"Estos 40 años no han estado separados de las propuestas de los movimientos feministas de la región", señaló Virginia Vargas, reconocida feminista y cofundadora del Centro de la Mujer Peruana Flora Tristán, al referirse a las cuatro décadas transcurridas desde la Primera Conferencia Regional, efectuada en La Habana en 1977, hasta la actualidad.
"La Cepal es referente indispensable en la evolución del pensamiento crítico latinoamericano desde los 50 hasta hoy", apuntó Vargas, y agregó que la división de género de ese organismo se hace eco de lo que han sido las luchas históricas del feminismo, a partir de su visión fundamental de los problemas de la región, en particular en lo concerniente a derechos humanos e igualdad.
Entre otros temas de interés que se han ido sumando a la agenda de las mujeres, citó los referidos a la economía, el uso del tiempo, el estado patriarcal, los derechos sexuales y los derechos reproductivos, las estadísticas desagregadas por sexo y el necesario seguimiento y la fiscalización del avance de la condición de las mujeres a través del Observatorio de Género.
Esa labor ha sido fundamental, dijo, para la obtención de igualdad de derechos y en la elaboración de una agenda propia con alcance en las políticas de los gobiernos de la región.
Vargas reconoció que ha habido avances necesarios, pero aún profundamente insuficientes en cuestiones como la aplicación de políticas por los Estados, las leyes de violencia y la firma del protocolo de la Convención contra todas las formas de Discriminación contra la Mujer (Cedaw), entre otros ejemplos.
Desde la mirada de la sociedad civil, la ponente marcó hitos fundamentales en el proceso de los consensos y las conferencias regionales.
Con la Primera Conferencia Regional sobre la Mujer en La Habana, en 1977, comenzó a elaborarse la agenda de las mujeres con visión de consenso.
Luego, en 1994, el encuentro de Mar Plata, en Argentina, abrió el camino para la organización subregional, regional y mundial del movimiento de mujeres, añadió.
Para 2007, la cita de Quito, Ecuador, reafirmó el enfoque de derechos y desarrolló una perspectiva intercultural, al reconocer el carácter pluricultural y multiétnico de la región.
"Empezaron a sentirse las voces de las indígenas, las jóvenes y afrodescendientes", acotó.
En tanto, la conferencia de Montevideo, en 2016, aterriza los Objetivos de Desarrollo Sostenible en la región que, desde la crítica de los movimientos feministas, no se cuestiona el paradigma neoliberal, carece de carácter vinculante, de mecanismos de rendición de cuentas y la adecuación necesaria al marco internacional de derechos, sin confrontar el cambio climático y dando mayor peso al sector corporativo, lo que conlleva el riesgo de comercializar la agenda.
"La gran paradoja de los consensos es que son aprobados con entusiasmo por los gobiernos presentes en las conferencias, pero no siempre son aplicables con urgencia en los países", sostuvo.
Como resultado emergen discursos de género despolitizados desde las instancias oficiales y muchas veces se considera a las feministas como expertas de género y no como militantes de un movimiento con autonomía y agenda propias.
Vargas destacó la cercanía y comunión de la sociedad civil con las propuestas de la Cepal, en estas cuatro décadas.
Una visión desde la cual se han escuchado voces que nadie quería oír, como las de las mujeres indígenas; se han visibilizado temas como los de las mujeres negras; se ha demandado autonomía y escrito leyes que pocos se atreven a votar, como las de aborto legal, detalló.
Educamos sobre temas que muchos no querían nombrar, como los derechos sexuales y los derechos reproductivos; le pusimos nombre a lo que no querían nombrar: violencia doméstica, de género y feminicidio; señalamos los indicadores menos indicados: uso del tiempo, datos de vih/sida; fuimos poniendo derechos a los derechos: matrimonio igualitario, fertilización asistida… "Todavía queda mucho por andar", aseguró, "y en ese camino estamos siempre junto a la División de Género de la Cepal". (Sara Más)