mayores mamíferos acuíferos de la cuenca del Amazonas y se encuentra en por lo menos tres ríos del bioma (Tocantins, Amazonas y Orinoco), aunque no existen datos suficientes para determinar su población.
Brasil lo considera un animal en peligro de extinción, aunque en las regiones amazónicas su carne es codiciada para usarla como cebo de especies como el pez mota o piracatinga, apreciado en Colombia.
La leyenda le atribuye la capacidad de seducir y embarazar a jóvenes que viajan solas en canoas y algunas décadas atrás se llegaron a expedir certificados de nacimiento en que el “delfín rosa” (boto, en portugués) figuraba como nombre del padre de un bebé cuyo progenitor era, en realidad, un pariente cercano de la madre o un vecino cuya identidad no podía ser revelada.
El mito le brinda tal poder de atracción que en algunas regiones de Brasil se venden “ojos de delfín rojo” –que en realidad serían de otros animales, como los cerdos- como amuletos para atraer a un amor frustrado.
Con el objetivo de tener más datos sobre su censo, el Instituto Mamiraruá –una referencia en la conservación del noroeste del Amazonas brasileño- lanzó una campaña con drones programados para captar la emergencia de los delfines para respirar en los ríos de la mayor selva tropical del planeta.
“Es la primera vez que se hace un trabajo como este con mamíferos acuáticos en los ríos amazónicos”, según Marcelo Oliveira, de la organización WWF-Brasil, que también participó en los 400 kilómetros de expedición realizada en enero, cuando 791 delfines rosas fueron avistados.