Al final de su primera cumbre europea, el mandatario francés anunció que los jefes de Estado y de gobierno de los Veintiocho acordaron coordinar mejor sus esfuerzos para detener inmigración ilegal y “apoyar mejor a Italia”.
También pactaron acelerar los procedimientos de asilo y reforzar los controles de las fronteras externas.
"La crisis migratoria no es problema de unos pocos países. Ese desafío común implica una respuesta común", sostuvo Macron y agregó: "debemos hacer prueba de solidaridad cuando uno de nuestros vecinos se enfrenta a una llegada de imigrantes y refugiados".
Macron elogió la posición “valiente” adoptada por la canciller federal de Alemania, Angela Merkel, en el auge de la crisis, cuando decidió abrir las fronteras de su país a miles de personas que huían la guerra en Siria, Irak o Afganistán.
A su juicio, la acogida de refugiados es una “tradición y honor” para los europeos.
"Los refugiados no son migrantes económicos. Son mujeres y hombres que huyen de sus países por su libertad, porque están en guerra o por sus posiciones políticas", señaló.
Según el presidente, Francia y Alemania pretende asumir un rol “creciente y más coordinado” en una futura política europea de promoción del desarrollo en los países de origen y tránsito de migrantes clandestinos.
Las declaraciones de Macron contrastan con las del primer ministro de Hungría, Viktor Orban, principal opositor de la política europea de reparto de refugiados.
"Algunos países ven la migración como una cuestión de solidaridad o técnica. Para nosotros se trata de identidad. No queremos abrir mano", afirmó.