Redacción Ciencia, 8 jul (EFE).- Los cerebros fosilizados de un pequeño depredador marino de 500 millones de años de antigüedad, el stanleycaris, pueden hacer replantearse la evolución de los insectos y las arañas.
Un equipo del Museo Real de Ontario (Canadá) estudio los cerebros de 84 de estos animales. Descubrir cerebros fosilizados del periodo Cámbrico no es algo nuevo, pero sí lo es la cantidad y calidad de conservación de estos.
"Incluso podemos distinguir detalles finos, como los centros de procesamiento visual que sirven a los grandes ojos, y los rastros de los nervios que entran en los apéndices. Los detalles son tan claros que es como si estuviéramos viendo un animal que murió ayer", precisó Joseph Moysiuk, del Museo Real de Ontario y autor principal de la investigación.
Stanleycaris pertenecía a una rama antigua y extinta del árbol evolutivo de los artrópodos llamada Radiodonta, emparentada con los insectos y arañas modernos.
Los nuevos fósiles, según publica Current Biology, muestran que su cerebro estaba compuesto por dos segmentos, el protocerebro y el deutocerebro, conectados con los ojos y las garras frontales, respectivamente.
"Concluimos que la cabeza y el cerebro de dos segmentos tienen raíces profundas en el linaje de los artrópodos y que su evolución probablemente precedió al cerebro de tres segmentos que caracteriza a todos los miembros vivos de este diverso filo animal", añadió Moysiuk.
Aunque la diferencia entre tener un cerebro de dos o tres segmentos puede no parecer un gran cambio, en realidad tiene implicaciones científicas radicales.
Dado que en los cuerpos segmentados de los artrópodos se encuentran copias repetidas de muchos órganos, averiguar cómo se alinean los segmentos entre las distintas especies es clave para entender cómo se diversificaron estas estructuras en el grupo.
Estos fósiles -consideró el experto- son “como una piedra Rosetta, que ayuda a relacionar los rasgos de los radiodontos y otros artrópodos fósiles primitivos con sus homólogos en los grupos supervivientes".
Un descubrimiento que sorprendió al equipo es que Stanleycaris tenía, además de un par de ojos pedunculados, un tercer gran ojo central en la parte delantera de la cabeza, una característica nunca antes observada en un radiodonto.
El estudio subraya que estos animales tenían un aspecto aún más extraño de lo que se pensaba y que los primeros artrópodos ya habían desarrollado una variedad de sistemas visuales complejos como muchos de sus parientes modernos.
En el período Cámbrico, los radiodontes incluían algunos de los animales más grandes, como el Anomalocaris, que alcanzaba al menos un metro de longitud.
El Stanleycaris no superaba los 20 centímetros, pero en una época en que la que la mayoría de los animales no crecían más que un dedo humano habría sido un depredador impresionante,
Con grandes ojos compuestos, una boca circular y dentada, garras frontales con espinas, un cuerpo flexible y segmentado con aletas en los lados y provisto de sofisticados sistemas sensoriales y nerviosos que le habrían permitido detectar eficazmente pequeñas presas en la oscuridad, consideran los expertos.