Edificio Canadá, un gigante que se rehúsa a morir

08 de Octubre de 2018
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México, 8 Oct (Notimex).- Desde hace 60 años el gigante de acero y concreto que vive en Insurgentes 300, en la colonia Roma, ha mirado la bulliciosa vida de la capital mexicana, de sus entrañas las historias de resistencia y un pasado glorioso nacen todos los días sin que nadie las mire.

Todos lo han visto, se trata del mejor conocido como edificio de la Canadá, un gigante que vio sus mejores años en la década de los años 60, cuando personalidades como Mauricio Garcés y Silvia Pinal deambulaban por alguno de los más de 400 despachos, por esos días los brillantes vidrios del edificio reflejaban el Sol y la modernidad; ahora sólo esperan a que alguien se haga cargo de ellos.

En entrevista con Notimex, el presidente del Comité de Vigilancia del edificio Insurgentes 300, Javier Palma, explicó que a la edificación la respalda no sólo el barrio que la vio nacer, sino también los constantes dictámenes de seguridad estructural a los que es sometida la construcción a la que muchos califican como insegura, sin embargo, existen papeles que avalan lo contrario.
Además, puntualizó que la vocación para la cual fue construido este emblemático edificio con tendencias arquitectónicas del International Style en 1956 es sólo de uso condominal para despachos; sin embargo, tras el sismo de 1985 algunos propietarios abandonaron el lugar dando paso a inquilinos que insisten en establecer ahí sus viviendas.

El edificio Canadá comenzó su declive en 1985 cuando algunos propietarios abandonaron el lugar, por aquellos días familias que vieron una oportunidad de vivienda ocuparon algunos despachos adaptados para uso habitacional, sin embargo, las licencias que datan de 1956 y 1959 sólo avalan uso de oficinas.

Se trata de al menos unas seis familias, abundó al mencionar que ello consiste en un riesgo debido a que estructuralmente este edificio no está para albergar viviendas, y aún cuando tiene una particular inclinación aseguró que este viejo pero aún resistente armatoste “así nació” y no fue resultado de los sismos que ha soportado el coloso.

Los trabajos para construir el también conocido como Coloso de Medellín comenzaron por ahí de 1956, a la mitad de su construcción probó por primera vez su resistencia tras el temblor de 1957, cuando hasta el Ángel de la Independencia rodó sin miramientos por la avenida Paseo de la Reforma.

La segunda vez que demostró fortaleza fue tras el paso del terremoto de 1985, cuando un buen número de edificios cedió ante los movimientos de la tierra; recientemente tras el paso del temblor de septiembre del año pasado observó en pie y estoicamente el derrumbe de otros edificios de la colonia Roma; así, el gigante que se niega a morir ha visto de todo.

Los anuncios en distintas publicaciones de periódicos de aquellos tiempos lo ofrecían como uno de los primeros edificios destinados solo a oficinas, en sus primeros años vio desfilar a magistrados y personalidades de la vida empresarial de aquellos días que descendían directo de sus autos al edificio por una brillante bahía, el edificio nació con estrella, una que no se quiere apagar ni con el paso del olvido.
Con 56 metros de altura, 17 pisos, un helipuerto y dos estacionamientos subterráneos vio sus mejores tiempos antes del sismo de 1985, cuando aun con dictámenes que avalaran su seguridad muchos propietarios decidieron abandonar el sueño de glamour y estilo que ofrecía por aquellos días.

Luego de 1985, el coloso que prometía ser un centro de negocios emblemático de la ciudad ha presenciado eventos menos afortunados, desde las constantes luchas por la administración del condominio hasta el asesinato en 1995 del magistrado Abraham Polo Uscanga en el piso nueve.

Incluso un incendio en 1992 y diversos desalojos tanto para verificar la seguridad estructural tras el paso de sismos, como uno hace dos años en el que un grupo de personas, en su mayoría de origen centroamericano llegó a habitar a la mala al interior del edificio.

Sin embargo, en la actualidad unas seis familias viven en el condominio pese a que las condiciones no son adecuadas para albergar familias “¿cuánto crees que aguante el edificio con viviendas aquí?, no le garantizo ni un mes, es más ni 15 días”, señaló Palma quien a su vez recordó el sinfín de esfuerzos para evitar que el edificio sea ocupado por personas que no acrediten la propiedad.

En ese sentido, Palma explicó que no nada más se trata de que las personas entren y adapten los despachos para vivir ahí y se deben revisar otras situaciones que garanticen la seguridad de quienes insisten en habitar ahí, condiciones que el edificio no ostenta debido a que fue pensado sólo para uso de oficinas.

A diferencia de las publicaciones antiguas que promocionaban las lujosas accesorias de la planta baja, en la actualidad coexisten diversos locales de tatuajes, cafeterías y ropa para jóvenes del movimiento dark, en tanto que por Medellín los amantes de la vida nocturna acuden a acabar la fiesta a alguno de los antros que ahí existen.

En contraste con la parte exterior del edificio en la que se observan vestigios de un pasado mejor, vidrios rotos, mosaicos sueltos, tendederos con ropa secándose al Sol e incluso rastros de un incendio de muchos años atrás, el interior cuenta con pasillos limpios y bien iluminados, en cada descanso las plantas vivas contrastan con el silencio de los pasillos en forma de escuadra.
La mayoría de los despachos están cerrados, aunque hay otros con barras de metal que cruzan las puertas “sólo así los cuidamos de quienes de quieren meter”, dijo Palma; en otros despachos la vida laboral de quienes ahí trabajan se desarrolla en paz, el lugar cuenta con seis elevadores; aunque sólo uno funciona hasta el piso nueve y otros de largo alcance que ya ha sido habilitado hasta en 90 por ciento sólo que no lo echan a andar debido a que quienes no pagan sus cuotas buscan beneficiarse.

La construcción, edificada con concreto reforzado y vidrio fue terminada en 1958 y también fue unas de las primeras en contar con elevadores en la colonia, información del Laboratorio de Investigación Vespa, en Canadá, refiere que a este edificio se le conoció como Canadá ya que al menos durante dos décadas los alzados del ala norte estaban iluminados con la publicidad para la hoy extinta zapatería cuya desaparición data de mediados de 1990 para dar paso a Coppel, que después del sismo de septiembre pasado abandonó el edificio.

Durante años, la leyenda “México Calza Canadá” era vista por vehículos, transeúntes y quien la quisiera mirar, luego, las letras del anuncio fueron desmanteladas para ser expuestas en el museo de Arte Carrillo Gil.

Palma agregó que con el paso de los años han sido grandes los esfuerzos por mantener en pie al coloso; sin embargo, con las constantes pugnas por la administración, conflictos entre vecinos en el interior y la vida misma que pasa por los corredores del interior dificultan una resolución del destino del lugar.

Lo que buscan, añadió, es llenarlo de sangre nueva, de personas que entiendan el valor no solo histórico de edificio sino la funcionalidad del mismo y aunque se confesó cansado de los trajines por mantenerlo en pie, señala que el edificio es un gigante que se rehúsa a morir.

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