¿Por qué las iglesias desconfían del presidente Duterte?

24 de Septiembre de 2017
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Quezon City, Filipinas, 24 Sep (Notimex).- Fue en 2015 cuando el actual presidente filipino Rodrigo Duterte calificó con una palabra soez al Papa Francisco, que estaba de visita en Manila.

En ese momento él era alcalde de la ciudad de Davao. ¿La razón de tanta rabia? Duterte había señalado al pontífice como la causa de una "alteración molesta del tráfico de la ciudad".

Aunque una vez asumida la Presidencia del país intentó arreglarlo con misivas "clarificatorias", las relaciones con la Santa Sede y, en particular, con las iglesias cristianas locales sigue siendo tensa debido a las continuas violaciones de los derechos humanos que se dan en el país en el marco de la campaña contra las drogas que emprendió.
Actualmente las iglesias filipinas, reunidas bajo el nombre Rise Up, constituyen una oposición política firme contra el "presidente-sheriff".

Si bien la diplomacia intenta limar asperezas en las relaciones con el Vaticano, la brecha entre Duterte y las iglesias filipinas no parece disminuir sino que, por el contrario, se hace más grande. Esto se debe sobre todo a la campaña que lanzó el gobierno contra las drogas.

Según datos oficiales, durante las operaciones policiales y las intervenciones de los llamados “vigilantes” -autores de ejecuciones sumarias extrajudiciales cuyos jefes serían las propias autoridades- ha habido tres mil 200 muertos –siete mil, de acuerdo con organizaciones humanitarias-, incluyendo traficantes de drogas y drogodependientes.

Varios grupos religiosos condenan las ejecuciones extrajudiciales, que califican de "pena de muerte de facto", sin la necesidad de una ley sobre la pena de muerte ni de procedimientos judiciales largos.

En las parroquias se siguen distribuyendo folletos con la consigna "Detened la matanza", pero en la puerta de las iglesias aparecen carteles impactantes en los que se ve a personas muertas en un charco de sangre, algo que evidentemente atrae la atención de los fieles.



Rise Up nació para hacer de altavoz de estas denuncias. "Somos una red de iglesias cristianas -explica Norma Dollaga, diaconisa de la Iglesia Metodista en Quezon City- comprometidas a poner fin a la masacre que lleva a cabo Duterte”.

“Englobamos -dice- a las principales iglesias del país, desde las católicas hasta las protestantes, y a asociaciones sectoriales. Contamos con la ayuda de abogados especializados en derechos humanos y psicólogos”.

“Ayudamos a los familiares de las víctimas de la guerra contra las drogas recabando testimonios y pruebas de la culpabilidad de las autoridades. Hemos constatado que para obtener resultados tangibles necesitamos levantar la voz juntos, organizar manifestaciones, hacer presión", añade.

"La eliminación de los presuntos delincuentes -continúa la diaconisa- es mucho más efectiva que la ley, según los partidarios de Duterte. Si eres drogadicto te consideran un enemigo del Estado porque es el propio presidente quien dice: ´Eres un enemigo, te mataré´”.

“No olvidemos que Duterte incita a los filipinos a matar a la gente que tiene algo que ver con las drogas. La pobreza y la drogodependencia están íntimamente ligadas. La explotación, la opresión, la falta de servicios sociales básicos, la imposibilidad de acceder a la educación y al derecho son condiciones que conducen a la prosperidad del narcotráfico”, señala.

Duterte, quien asegura que "habla directamente con Dios" y que goza de un gran número de seguidores en todo el país, ha calificado abiertamente a los sacerdotes y obispos que se oponen a sus medidas represivas de "hipócritas".



"Deberían tomar shaboo para entenderlo", ha dicho refiriéndose a una metanfetamina muy consumida en las Filipinas. El presidente sostiene que su política sirve para defender a los jóvenes de la adicción a las drogas y asegura estar listo para "defender el futuro de las nuevas generaciones a cualquier precio".

Mientras tanto, promueve una ley para la restauración de la pena de muerte en el Parlamento, cosa que agranda la brecha con las iglesias.

"Por culpa de la guerra contra las drogas -dice el fraile carmelita Gilbert Billena O Carm de la Parroquia San Isidro Ladrador en Quezon City- miles de madres pierden a sus hijos. Los niños se convierten en huérfanos y a menudo son testigos del asesinato de sus padres. Todo esto es una barbarie”.

“¿Por qué, a pesar de esta intensa campaña, todavía hay tanta droga? Los suministros aún no se han cortado. Todos saben perfectamente que es la propia policía la que crea pruebas falsas contra los presuntos traficantes de drogas y los drogadictos. Primero los matan irrumpiendo en su casa, luego disparan una pistola que ponen en sus manos y finalmente dicen que han actuado en legítima defensa", denuncia el fraile.

Y añade: "¿Por qué, a pesar de esta intensa campaña, todavía hay tanta droga? Nuestro trabajo en Rise Up es decirle al gobierno que matar no es la solución contra el consumo y la proliferación de las drogas. Queremos hacerles entender que existe una alternativa a la lucha contra las drogas, es decir, la concienciación cultural de los jóvenes y la rehabilitación de los drogadictos”.



“En todo el país hay solo unas 40 clínicas especializadas en rehabilitación de drogas; ¿por qué no se invierten más fondos en esta dirección? Los médicos pueden ayudar a las personas con adicciones a las drogas, no las balas de una pistola", finaliza.