Lo que comenzó como una crisis de salud corre el riesgo de convertirse en una crisis más amplia de los derechos de la niñez.
Así lo señala el informe "Impacto de COVID-19 en los niños" presentado el pasado 16 de abril por el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, en donde se confirma que, hasta el momento, 188 países han impuesto el cierre de escuelas en todo el mundo, afectando a más de 1.500 millones de niñas, niños y jóvenes.
De acuerdo con el documento, casi 369 millones de niñas y niños en 143 países que normalmente dependen de la comida escolar para una fuente confiable de nutrición diaria, ahora deben buscar otras opciones.
Además, cientos de miles podrían morir este año, en comparación con un escenario previo a la pandemia, como resultado de la recesión mundial que se avecina. Esto revertiría en un solo año los progreso de los últimos dos a tres años en la reducción de la mortalidad infantil.
Si bien el impacto directo de la infección por COVID-19 en la salud de este sector de la población ha sido mucho más leve que en otros grupos de edad, los números que reflejan el impacto de esta pandemia en otras áreas de la vida de las niñas y los niños merecen la misma atención.
En este sentido, Guterres ha señalado que atravesamos por una crisis universal de escala sin precedente en donde todas las niñas, niños y adolescentes en todos los países se ven afectados.
"Algunos niños están destinados a asumir los mayores costos. Entre los que se verán gravemente afectados están los que viven en barrios marginales, campos de refugiados y desplazados y zonas de conflicto activo. Niñas y niños con discapacidad, y los que viven en instituciones y centros de detención", señaló.
Por ello, el jefe de la ONU hace un llamado a actuar con urgencia y colectivamente para mitigar los costos para los menores:
"La pandemia es una prueba de nuestra solidaridad: dentro de las comunidades locales, la comunidad de investigación científica y la comunidad de naciones. Los niños ofrecen una causa común que puede avivar un mayor sentido de unión entre las personas".
En este sentido, el Secretario General llamó a los gobiernos para implementar medidas urgentes para contrarrestar los impactos de la pandemia de COVID-19.
Implementar o ampliar la asistencia social a las familias, preferiblemente a través de subsidios universales para las y los niños.
Asegurar las cadenas de suministro de alimentos y los mercados locales de alimentos, para proteger a los menores de una crisis de seguridad alimentaria.
Priorizar la continuidad de los servicios centrados en el niño, como la escolarización, los programas de nutrición, la atención materna y neonatal, los servicios de inmunización, los servicios de salud sexual y reproductiva, el tratamiento del VIH, la salud mental y los servicios psicosociales.
Establecer protecciones específicas para menores vulnerables, incluidos los migrantes, los desplazados, los refugiados, las minorías, los habitantes de barrios marginales, los niños con discapacidades, los niños atrapados en conflictos armados y los niños en instituciones.
Brindar apoyo práctico a los padres y cuidadores, incluyendo cómo hablar sobre la pandemia con las niñas y los niños, cómo manejar su propia salud mental y la salud mental de sus hijos, y herramientas para ayudar a apoyar el aprendizaje de sus hijos.
Priorizar la restauración de los servicios para este sector de la población, ya que las medidas de cierre disminuyan.
Asegúrese de que las niñas, niños, adolescentes y jóvenes tengan acceso a las pruebas, el tratamiento y las vacunas de COVID-19 cuando estén disponibles.
Finalmente, el Secretario General de las Naciones Unidas señala que esta pandemia es también una oportunidad sin precedentes para la solidaridad internacional para las niñas, niños y la humanidad, y una oportunidad para transformar la forma en que fomentamos e invertimos en la generación joven.