México: El día que Aurelia dejó de cantar

21 de Octubre de 2019
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Chilpancingo, Guerrero, México, octubre (SEMlac).- De niña, soñaba con ser cantante; cantaba en cualquier lugar, hasta cuando nadie la veía o escuchaba. También le gustaba bailar, quería estudiar una carrera y ser "alguien" en la vida. Pero, una noche, un hombre desconocido le cortó sus sueños y ella, en un arranque de estrés postraumático, cortó su proyecto de vida: hoy está en la cárcel, por asesinar a su bebé recién nacido, producto de una violación.

Es una joven de 20 años, originaria de Xochicalco, municipio de Chilapa. Tiene otros cuatro hermanos y sus padres, como la mayoría de los habitantes de las comunidades indígenas del Estado de Guerrero, se dedican a las labores del campo.

Aurelia es muy delgada. Desde muy niña, vivió en un ambiente de violencia familiar. Su padre, adicto en ese entonces al alcohol, golpeaba muy seguido a su mamá; la acusaba de andar con otros hombres, a pesar de saber que todo el día se lo pasaba en su casa o con él en el campo. La golpeaba hasta cansarse; a pesar de eso, ella nunca lo dejó.

Cuando tenía alrededor de cuatro años, con la llegada de su hermana y ante la imposibilidad de atenderla a ella y a la recién nacida, aunado al ambiente de violencia y temiendo algún ataque en su contra por parte de su padre, su mamá decidió enviarla a vivir con su abuela, quien tenía su casa no muy lejos de la suya.

Así, Aurelia iba y venía entre ambas casas; pero con el paso de los años, al crecer también su hermana, la convivencia se volvió álgida, peleaban mucho, por lo que a los 12 años, prácticamente, se quedó a vivir definitivamente con su abuela, quien siempre la cuidó.

Como pocas jóvenes de una comunidad, Aurelia sabe leer y escribir, habla náhuatl, estudió hasta el nivel secundario. Por falta de recursos, ya no pudo seguir, así que se quedó en su pueblo, ayudando a su abuela, a veces a su mamá. Nunca tuvo novio: ella quería estudiar, salir adelante, echarle ganas.

Una noche de marzo de este año 2019, al filo de las ocho de la noche, iba rumbo a la casa de su abuela, luego de estar con su mamá; no vio de dónde, solo sintió la fuerza de alguien que la jaló y le tapó la boca, al tiempo que le decía que no gritara y se la llevó hacia el monte, donde la violó. La liberó, no sin antes amenazarla con matarla a ella o su familia, si decía algo.

Desde ese día, Aurelia dejó de cantar, se encerraba en la casa de la abuela sin querer salir, tenía miedo de volver a encontrar a ese hombre y se repitiera la violación, o peor aún, que la matara a ella o a su familia. A veces salía con su abuela para visitar a su madre. Estaba todo el tiempo triste, lloraba siempre; cuando le preguntaban que tenía, "nada", respondía.

Al poco tiempo, se dio cuenta de que estaba embarazada. Desde entonces, su carácter cambio aún más: no solo estaba triste, ahora también preocupada. En más de una ocasión, su abuela, su madre y su padre le habían advertido que no "saliera con su domingo siete", es decir, que no se embarazara sin casarse. La golpearían y correrían de su casa si lo hacía.

Aurelia comenzó a tomar tés, quería que el producto "se le viniera", no lo quería. Era el resultado de una violación, no lo planeó, no conoció ni quiso a quien lo engendró, por eso quería deshacerse de él.

Fueron días, semanas, meses llenos de angustia, de miedo, sin saber qué hacer, ni a dónde ir; sin dinero y sin nadie que la apoyara.

Pero por más tés que tomaba, "no se le venía". Una esperanza sintió que le llegó cuando su tía política -esposa del hermano de su mamá-, en el mes de agosto, fue a su pueblo y le ofreció trabajo, le pidió se fuera con ella a Iguala y le ayudara en los quehaceres de su casa. Sin pensarlo dos veces, aceptó.

Al llegar a Iguala, la tía quizá sospechó o vio algo raro, le preguntó en un par de ocasiones si estaba embarazada, "no", le respondió Aurelia. Ya no pudo seguir tomando tés para provocar el aborto. A nadie le dijo que estaba embarazada.

El trabajo que realizaba Aurelia en casa de su tía no era para nada sencillo. A veces tenía que cargar pesado y esto, junto a su estado de salud y ánimo, provocó que alrededor de las seis de la tarde del día 6 de octubre, con ocho meses de gestación, comenzara a sentir dolores. No salió de su cuarto, a pesar del dolor y el miedo; se acostó en su cama, pensó que pronto pasaría; sin embargo, no fue así, ya estaba en labor de parto.

Al filo de las ocho de la noche, nació su bebé. Sabía que tenía que cortar el cordón umbilical, lo hizo y, a partir de ahí, todo se hizo borroso, confuso.

Un par de horas después, su tía la encontró ensangrentada; pensando que algo le había pasado, la llevó al hospital general de Iguala. Ahí se dieron cuenta que había dado a luz. Al bebé lo encontraron sin vida, en una caja de cartón, con huellas de haber sido atacado con arma blanca. No había duda: Aurelia era la responsable.

Luego de ser atendida y de encontrarse estable en su salud, fue trasladada a los separos de la agencia del ministerio público. Ahí, una mujer que al parecer estaba de guardia -aunque no vestía uniforme-, al verla, comenzó a insultarla: "eres una basura, irás al infierno. No mereces vivir, ojalá te hagan lo mismo", le había dicho, la abofeteó y, con un empujón, la obligó a entrar a la celda.

En audiencia inicial, y luego de determinar como legal su detención, el Juez de Control formuló imputación y la vinculó a proceso; le dictó prisión preventiva oficiosa como medida cautelar y fue recluida en el Centro de Reinserción Social de Tuxpan, que se ubica en el mismo municipio de Iguala.

Su tía avisó a sus padres, quienes vinieron desde Xochicalco para saber qué había pasado. Otra vez la angustia y el terror de enfrentarse a ellos, ahora no solo por haberles ocultado la violación, el embarazo, sino enterarse de lo que había hecho.

Al verla, su mamá se soltó a llorar, solo atinó a preguntarle por qué no le tuvo confianza para contarle lo que le había pasado; también le preguntó por qué hizo lo que hizo… esas mismas preguntas le hicieron su tía, su tío, su prima, su hermano.
Su prima, que vive en Iguala y no tuvo hermanas --así la quiere--, le ha dicho que, a pesar de todo, la seguirá queriendo y la apoyará todo el tiempo.

Sus padres, que nunca pensaron en salir de Xochicalco, regresaron a su pueblo a vender sus animales, han decidido mudarse a Iguala para estar más cerca de Aurelia, del proceso al que está sometida. Aurelia tenía 40 gallinas, esas también serán vendidas y ya no podrá cuidarlas, además el dinero servirá para "algo".

Aurelia no recuerda lo que pasó esa noche del 6 de octubre, solo recuerda los dolores, que nació el niño, lloró una vez y nada más.

Desde esa noche, no puede dormir, tiene pesadillas, casi siempre sueña lo mismo: con la casa de su abuela, su abuela y su madre. Pero también con una de sus tías, que vive en su pueblo y que desde muy niña la maltrató; no perdía la oportunidad de golpearla con carrizos, con un lazo, o gritarle a veces sin motivo alguno. Quizá la odiaba por alguna razón que Aurelia nunca ha sabido.

Aurelia también come poco, casi no habla, incluso en más de una ocasión ha pensado en quitarse la vida, aventarse de algún lugar alto, colgarse. Si no la obligaran, no se levantaría de la cama ni se bañaría; a veces le duele la cabeza. Se siente miserable, un completo fracaso; pero, sobre todo, culpable y que debe ser castigada.

De acuerdo con la valoración psicológica, Aurelia requiere de un tratamiento psiquiátrico; de lo contrario, en algún momento, podría atentar contra su vida.

La explicación psicológica para tratar de esclarecer lo que pasó es que, luego del parto, Aurelia entró en un estado de estrés postraumático; debido al abuso sexual del que fue víctima, revivió el ataque sufrido.

El estrés postraumático es muy común en personas que han sido sometidas a eventos traumáticos como violaciones o abusos físicos, entre otras situaciones. No es justificable el delito que Aurelia cometió, fue llevada a ese estado como consecuencia de la violencia sexual de que fue víctima.

Aurelia espera su próxima audiencia, que podría llevarse a cabo en enero del año que viene. Piensa que en algún momento las cosas mejorarán y, quizá algún día, podrá seguir estudiando, tomar clases de cumbia y volver a cantar.

El Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública señala en su página oficial que, en lo que va de 2019, han recibido 2.584 incidentes de violación en el país, de los cuales, 24 corresponden a Guerrero.

En tanto, la organización denominada "Marea Verde" menciona que, en México, se registra una violación cada cuatro minutos y 10 asesinatos por día por motivos de género.

Por otro lado, el Congreso del Estado ni siquiera ha considerado en su agenda legislativa la discusión para legalizar el aborto, han insistido en la urgencia de atender lo establecido en la norma 046-SSA2-2015 y se modifique el artículo 159 del Código Penal Estatal para que la práctica del aborto, en caso de violación, se autorice sin previa comprobación de los hechos por el Ministerio Público y solo sea necesaria la solicitud por escrito bajo protesta de decir verdad por parte de la afectada.

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