En entrevista con Notimex, la interna del Cereso de Tijuana, Karla Ortiz, originaria de Chiapas, consideró que cuatro años y medio de permanecer en la cárcel, le han enseñado que este tipo de lugares son una escuela en la que tiene la oportunidad de aprender muchas cosas.
“He crecido en muchas áreas, que tal vez ni en las mejores escuelas de allá afuera pueden capacitarnos, como trabajar la humildad, la tolerancia y el respeto. En este lugar, la vida nos enseña todas estas cosas y aspectos que nos transforman, motivan y reinventan”, dijo.
Señaló que le gusta mucho trabajar, que cada mañana se levanta con energía, con ganas de devorar el mundo, y el trabajo que realiza hace que cada día esté fresca. “Tengo 36 años, mis dos hijos, Carlos y Jorge, viven en Chiapas, no los veo desde hace cinco años”, dijo.
Sobre la razón por la que está en el Cereso, con tristeza explicó que “aún no estoy sentenciada, estoy en proceso por un homicidio en el cual yo estaba presente en un trabajo que tenía aquí en Tijuana, pero soy inocente; el proceso desafortunadamente es largo y estoy todavía en eso”.
“Soy licenciada en Pedagogía, laboraba en una empresa en Cancún, en un trabajo que me gustaba mucho, capacitando al personal de nuevo ingreso, esa era mi vida; he sido una mujer profesionista, la mujer que soy ahora en el interior, en esencia es la misma”, señaló.
Destacó que da clases en la cárcel y trata de compartir su experiencia con sus compañeras y motivarlas. “Siempre trato de estar ocupada, sí he cambiado, he trabajado muchas áreas, porque en la vida a veces uno es muy soberbio y mal agradecido”, enfatizó.
Karla Ortiz indicó para la agencia Notimex, que en la cárcel valora cada detalle mínimo, que el tiempo como interna le ha brindado enseñanzas, y que cuando salga se irá renovada, aun cuando sus hijos no han podido visitarla, sólo un hermano y esposo.
“Cuando mi hermano vino a visitarme fue un momento muy bonito, porque las visitas mentalmente nos sacan de este lugar, cuando él se retiró me quedé triste, porque no tiene ninguna necesidad de venir y seguirme, no me ha dejado sola en ningún momento”, comentó.
Manifestó que sabe que su mamá se levanta muy temprano para atender a sus hijos, que su hermano se levanta de madrugada para ayudarlos también y que su esposo se endereza con mucha fuerza para continuar apoyándola. Esa es su motivación.
“Mi mamá es una guerrera, esa es mi mayor fuerza, porque en ningún momento por esta situación se ha quebrado, siempre está fuerte para mí, para darme esa fuerza; mis niños están muy bien, porque están al cuidado de ella, son niños felices”, dijo.
Karla Ortiz indicó que “cuando uno llega a este lugar se da cuenta que hay tantas historias de vida, que somos seres humanos igual a los que están afuera, sólo nos divide una línea muy corta porque en cualquier momento, la persona que descalifica, accidentalmente puede cruzarla y llegar a aquí”.
“A mí no me avergüenza estar aquí, al contrario, cuando salgan, háganlo con la frente en alto y digan que venimos a este lugar y cambiamos; yo nunca he consumido ninguna droga, estaba trabajando, lo mío fue circunstancial”, manifestó la mujer.
Señaló que su convivencia en la cárcel es buena, que es difícil la integración porque todas son diferentes; “me tocó llegar cuando éramos muchas, 13 mujeres por celda y dormíamos en el piso, era difícil adquirir cama, actualmente todas tenemos una”, añadió.
Agregó que después de que va pasando el tiempo, “nos cae el veinte que tenemos que esperar procesos largos, todas traemos problemas y situaciones, y eso incrementa las fricciones, fuera de ahí, cuando pasa el tiempo, todo se va haciendo más agradable”.
Manifestó que al transcurrir los años se empiezan a ver como familia, porque les toca convivir con las mismas personas, conocen sus historias y necesidades, por lo que buscan la manera de apoyarse, estar ocupadas y tener una actividad, ya que es la mejor manera de sobrevivir en la cárcel.
“A mí no me ha tocado salir, muchas comentan que es diferente el aire allá afuera que aquí adentro, algunos familiares dicen que se siente más pesado el ambiente en la cárcel, debe ser el hecho de que a veces hay mucho dolor en este lugar”.
Karla agradeció a las personas que trabajan para hacerles llegar algo, pues en este lugar siempre hay mucha necesidad, vienen iglesias, asociaciones y fundaciones para apoyarlos y hacerlos sentir mejor.
Mencionó que una diputada local frecuentemente hace eventos en la cárcel, y, recientemente, impartió una conferencia para fortalecerlas mientras permanecen en este lugar, que por diversos motivos las hace estar privadas de su libertad.
“Lo que más extraño es a mi familia, no he podido ver a mis hijos en casi cinco años, aquí trabajo, pero quisiera salir para ayudar a mi mamá y mis hijos; hace dos años que fue el terremoto en Chiapas y mi madre aún no ha recibido ningún apoyo”, expresó.
Manifestó que su familia en Chiapas no tiene casa porque se cayó con el terremoto, “yo aquí me siento útil porque trabajo, pero extraño poder salir y ejercer como siempre lo he hecho, ayudar a mi madre y a mi familia”.
Indicó que un día en la cárcel es levantarse desde muy temprano, cada actividad tiene un horario, la luz se prende a las cinco de la mañana e inician las labores de recolección de basura y entregar el material para el trabajo artesanal.
“En mi caso, me arreglo para trabajar, regreso a la hora de la comida, al horario de las yardas, vuelvo a la escuela, regreso al horario de la cena, en la noche tenemos tiempo para leer, nos recreamos con la televisión, compartimos y nos dormimos”, relató.
“Me gustaría que hubiera más oportunidades de tener un trabajo remunerado, en este centro no lo hay y nuestras familias tienen muchas necesidades, estaría excelente poder trabajar y tener un ingreso”, añadió.