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Las medidas de asistencia por el COVID a las mujeres en situación de prostitución

27 de Abril de 2020
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Mucho se ha escrito sobre este tema en las últimas fechas y muchas organizaciones también han pedido a sus gobiernos que brinden medidas de auxilio a las mujeres en situación de prostitución.

No cabe duda de que la pandemia le dio a los gobiernos una excelente oportunidad para ofrecer opciones de salida digna de la prostitución a las mujeres y no sólo opciones de reducción del daño que fueron usadas en su mayoría para beneficio de los propios proxenetas.

Los proyectos de reducción del daño tienen como objetivo minimizar los riesgos de salud de las mujeres prostituidas a través del uso de cloro y desinfectante mientras está en contacto con un prostituyente, no deben permitir besos y desnudarse y cambiar las sábanas después de cada servicio, si es posible.

Los tratantes y proxenetas de Tlaxcala, operan en Nueva York a través de deliveries, que son taxis que reciben llamadas de los prostituyentes y llevan a las chicas a los domicilios donde demandan servicios de prostitución, empezaron a operar de la misma manera en Puebla y Tlaxcala, sin importar si se pone en alto riesgo de contagio a las mujeres.


Las agencias de acompañantes que se ofrecen a las clases altas, ahora son explotadas dando espectáculos eróticos por internet y las que siguen operando recomendaron a las mujeres bañarse o ducharse con cloro, hacer gárgaras con productos desinfectantes.




Y es de llamar la atención que muchos gobiernos en las grandes urbes decidieron cerrar los hoteles, lo que provocó que, sobre todo, las víctimas de trata se quedaran sin techo porque a pesar de que por ejemplo en Amsterdam, no se permite que las mujeres vivan en los lugares donde se les explota sexualmente, ellas viven ahí y además deben pagar renta, lo que se suma a la deuda que les cobran los proxenetas.

Cuando se dieron cuenta que era un error, les volvieron a permitir entrar a los hoteles, pero no se ha verificado si siguen dando los servicios o sólo utilizan los hoteles como vivienda para resguardarse durante la cuarentena.

Julie Bindel en la Universidad del Banco del Sur, condujo un estudio integral sobre las barreras y oportunidades para salir de la prostitución. La gran mayoría de las 114 mujeres entrevistadas respondieron que preferirían estar haciendo cualquier otra cosa que vendiendo sexo. Ellas querían salir.

Aún aquellas mujeres que se identificaban a sí mismas como ‘acompañantes de clase alta’ hablaron de su experiencia en la prostitución como degradante, abusiva y traumatizante.

También Bindel realizó un estudio y entrevistó a docenas de hombres que pagan por sexo, en el Reino Unido y en otros países.

Los prostituyentes que se quedaron grabados en su mente son esos que encontró en los burdeles legales, como los de Nevada, en Estados Unidos, donde al entrar, con una evidente arrogancia y como si demostraran que estaban ejerciendo un derecho, elegían su ‘cita’ de una línea de mujeres que se exhibían a la entrada del burdel, mientras checaban en la recepción una lista de nombres de las mujeres y los resultados de sus análisis de sangre de esa semana exhibidos en la pared.

Los proxenetas sabían bastante bien que a pesar de las reglas escritas que exigían a los prostituyentes usar condones, muchos podían rehusarse, y por lo tanto le correspondía a las mujeres demostrar que estaban ‘sanas’.

Se argumenta que es seguro, para mantener la prosperidad del negocio, que las mujeres y los prostituyentes que asisten se laven frecuentemente las manos y usen gel antibacterial o sanitizantes. Este argumento sólo se utiliza para defender las ganancias de los proxenetas.

Y decimos que se perdió una oportunidad muy importante, porque se podía haber investigado las condiciones en que las mujeres se encuentran en la prostitución, si tienen o no proxeneta, qué necesitarían para salir de la prostitución, si tienen hijas e hijos dónde están, quién los tiene y en lugar de que el Congreso de la Ciudad de México insista en reglamentar la prostitución en la Ciudad, con la intención de reconocer a las mujeres en situación de prostitución como trabajadoras no asalariadas, en lugar de preocuparse por hacer una ley de cupos laborales, que les garantice a las mujeres oportunidades de trabajo decente, según la definición de la OIT o bien una ley que les garantice a todas y todos los ciudadanos de la capital los derechos sociales, económicos y culturales, a manera de conformar un piso básico para todas y todos.

La raíz del problema está en cómo se conceptualiza la prostitución y el lugar que tienen las mujeres y las violencias que se ejercen contra ellas desde los gobiernos.

Si se concibe a las mujeres como mercancías consumibles y si no se reconoce a la prostitución como una actividad precarizada que las mantiene en constante riesgo, con el único propósito de que los hombres desahoguen sus necesidades hormonales.

La prostitución no es ni sexo, ni trabajo y representa un constante peligro para las mujeres que son explotadas en esta actividad ilícita.



Cuando se cierra la puerta en el cuarto de hotel o de los pisos o de los lugares donde las llevan, quedan absolutamente vulnerables a las reglas y los deseos de los prostituyentes y cuando las regresan, quedan a expensas de los deseos de los proxenetas, quienes deciden si usan preservativo y en muchas ocasiones si las mujeres salen con vida de esos lugares.

Los países que han legalizado o descriminalizado el abuso comercial de mujeres tendrán que enfrentar las consecuencias y reconocer que la trata, el uso de drogas, las tasas de contagio del VIH y otras ITS, así como de explotación sexual infantil empeorarán cuando a los hombres se les dé carta blanca para pagar por sexo con mujeres vulnerables y en exclusión social.

Tendríamos que pedir rendición de cuentas a los mecanismos nacionales para la prevención, asistencia, protección y persecución de los delitos en materia de trata de personas a quienes no han ni siquiera opinado sobre las medidas para enfrentar la pandemia y proteger los derechos de las víctimas.

Finalmente, lo mismo va a suceder con la explotación reproductiva de las mujeres más pobres y vulnerables, a través de los vientres de alquiler, lo que seguramente propiciará un paraíso del turismo de la reproducción asistida, a través de los vientres de alquiler, lo que violará tanto los derechos de las mujeres en exclusión social como los derechos de las niñas y los niños a quien se les privará del derecho a conocer y estar en contacto con sus madres.

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