Cuba: Cuando el servicio es necesario, el camino siempre aparece

23 de Agosto de 2016
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La Habana, agosto (Especial de SEMlac).- Dejar de ser trabajadora por cuenta propia para crear una cooperativa significó Daysi Delgado Batista una mejora económica y un cambio de mentalidad, que benefició también a su familia.

Los retos de esta pequeña empresa radicada en La Habana pueden ser comunes a los de otras de su tipo aprobadas hasta la fecha por el gobierno cubano.

DAJO es una cooperativa no agropecuaria con sede en el municipio capitalino Habana Vieja. Desde finales de 2014 ofrece servicios de lavandería, confecciones y alquiler de vestuario. Hoy sus 11 integrantes, nueve mujeres y dos hombres, impulsan esta cooperativa que preside Delgado Batista.

"Ayudando a mi esposo en su trabajo en la transcripción de algunos documentos, fui conociendo cómo era la ley, cuáles eran los requerimientos y pasos para la conformación de cooperativas hasta comprenderlo bien", recuerda Delgado Batista.

Con alguna experiencia como trabajadora por cuenta propia, ella vio la posibilidad de reunir a "las mujeres de la familia" que también realizaban oficios afines a la lavandería.

"Mi mamá y mi hermana a veces colaboraban en alguna costura".

Una de mis hijas estaba desvinculada del trabajo y con un niño pequeño, ella es contadora y estudia Derecho.

Un día decidimos que la cooperativa podía ser un camino para todas, con iguales deberes y derechos, además de mejores anticipos salariales.

"Empezamos a producir todas para el beneficio de todas, en tiempos cómodos porque, como nuestro trabajo es en la casa, una puede ir negociando entre el trabajo doméstico y el negocio", dijo la cooperativista a SEMlac.

El engorroso proceso de aprobación duró casi un año y a fines de 2014 DAJO fue aprobada como una cooperativa adscrita el Ministerio de Comercio Interior (MINCIN), según establece la ley cubana.

¿Cuáles son las principales ventajas de una cooperativa no agropecuaria?
Las ventajas son varias.

En primer lugar, la mejora de la economía personal. No es lo mismo cuando usted está trabajando para una persona que es quien lidera y marca los objetivos y los procesos.

En la cooperativa ahora somos 11 personas pensando en cómo mejorar el servicio, cómo expandir el negocio. Es diferente. Porque a todos nos beneficia.

Las personas se sienten más creativas y forman parte de algo.
No somos Daysi que está lavando o Pepe que está cociendo. Ahora tenemos personalidad jurídica porque somos la cooperativa DAJO.

La gente nos reconoce cuando vamos a hacer nuestras compras, nuestros balances y se nos respeta por la seriedad con que hacemos nuestro trabajo.

En dos años hemos crecido y el negocio se ha consolidado. Tenemos 22 clientes y nos dividimos en dos turnos de trabajo.

Ahora queremos hacer mucho más, prepararnos y mejorar el servicio para crecer y ampliarnos. Quizá arrendar un local porque capacidad física para más clientes no tenemos, por eso nunca nos hemos podido promocionar porque estamos a tope.

Porque cuando tú tienes un negocio privado, creo que es diferente: muchas veces la gente entra y sale del negocio y eso afecta al producto o servicio que se ofrece.

En la cooperativa, las personas se preocupan porque todo salga bien y mejor cada día. Porque nuestro trabajo es también nuestro negocio y lo cuidamos porque habla de nosotros como personas.

No obstante, las ventajas no han sido principalmente económicas porque en el trabajo por cuenta propia la actividad de lavandería tiene impuestos muy bajos.

No así en el caso de las cooperativas: la carga impositiva es mucho más elevada, hay varios tipos de impuestos, todos a partir del 10 por ciento de las utilidades, y esa es una carga importante.

El beneficio estará cuando logre estabilizarse la compra al por mayor de materias primas, insumos, equipos.

La idea es que la cooperativa pueda hacer importaciones con las empresas facultadas para esta actividad, y que esas compras nos permitan un margen de ganancia. Pero hasta el momento todavía esos propósitos no se cumplen.

Aunque no es mi caso, porque yo lo que necesito es agua, jabón y detergente y eso casi siempre lo hay en el mercado nacional, los cooperativistas tienen muchas dificultades con los insumos, porque en la mayoría de los casos hay que importar materias primas y el mecanismo de importación es complejo.

Por tanto, el beneficio principal radica en tener personalidad jurídica y que en un futuro se nos tenga en cuenta para planes y presupuestos económicos del país.

¿Por qué DAJO es una cooperativa y no un negocio familiar participativo?
Realmente, ya no lo es porque hay muchas personas que no son de nuestra familia.

En un negocio familiar existen estatus, responsabilidades y liderazgos bien marcados. En la cooperativa DAJO todos tenemos la misma participación en la toma de decisiones, en los bienes y utilidades.

Aunque cada cual tiene un rol particular, todos formamos parte y estamos involucrados. Hoy da lo mismo quién sea el presidente. No soy yo la dueña de un negocio, como era antes.

En nuestro caso había procesos que se daban de manera natural y familiar. Pero como cooperativa sí hemos tenido que asumirlos con más formalidad porque este es un negocio con una responsabilidad y reconocimiento jurídicos. Todo lo que colegiamos en un ambiente familiar debe quedar en actas.

¿Cree que se conoce lo suficiente sobre las cooperativas no agropecuarias?
No, lamentablemente se conoce y se divulga poco sobre las cooperativas. Nosotros, que ya llevamos dos años, aprendemos todos los días.

Cuesta trabajo que las personas cambien el chip, no todos los socios tienen claridad. Las personas notan y valoran desde el principio la mejora salarial, pero a algunos les cuesta tomar conciencia de los procesos.

Por ejemplo, en nuestra cooperativa, como yo tenía el negocio con anterioridad, me veían como la dueña y aún ahora que soy la presidenta también a veces siento que prefieren que las responsabilidades descansen en mí.

Las personas no siempre se identifican como dueños y es importante que sean conscientes de la importancia de su palabra, su voto y su participación.

Pero creo que esto es algo que sucede en todas partes porque, de manera general, la gente conoce poco de las cooperativas y de esta manera de producir. Yo creo que es por la forma de trabajo que hemos tenido durante tantos años, en la cual siempre ha habido un jefe, que es el que dispone. Estos son retos de adentro hacia afuera.

Pero de afuera hacia adentro también existe poca claridad. No tiene claridad el que te vende los insumos.

Por ejemplo, está aprobado que como pequeña empresa podemos comprarle a cualquier entidad, pero no todas las entidades tienen aprobado venderle a cooperativas no agropecuarias como DAJO.

Ha disminuido la cantidad de cooperativas aprobadas en 2016 respecto al año pasado. También declaraciones oficiales a veces se refieren a estas empresas en términos de experimento y algunos especialistas expresan la necesidad de una ley general de cooperativas.

Frente a este complejo panorama, ¿le preocupa el futuro?
Bueno, la legislación está.

Como todas las leyes del mundo, esta cumplirá su rol hasta un momento. Porque las leyes que funcionan hoy más adelante pueden dejar de ser útiles.

Eso pasa todo el tiempo y la ley para las cooperativas agropecuarias y no agropecuarias no será diferente.

Lo importante es que la política del Estado es apoyar a este tipo de empresa y la legislación está ahí.

También yo creo que es un proceso, por eso la palabra experimental aparece tanto. Es una forma de organización y de gestión económica que resulta novedosa en el contexto actual y también las personas y las entidades estatales tienen que adaptarse a sus características, potencialidades y retos.

Las primeras cooperativas eran entidades estatales que fueron compulsadas a conformarse como cooperativas y eso es un proceso complejo, que no siempre sale bien. Porque adecuar la mentalidad es también un proceso experimental, el Estado y los ciudadanos lo vamos haciendo todos a la vez.

Creo que muchas cosas tienen que cambiar, poco a poco, hasta llegar quizá a una ley general de cooperativas.

Eso sí, pienso que el reconocimiento de las cooperativas en la economía cubana hay que trabajarlo más. Estas son empresas que están potenciando actividades. Hay que aprender a trabajar con ellas y no temerles a su crecimiento.

Porque nadie solo hace monte.

Y muchas otras personas se beneficiarían con esta forma de trabajo y gestión económica.

Pero si mañana alguien determinara que ya no tienen sentido las cooperativas, habrá que buscar otro camino. Igual que no le tuve miedo a ser trabajadora por cuenta propia, no tendré miedo a impulsar una cooperativa ni al futuro, porque el servicio seguirá siendo necesario y el camino lo encontraremos siempre.

Recuadro:
En 2013 comenzaron los procesos de aprobación de las Cooperativas no Agropecuarias. Según un informe de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), hasta marzo pasado existían en la isla 383 cooperativas de este tipo.

El sitio oficial Cubadebate apunta que la aprobación de estas formas de gestión económica "funcionan de forma experimental para liberar al Estado cubano de determinadas actividades, propiciando que este pueda concentrarse en las líneas fundamentales de desarrollo del país".

Según el informe publicado por la ONEI, la mayoría de estas organizaciones colectivas se desempeñan en el comercio y la reparación de efectos personales (131), seguidas por restaurantes (102), la construcción (60) y la manufactura (41).

La mayoría de las cooperativas no agropecuarias se concentran en el occidente, específicamente en

La Habana (192), seguida por las provincias Artemisa (66) y Matanzas (20).

Por Lirians Gordillo Piña
([email protected])

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