"El comercio de textil se derrumbó en la primera mitad del año. En algunos casos las importaciones desde algunos países cayeron hasta un 70 por ciento respecto al año anterior", afirmó en una rueda de prensa virtual desde Bangkok Christian Vieghelahn, economista de la Organización Mundial del Trabajo (OIT) en Asia-Pacífico.
Este organismo presentó este miércoles un informe que explica que la caída en la producción textil y en el empleo ha provocado en este sector una crisis más pronunciada que la de 2008-09 en la región de Asia-Pacífico, de donde provienen el 60 por cien de las exportaciones mundiales.
"La profundidad de esa caída y la velocidad y la forma de recuperación no serán plenamente visibles hasta 2021 o 2022", reza el informe, que recuerda que el textil da trabajo a 65 millones de personas en la región, el 75 por ciento de los empleos de esta industria en el mundo.
TRES FACTORES
Vieghelahn explicó que la clausura de miles de fábricas de forma temporal o permanente a lo largo del año se debe a la confluencia de tres factores: la caída de la demanda global de ropa, los cierres forzosos para frenar la expansión del coronavirus y el desabastecimiento en las cadenas de suministro por la inactividad de proveedores de materias primas.
"Un trabajador medio del textil en la región ha perdido al menos de dos a cuatro semanas de trabajo", indicó.
Los cierres por motivos sanitarios tuvieron su momento álgido en marzo y abril, cuando perjudicaron a 56 millones de trabajadores, pero todavía en septiembre cinco de los 33 países de la región seguían afectados.
En aquellos primeros meses la industria sufrió la parálisis de centros productores como China, que provee de materia prima a fábricas del sector en todo el continente, sobre todo en el sur y sudeste de Asia, donde se encuentran grandes productores como Bangladés, Vietnam y Camboya.
Asia es el centro de fabricación para grandes conglomerados extranjeros como el sueco H&M y el español Inditex, al que por ejemplo suministran ropa y calzado 2.795 fábricas de China, 508 de Bangladés, 151 de Vietnam y 156 de Camboya, según los datos de la compañía dueña de marcas como Zara.
Aunque alguno de esos países ha dejado atrás los meses más duros de la pandemia, siguen sufriendo las consecuencias económicas por la caída de la demanda en los países importadores, ya que la mitad de los empleos en las cadenas de suministro del textil dependen de los pedidos de naciones donde las medidas de confinamiento son más estrictas.
En los seis primeros meses del año, las exportaciones de textil de la región bajaron un 26 por ciento a Estados Unidos, un 25 por ciento a la Unión Europea y un 17 por ciento a Japón, los tres mayores importadores mundiales.
La OIT explica esta caída por las medidas de distanciamiento, la bajada general del poder adquisitivo, el cierre forzoso de tiendas de ropa y al brusco retroceso en la confianza del consumidor en marzo y abril.
PROTECCIÓN SOCIAL
El organismo eludió dar una estimación de los puestos de trabajo perdidos por la pandemia en toda la región, pero sí indicó que al menos 812.000 empleados del sector habían sido despedidos en Indonesia hasta julio, el 30 por ciento de los trabajadores del sector.
En Camboya han sido 150.000 los contratados despedidos, mientras que en Bangladés, el 43 por ciento de las fábricas operan con menos de la mitad de su plantilla.
El informe alerta de que las mujeres, mayoritarias en el sector, son las que más están sufriendo las consecuencias de la crisis y se corre el riesgo de revertir los progresos alcanzados hacia una mayor igualdad.
La OIT también recalcó la necesidad de mejorar la protección social de los trabajadores e insistió en la importancia de la negociación colectiva, que tiene poco peso en la región.
En este sentido Tara Rangarajan, responsable de comunicación de la OIT, subrayó que la pandemia ha desnudado las vulnerabilidades de las cadenas de suministro de esta industria y pidió a las marcas que "asuman sus responsabilidades" en la protección de los trabajadores.