Kos, inicio “dorado” para migrantes que huyen de guerras en Asia

28 de Agosto de 2015
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Refugiados en Kos. FOTO/NOTIMEX
Refugiados en Kos. FOTO/NOTIMEX
Kos, Grecia, 28 Ago (Notimex).- El rostro juvenil de Mohamad se ilumina con una sonrisa al mostrar los papeles que representan su libertad. En una mano, el documento escrito en griego y en árabe que le autoriza permanecer en Grecia por hasta 30 días; en la otra, el billete del ferry que le sacará de Kos luego de diez días de espera.

Le costó dos horas y media, dos intentos y mil 300 dólares llegar hasta esta pequeña isla griega, separada del balneario turco de Bodrum por 20 kilómetros de un mar habitualmente placible.

En el primer intento fallido, a partir de Izmir, más al norte de Turquía, la guardia costera turca detuvo el bote en el que se encontraba.

El traficante le devolvió el dinero y lo aconsejó a probar Bodrum, menos vigilada.

“Tenía un seguro”, se ríe y, ante la perplejidad de la periodista, añade: “Sí, ofrecen esa opción: si el viaje no se hace, te devuelven el dinero. Está todo muy organizado”.

A bordo del bote de caucho que zarpó de Bodrum dos días más tarde iban también dos primos suyos, dos amigos y otros 45 compatriotas desconocidos que, como Mohamad, no vieron otra alternativa que abandonar su Siria natal en manos de los diferentes grupos armados y del criticado gobierno de Bashar al-Assad.

“Assad envía a la aviación a soltar bombas sobre nuestras cabezas. Y por todas las partes está Daech (acrónimo en árabe del grupo terrorista Estado Islámico). Huimos de Damasco (capital siria) hace tres años, hacia Jordania. Pero no hay futuro en Jordania. Allí no puedo pagar los estudios”, afirma Mohamad.

Así que los tres primos de 23 años y los dos amigos de 27 y 29 años decidieron buscar la vida en Alemania, siguiendo el ejemplo de algunos conocidos.

“Nos han dicho que el viaje es duro, pero que allí hay ayuda para los refugiados y que podremos estudiar”, cuenta Emad, uno de los primos, que pretende concluir los estudios de odontología que cursó durante los dos últimos años en Yémen, país árabe también asolado por la violencia islamista.

El viaje del grupo empezó en un vuelo hacia Estambul, la capital turca, y continuó en un autobús hasta Izmir, más al sur, donde los cinco fueron abordados en un café por un traficante que les propuso sus servicios.

“No hace falta buscar. Te sientas en un café y pronto viene uno preguntando si quieres cruzar hacia Grecia, luego otro y más otro. Nos reconocen por la fisionomía. La mayoría (de los traficantes) son turcos, pero hay sirios también”, explicó Emad a Notimex.

La travesía marítima hasta Kos es sólo una etapa más de un periplo que recomenzará mañana en Atenas, tras ocho horas de viaje en ferry.

Desde la capital griega, los jóvenes sirios pretenden tomar un autobús para Tesalónica, luego seguir a pie hasta Macedonia, para después cruzar Serbia, Hungría y Austria, último país antes de Alemania.

Es la llamada “ruta de los balcanes”, que los candidatos al asilo se explican unos a otros, convirtiéndola en la más popular entre los inmigrantes que buscan llegar al norte de la Unión Europea de manera ilegal.

Los cinco jóvenes sirios harán el viaje terrestre solos, sin la ayuda de traficantes.

“Tenemos GPS. Todo saldrá bien. No tengo la más mínima preocupación”, asegura Emad, con aire aventurero, enseñando el aplicativo en su teléfono celular.

“Pudiéramos haber volado directamente de Estambul a Berlín. Nos habría costado menos. Pero Alemania no da visados a los sirios. Esa es la única manera que tenemos de huir de la guerra”, afirma Amr, el tercer primo, que lleva en el bolsillo cerca de 3.5 mil euros reunidos por su familia para permitir su viaje.

Incluso por mar, el viaje les habría costado quince veces menos con un visado: 25 para la travesía de Bodrum a Kos, más 57 para el ferry hasta Atenas.

En Kos, antes de continuar la ruta clandestina, los cinco amigos se fijaran la regla de comer una vez y gastar no más que cinco euros al día.

Por las mañanas, usan las fuentes públicas del paseo marítimo para ducharse y lavar las pocas prendas que traen como única posesión, además de los smartphones con los que mantienen contacto con la familia a través de las redes sociales y del aplicativo whatsapp.

Sin embargo, rechazan que se les tomen fotos o videos por una mezcla de miedo y vergüenza a que se les reconozcan en Siria.

“No conté a mis amigos lo que estoy haciendo, sólo a los más cercanos. No queremos que sepan. Nuestra familia podría tener problemas”, afirma Emad.

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