Mujeres clavadistas en La Quebrada de Acapulco

08 de Septiembre de 2017
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México, 8 Sep (Notimex).- El sol cae en el horizonte acapulqueño, la fina figura de una niña irrumpe en el acantilado a 12 metros de altura, entre el público impera el silencio, ella respira estira los brazos y calcula el incremento de la marea.

Cuando llega el momento salta, la expectativa de los asistentes termina cuando emerge del fondo del mar y saluda.
Jimena Álvarez Valadez tiene 14 años de edad y es clavadista en La Quebrada de Acapulco.

Desde los nueve años practica saltos desde la peña, ella ha crecido cerca de las olas, su padre le enseñó a nadar en mar abierto desde su primera infancia.

“Mi papá, mi hermano, mi abuelito, mis tíos, mis primos, todos son clavadistas, pero ver a mi prima fue lo que más me motivó para armarme de valor e intentarlo".

"Yo la veía y me daba gusto, ella marcaba la diferencia y me hacía sentir que no sólo los niños pueden”, explica.

“Jime” afirma que en un principio su padre no estaba convencido “no le gustó la idea porque se trata de algo peligroso, pero con el tiempo me enseñó”.

Tras un corto periodo de entrenamiento, con la complicidad de su hermano y sus primos Jimena se lanzó por primera vez al canal marino que tiene cuatro metros de profundidad “me ayudaron a escalar, me dijeron en dónde poner los pies y las manos y me aventé desde tres metros”.

Jimena que es la segunda en una familia de tres hermanos, explica que su hermano mayor de 20 años es clavadista, pero su hermana de nueve no seguirá sus pasos, “se aventó algunas veces pero no le gustan los deportes, así que no creo que siga en esto”.




Respecto a las lesiones, aseguró que nunca ha tenido contusiones mayores: “algo fundamental para entrenar con valor es tener la mente limpia, aunque las lesiones son una realidad, en el momento de la ejecución no puedes pensar en eso”, afirmó la menor.

Antes de escalar el risco y lanzarse al mar, Jimena juega con sus compañeros, se lanza entre giros. Su figura femenina de distingue entre los muchachos, un traje de baño azul cubre su piel curtida por los raspones y el sol, su sonrisa destaca entre las cara serias y afiladas de los jóvenes.

Muy pocas mujeres han participado en el espectáculo que tiene más de 80 años de antigüedad, que inició como un reto para demostrar la hombría y de manera contradictoria hoy se llena de aplausos por parte de los asistentes que disfrutan la valentía de una niña.

“No sé cómo explicar lo que siento cuando estoy frente al público, me da felicidad, me dicen cosas que me enorgullecen, yo sólo hago mi trabajo pero es satisfactorio que te feliciten, aunque ya me acostumbre y no siento nervios ante ellos”.

Explica que durante las vacaciones escolares entrena todos los días, pero en el periodo escolar sólo entrena los sábados y domingos de las 8:00 a las 13:00 horas.

Jimena participa en las últimas cuatro exhibiciones del día en La Quebrada luego de ir a la Escuela Secundaria Técnica número uno que se ubica a 20 minutos del centro turístico.

Explica que en la secundaria cursa el taller de Industria Textil y del Vestido, aunque reconoce que le gustan más los deportes, considera muy importante la formación académica.

“Me gustan los clavados, pero la escuela es fundamental en la vida, en un futuro los estudios terminados te benefician y te ofrecen una mejor calidad de vida”, señaló tras puntualizar que le gustaría estudiar alguna carrera relacionada con la medicina.

Aunque le gustaría dominar una mayor altura en sus saltos, su meta principal es hacer clavados con mayor grado de dificultad, “además del clavado de palomita, entreno un clavado mortal hacia el frente y hacia atrás”.

Aseveró que para ella el más grande sueño sería practicar clavados en competencias olímpicas, aunque subrayó que nunca ha tenido contacto con entrenadores que practiquen en dicho tipo de competencias.

Expresó que estar en un ambiente de hombres es un poco difícil, “algunos son muy maduros pero otros son infantiles y eso a veces me hace sentir abrumada, aunque en su mayoría me hacen sentir bien, me enseñan día con día y no me hacen sentir diferente”.

Platica que en un futuro estaría dispuesta a entrenar a otras niñas, aunque en un primer intento con su prima no le fue muy bien porque dijo “es muy miedosa” y no aprendió.

Me siento orgullosa por lo que he logrado, muchas personas me conocen, han venido a Acapulco a verme y eso me hace sentir muy bien, aunque siempre hay críticos.

Como ejemplo de lo anterior mencionó que un usuario en redes sociales calificó como injusto que una niña se arriesgue su vida “por subsistir”, sin embargo ella aseveró con contundencia que lo que ella hace lo hace por gusto, bajo ninguna presión y con el entrenamiento necesario.

Indicó que en los clavados gana dinero y seguirá practicando hasta que su cuerpo se lo permita, aunque tiene claro que estudiar le permitirá tener un trabajo fijo con el que pueda tener ingresos una vez que termine su carrera deportiva.

Explicó que el turismo ha disminuido en Acapulco de manera principal por la violencia, “antes todo el lugar se llenaba de gente, no podías pasar, pero en las vacaciones recientes el lugar se veía vacío y eso me entristece”.

Afirmó que la disminución en la llegada de los cruceros y del turismo en general afecta los ingresos de los clavadistas, pero también los de los hoteles y los de toda la gente que depende del turismo.

Mujer capitalina que rompe con esquemas en los clavados

Otra clavadista, Paola Vargas Medina, de 31 años de edad, afirma en la Quebrada descubrió uno de los lugares más bellos de Acapulco; sin embargo, también encontró un gran reto.

Paola, quien nació en la Ciudad de México, explicó que inició en la práctica de la natación y de los clavados de manera fortuita a los 27 años de edad.
“Yo practicaba lucha libre, pero se trata de un deporte muy agresivo, después de una lesión me recomendaron ir a la alberca olímpica como parte de un tratamiento de recuperación luego de una lesión”, señala.

Comentó que su entrenador fue el ex clavadista olímpico Alain Carreño, quien la impulso a practicar clavados, “al observar a los niños siempre pensaba que eran muy valientes; así que decidí entrenar sólo por entretenimiento, nunca pensé que tuviera futuro en los clavados”, afirmó.

La también comunicóloga, afirmó que fue en una competencia en mar abierto: el Maratón Guadalupano cuando decidió residir en Acapulco. “Me parecía interesante el reto del maratón en aguas abiertas, descubrí la sensación y me enamore del mar de Acapulco me decidí, y deje todo en la Ciudad de México”.

“Le pedí a mi entrenador que me recomendara un maestro en el puerto y así llegue con el master Martin Sánchez, él me citó el primer día en La Quebraba y me propuso entrenar ahí, sin dudar y sin pensarlo dos veces acepté”.

Refirió que fue difícil adaptarse, “soy mujer en un ambiente dominado por hombres; de otra ciudad, sin una tradición familiar en los clavados y en una disciplina en la que todos inician muy pequeños, así que al llegar ahí rompí con todos los esquemas”.

Paola indicó que al principio fue muy difícil su entrenamiento toda vez que además de “tirarse los clavados” tienen que escalar sobre piedras filosas, explica que tenía múltiples cortadas en el cuerpo.

Paola expresó que su primer clavado en La Quebrada fue desde una plataforma natural a dos metros de altura, “tienes que tener un gran impulso, para evitar golpearte en las rocas pero lo logré y poco a poco fui dominando una mayor altura ahora me tiro de 13 metros”.

Aunque aseguró que muchos clavadistas la han apoyado e incluso le dan consejos, admitió que para otros ha sido difícil convivir con ella aunque afirma que la han aceptado por su valentía y tenacidad.

“Creo que lo que ellos ven en mi es que soy persistente y valiente lo cual es algo que muchas mujeres no han tenido en La Quebrada”.

Abundó que ella tiene una tienda en línea, lo que le permite tener tiempo libre para practicar clavados y hacer acondicionamiento físico.

Expuso que ha participado sólo de forma ocasional en las presentaciones con público “cuando me invitan me tiro”, aunque reconoce que al no ser proveniente de una familia de clavadistas es difícil participar.
“Frente al público la sensación es de nervios pero el máximo reto es estar frente a los hombre clavadistas, me enfrento a los nervios, el riesgo y la presión de los compañeros”, explica.

Paola expresó que su mayor reto es tirarse de la parte más alta a 35 metros de altura pero señala que para ello requiere mayor preparación.

Vargas Medina fue la inspiración para crear un mural con su imagen en la barda del Hotel San Francisco a cargo de la artista guerrerense, Elisa Rank, quien plasma a mujeres que destacan en un ambiente dominado por hombres.