En 2018 Maduro se afianzó en el poder a costa de su legitimidad

26 de Diciembre de 2018
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Caracas, 26 Dic (Notimex).- El presidente Nicolás Maduro termina 2018 afianzado en el poder tras las polémicas elecciones de mayo en Venezuela, las cuales fueron desconocidas por varios países, mientras ensayó un plan económico con una nueva moneda que se desvaneció en menos de tres meses por la hiperinflación.

Maduro logró silenciar a la oposición después de un fracasado intento de diálogo en República Dominicana y en agosto la acusó de haber planificado un atentado con drones cargados con explosivos.

La deriva del gobierno profundizó su aislamiento, con frecuentes advertencias del Grupo de Lima y nuevas sanciones de Estados Unidos y la Unión Europea contra personalidades del círculo de poder bolivariano.

La crisis económica siguió empujando a millones de venezolanos fuera del país en búsqueda de mejores oportunidades en Brasil, Colombia, Ecuador, Perú, Chile y Argentina.

Para fines de 2018, Naciones Unidas estimaba que alrededor de tres millones de personas salieron de Venezuela en la prolongación del éxodo ya considerado preocupación regional.

El año arrancó con una acción militar contra el policía rebelde Óscar Pérez el 15 de enero. En la operación murió Pérez y cuatro miembros de su grupo de alzados, quienes se atrincheraron en una vivienda abandonada en la localidad de El Junquito, en las afueras de Caracas.

En las semanas siguientes, delegaciones del gobierno y la oposición se encontraron en Santo Domingo para negociar una fecha para los comicios presidenciales que por tradición debían realizarse en diciembre.

Tras semanas de pláticas, la oposición se negó a firmar un proyecto de acuerdo, alegando que no ofrecía garantías de unas votaciones limpias. El gobierno decidió suscribir el documento por su parte, después que la Asamblea Constituyente, dominada por el chavismo, fijó las elecciones para el 20 de mayo.

La oposición se retiró en bloque de los comicios, aunque el dirigente opositor Henry Falcón aceptó participar apoyado por tres pequeños partidos, mientras los más grandes denunciaron que las votaciones no serían democráticas por la inhabilitación de candidatos e ilegalización de partidos.

Maduro impuso en su discurso proselitista que habría elecciones “llueva, truene o relampaguee”. Y efectivamente así ocurrió.

El 20 de mayo, Maduro enfrentó a Falcón en unas elecciones repletas de denuncias y una oleada de abstención opositora.

Sin éxito, Falcón impugnó el proceso por la compra de votos a través del llamado carnet de la patria, con el cual se ofreció un premio en metálico a votantes registrados en el sistema de subsidios del gobierno.

Pese a ello, el Consejo Nacional Electoral (CNE), que es cuestionado por la oposición, proclamó la reelección de Maduro para el mandato 2019-2025. Dijo que ganó la reelección con 68 por ciento de los votos, contra 20.2 de Falcón.

Los resultados electorales fueron desconocidos por varios gobiernos, que los consideraron un evento no democrático, lo que prolongó su aislamiento internacional.

Mientras el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, encabezó el grupo de países que desconocieron la elección, Maduro obtuvo el apoyo de Rusia, China y Turquía y en el hemisferio occidental de Cuba, Bolivia y Nicaragua.

Producto de esas polémicas elecciones, Maduro asumirá un segundo mandato el próximo 10 de enero, enfrentando un desconocimiento internacional.

En agosto, Maduro denunció haber sido blanco de un intento de asesinato con drones cargados de explosivos. En un desfile militar en la céntrica avenida Bolívar, uno de los aparatos explotó en el aire y el otro se estrelló contra un edificio, lo que causó una alarma nacional.

Maduro aprovechó el incidente para arremeter contra la oposición. El diputado Julio Borges, quien encabezó la misión opositora en los diálogos de República Dominicana, fue acusado de ser el auto intelectual. El legislador afirmó que se trataba de una venganza de Maduro por negarse a firmar el acuerdo electoral.

En medio de la crisis provocada por la hiperinflación y la recesión, Maduro impuso un programa para enfrentar el deterioro. El plan tuvo como principal elemento la introducción de una nueva moneda, el bolívar soberano, resultado de la eliminación de cinco ceros al bolívar fuerte.

Fue la segunda reconversión monetaria en 10 años y el programa no incluyó medidas antiinflacionarias. Fue acompañada por el aumento de impuestos y un drástico incremento del salario mínimo, que pasó de uno a 30 dólares, así como de nuevos controles de precios de bienes de consumo.

Maduro lo bautizó como “programa de recuperación y prosperidad económica”, afianzado en la criptomoneda Petro, que fue prohibida por Estados Unidos. Sin embargo, la inflación, que según estimaciones independientes superó un millón por ciento en el año, pulverizó el bolívar soberano en menos de tres meses.

El gobierno dijo haber liberado el mercado cambiario después de más de 15 años de controles, pero dejó las operaciones dependientes de aportes de particulares. En este ambiente, siguió imponiéndose el mercado negro.

Entonces continuó una agresiva devaluación del bolívar soberano, que termina el año en cerca de 800 bolívares, cuando a fines de agosto estaba en 71 bolívares. Por su lado, la tasa oficial arrancó en 60 en agosto y cierra 2018 por encima de 500 bolívares.

El plan de Maduro siguió incompleto, ya que la gasolina siguió siendo la más barata del mundo, a pesar de un ensayo nacional para fijar un precio a nivel internacional.

El subsidio a la gasolina supera los 10 mil millones de dólares año y Maduro alegaba que su programa económico incluiría llevarla a precios internacionales.

El año termina con los choferes llenando el tanque con un combustible regalado, aproximadamente a 0,006 soberanos por litro. Se acostumbra dejar más dinero en propina a trabajadores en las surtidoras.