La Habana, diciembre (SEMlac).- ¿Cómo visibilizar la desigualdad desde el cine para poderla atender desde las políticas?, ¿qué herramientas e indicadores emplear para que los presupuestos destinados a hacer cine sean distribuidos equitativamente entre artistas hombres, mujeres, personas indígenas, afrodescendientes o integrantes de la comunidad LGBTIQ+?
Esas fueron algunas de las rutas del panel "Retos y nuevos caminos. Miradas del cine iberoamericano a la inclusión y diversidad cultural", que sesionó el 7 de diciembre como parte de los espacios teóricos del 45 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana.
Para la documentalista y asesora musical Lizette Vila Espina, directora del Proyecto Palomas, Casa Productora de Audiovisuales para el Activismo Social, se trató de un espacio "de emancipación", abierto por segunda vez en un festival para comentar, dialogar y buscar caminos hacia un cine más inclusivo y representativo de las realidades cotidianas de nuestros países.
Convocado por el propio proyecto Palomas, en alianza con el Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa) y el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos, el debate exploró cómo desde quiénes hacen cine se puede generar un compromiso para trabajar las discriminaciones por género, color de la piel o exclusión cultural, entre otras.
"Este carácter o esa función de transformación social que tiene el cine" es fundamental, pues desde la empatía que logra como medio de comunicación es posible visibilizar a poblaciones históricamente marginadas y conectar con las audiencias para transmitir mensajes, valoró Marisol Alfonso, jefa de la oficina del Unfpa en Cuba.
Alfonso explicó que el Fondo de Población trabaja para "no dejar a nadie atrás" y eso incluye a personas con identidades de género no heteronormativas, en situación de discapacidad, con diversidad de color de la piel, etnia, o cualquier otra condición excluyente que hace "se queden fuera de políticas que son de carácter universal" y no benefician igual a quienes tienen puntos de partida diferentes.
En ese sentido, mirar al cine y sus potencialidades significa salir de la "zona de confort de lo que hacemos habitualmente", pero puede significar "un mayor alcance para llegar también a otras personas, a otros grupos, a otros públicos con los cuales no interactuamos de manera cotidiana", aseveró Alfonso.
Por su parte, la mexicana Daniela Alatorre Benard, directora del Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine), apostó por un cine con "soberanía narrativa", que pasa por mostrar la inclusión y la diversidad cultural, pero también por descentralizar y mejorar la disponibilidad de los recursos.
Alatorre precisó que una interrogante esencial es ¿cómo acercar esos recursos a las comunidades desde donde se pueden contar las historias de mayor valor?
Para ello explicó que Imcine valora particularmente el acceso a la cultura y, a la hora de distribuir recursos, subsidios, otorga puntos a extras "a proyectos dirigidos por mujeres, directores o directoras indígenas o afrodescendientes y a personas o proyectos con temáticas que visibilizan a las comunidades".
Esta búsqueda de equidad en la distribución de los recursos también es válida para la capacitación y la creación de talleres de acompañamiento a la producción y para el desarrollo de proyectos comunitarios, apuntó.
Por su parte, Christian Michel Salazar Tarazona, coordinador de la Unidad jurídica y de proyectos de la secretaría ejecutiva de la cinematografía iberoamericana (Seci), valoró la importancia de contar con evaluaciones que muestren realmente cuán incluyente o no es el cine en los países de Iberoamérica.
Salazar, también parte de la Conferencia de autoridades audiovisuales y cinematográficas de Iberoamérica (Caaci) comentó que este organismo busca "contribuir al desarrollo de la cinematografía dentro del espacio audiovisual de los países iberoamericanos" y para ello levanta informes sobre el estado de la cinematografía y el audiovisual.
En 2022 se comenzaron a publicar los reportes "Diversidad de Género en el audiovisual iberoamericano", que ya tiene una edición 2023-2024, y "Cine indígena y afrodescendiente en el audiovisual iberoamericano", trabajados a partir de información primaria cuantitativa brindada por las autoridades cinematográficas de los países.
Estas publicaciones, aseguró Salazar, "establecen un sistema de medición del desarrollo de las políticas públicas que fortalecen la inclusión", apuntó.
También invitada al panel, la doctora Beatriz Marcheco, presidenta de la Sociedad Cubana de Genética Humana, defendió cómo el cine puede ser una oportunidad, un camino, para contar todo lo que se ha aprendido acerca de la diversidad humana desde la genética y la biología.
"Hay una brecha grande entre el conocimiento que hemos producido en las últimas cinco décadas y la utilidad social de ese conocimiento", reflexionó Marcheco.
"Personas con el don de la creación y de poner en imágenes los hechos -y también los sueños- pueden ser las mejores aliadas para contar y llevar a la gente lo que hemos sido capaces de aprender en nuestros laboratorios", dijo.
Entre muchos aprendizajes vinculados con el Proyecto del Genoma Humano, Marcheco ilustró que han llegado a saber que "los seres humanos somos idénticos entre nosotros en más del 99 por ciento de la información genética".
"O sea, que tenemos mucho, pero mucho en común en todas partes del mundo independientemente de la región geográfica donde vivamos", aseveró.
La científica también explicó que el color de la piel de las personas está determinado por una combinación de factores genéticos y ambientales, con lo cual hablar de razas es inexacto.
"Tenemos que enseñar a los niños desde tempranas edades, ya sea con las películas o desde las escuelas y por supuesto en el seno de la familia, cuál es el significado biológico del color de la piel en un país como Cuba donde hemos encontrado 105 de los 110 tonos de piel, según el instrumento estandarizado que utilizamos investigaciones", detalló.
Desde el público, Sergio Cabrera, coordinador general de Palomas, apuntó que se necesita promover un cine hecho por mujeres mayores, "pues por razones obvias, las cineastas jóvenes tienen otras oportunidades, otros espacios y otros recursos".
"Nos debemos el homenaje a las que no lo lograron. Tenemos la deuda de visibilizar las historias del dolor, pero también las de reparación, porque en las dinámicas sociales y en las artísticas es preciso hablar, denunciar, reparar; pero también visibilizar las historias de quienes no lo lograron; de quienes no han tenido, ni los recursos, ni las posibilidades para llegar.
En ese mismo sentido, la psicóloga Yohanka Valdés, de la Asociación de Cooperación Internacional Cospe, abogó por visibilizar a las mujeres rurales en el cine, "porque tienen muchas historias que contar, no solo de discriminaciones múltiples, sino también como legitimación de sus esfuerzos, porque son protagonistas de muchos cambios sociales y a veces muy invisibilizadas".
Igualmente, Valdés aplaudió que en los últimos años la violencia contra las mujeres se haya posicionado en la agenda del cine y, en general, de los medios de comunicación, pero demandó la necesidad de contar más "las historias de reparación de las mujeres víctimas".
"El dolor hay que visibilizarlo, pero también la reparación. Y creo que habría que pensar otros premios, otros reconocimientos, otras medidas afirmativas para que más mujeres jóvenes sigan produciendo", agregó.