"Me encantaba ir a Studio 54, y eso que no era famoso. Solo era un tipo normal que aprendió varios trucos para que le dejaran entrar. Siempre iba solo, nunca pude llevar a un amigo o a una cita", reveló a la revista Vulture antes de bromear sobre la leyenda de excesos y descontrol que definía en esos años al que sin duda era el local de moda por excelencia para artistas y celebridades.
"Me lo pasaba en grande yo solo. A veces me animaba a intentar ligar con alguna chica, pero no tenía la suficiente cocaína como para conseguirlo".
Teniendo en cuenta las estrictas y en ocasiones arbitrarias reglas de admisión a tan icónica discoteca, resulta comprensible que el astro de Hollywood se haya visto obligado también a revelar el secreto de la aparente facilidad con la que lograba acceder a Studio 54 siempre que se lo proponía.
"Para un chico soltero y desconocido era muy complicado entrar, y para mí también lo fue al principio. Pero me acuerdo de que una vez vi a Steve Rubell [dueño del reputado local] revisando personalmente los zapatos de toda la gente de la cola, y en función de eso, les dejaba o no entrar. Así aprendí que los zapatos eran clave y me compré unos que me sirvieron de llave para entrar siempre que quería".
Han pasado casi treinta años desde esos alocados tiempos en los que Kevin Bacon reinterpretaba a su manera el fenómeno de películas como 'Fiebre del Sábado Noche', pero incluso a día de hoy tanto el actor como su esposa siguen disfrutando de la escena nocturna de la Gran Manzana con alguna escapada que otra a los barrios más vanguardistas y alternativos de la ciudad.
"Nos gusta salir por Tribeca y por el SoHo porque los conocemos muy bien, y en alguna ocasión nos hemos planteado intentar vivir ahí. Pero cuando llegamos a casa, valoramos ante todo la tranquilidad y nos decimos: '¿Por qué querríamos mudarnos?'", sentenció.