Incertidumbre, antesala de lo nuevo

16 de Enero de 2015
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Cimacnoticias | México, DF, 15 Ene 15.- “En la incertidumbre encontraremos la libertad para crear cualquier cosa que deseemos”
Anónimo

¿Qué pasará conmigo este año? ¿Qué pasará con el país? ¿Seguirá la violencia? ¿Lograremos construir un país más democrático y por tanto más armónico y en paz?

¿Seguiré en mi trabajo? ¿Podré terminar aquello que he empezado? ¿Podré empezar o retomar aquello que he postergado? ¿Tendré salud y mis seres queridos también?

¿Morirá alguien cercano? ¿Qué pasará?

Muchas de estas preguntas están presentes en nosotras y nosotros en voz alta y en voz baja cuando nos encontramos ante la posibilidad de iniciar algo nuevo; al mismo tiempo también existe la sensación de inquietud, entusiasmo y nerviosismo.

Después de un social, físico, climático y emocionalmente alto en el camino que todas y todos hacemos conscientes o no con los cierres del año, lo cierto es que ante el inicio de año y ante cualquier inicio experimentamos muchas emociones que a veces no podemos definir, y una de ellas es la sensación de incertidumbre.

La incertidumbre se refiere a la duda o perplejidad que sobre un asunto o cuestión se tiene; también se suele llamar incertidumbre a la inseguridad que un individuo puede experimentar tras determinado suceso**.

Es la falta de seguridad, de confianza o de certeza sobre algo, especialmente cuando esto crea inquietud, como el cierre e inicio de cualquier situación en nuestras vidas, aunque al final del camino el resultado sea siempre para bien.

La sensación de incertidumbre es ambivalente porque provoca al mismo tiempo temor y esperanza, paraliza e impulsa y/o genera desolación y gusto.

Es una emoción que generalmente se vive amenazante, aunque la realidad es que el origen de las diferentes sensaciones que nos provoca la incertidumbre está ahí desde que nacemos y empezamos la aventura de vivir.

Sin embargo, a pesar ser una sensación intrínseca a nuestras vidas, parece que no estamos preparadas para enfrentarla y dejarnos fluir en ella hacia donde nos lleve “sin empujar el río”, como decía Fritz Perls***.

En nuestra sociedad occidental nos educan a vivir o al menos a buscar la mayor certeza posible, a pesar de que la realidad es que vivimos en una sociedad constantemente cambiante, en un Distrito Federal congestionado y contaminado, con un volcán Popocatépetl en latente erupción, con disputas entre políticos, con desapariciones, asesinatos, secuestros y atracos.

Un mundo donde no sabemos si las niñas de Nigeria regresarán a casa, o cuándo y en dónde será el próximo atentado como el vivido recientemente contra la revista Charlie Hebdo en Francia, es decir, vivimos en una sociedad donde la incertidumbre está presente, sin embargo tratamos de evadirla, borrarla y de vivir en “el como si”…

“Como si” no existiera todo lo que acabo de nombrar anteriormente, y hacemos “como que” no sucede nada para encontrar alguna certeza que disminuya nuestras angustias.

Y es que la incertidumbre, ya sea económica, política o social, está asociada a lo desconocido y eso provoca inseguridad, estrés, ansiedad y miedo; aunque estas emociones no sean detectadas por todas las personas, la realidad es que ahí están siempre.

Cualquier situación que nos haga transitar de una sensación de confianza a una de angustia necesariamente será vivida con incertidumbre.

Es a lo que socialmente se refiere Zygmunt Bauman****, cuando habla del paso de una fase “sólida” de la modernidad a una fase “líquida”, por ejemplo la desaparición de referentes conocidos como la tiendita de la esquina (fase sólida) por un gran edificio de departamentos (fase líquida). O la ruptura de ciertos códigos que generan incertidumbre y por lo tanto una ansiedad generalizada.

Ansiedad que nos hace sentir inquietud, indefensión, vulnerabilidad, desconfianza, recelo y que deshace la experiencia del presente, y coloca a quien la vive en aquello por venir, en un compás de espera.

Mujeres y hombres padecemos la incertidumbre y nos es difícil integrarla a nuestras vidas con naturalidad porque es un impasse entre el tránsito del deseo no cumplido (como los deseos de Año Nuevo) y el miedo.

Es posible que manifestemos las emociones que nos genera de manera diferente dependiendo del género al que pertenezcamos, sin embargo ningún ser humano nos escapamos de sentirla. Es un movimiento en el que no es nada sencillo mostrar serenidad porque lo nuevo aún no llega.

Quizás algunas lectoras y lectores hayan identificado esta sensación de incertidumbre que generalmente se exacerba en estas fechas, lo que dificulta detectarla cuando el mandato social nos “obliga” a estar felices por el cierre de un año y el inicio de otro.

Para afrontar el sentimiento de incertidumbre sugiero empezar por aceptar que la sentimos con todas las emociones que genera, después sentir nuestros deseos y darles rienda suelta manifestándolos al menos con nosotras mismas, detectando nuestro miedo y entusiasmo para entonces permitirnos recibir el presente con todo aquello que traiga consigo.

Deseo que el Nuevo Año traiga consigo salud, paz y justicia social para todas y todos.

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