Así ocurrió anoche en el club L’Astral, de esta ciudad, en la segunda jornada del 38 Festival Internacional de Jazz de Montreal, donde el público se le entregó sin reservas, luego de ejecutar un cuidado repertorio que evidenció sus influencias clásicas pero también su inquietud por ritmos contemporáneos, como el pop de Michael Jackson, a quien dedicó un breve tributo (“Human Nature” y “Bad”).
Sonrisa franca, manos afiladas y dedos veloces, audaces al tacto, son sólo algunas de las cualidades de este joven prodigio canadiense del violín, quien dio su primer recital a los seis años de edad y a los 12 debutó con la Orquesta Metropolitana de Montreal. Un fenómeno artístico donde se presenta.
Con soltura, el discípulo de Oliver Jones tocó temas en solitario, pero también acompañado por algunos invitados especiales, primero con un violinista, al que se sumó una dotación más amplia con batería y contrabajo, para finalmente dar paso a un saxofón, mostrando que solo o acompañado está destinado a ser grande.
“Estoy muy contento y agradecido con la oportunidad de esta primera presentación en el festival de jazz, espero volver a ser invitado”, comentó a Notimex, tras finalizar el show de una hora con el que deleitó a su público, al que también obsequió una improvisada sesión de fotografías.
Recordó que aunque siempre depende del repertorio que esté preparando, actualmente sólo dedica de dos a tres horas de práctica al día, lo cual no quiere decir que le reste méritos a la actividad,al contrario, para él ha representado la posibilidad de encontrarse, de ser él mismo y de disfrutar.
Y es que para Daniel C. Bouchard, la música no es un trabajo sino una forma de vida,una pasión, un frenesí que le permite expresar lo que es y lo que siente de la manera en que ha aprendido a hacerlo, a partir de su instrumento.
“Tengo 17 años y te puedo decir que lo que más me gusta es hacer música, divertirme tocando en un escenario”, acotó el carismático joven, quien estuvo acompañado por su madre y su abuela.
Inquirido sobre el futuro que le espera, comentó que siempre se ha visto sobre un escenario y sería difícil imaginarse haciendo otra actividad, así que seguirá preparándose, aprendiendo y tocando, porque su sueño esviajar por todo el mundo, llevar su música a los lugares menos imaginables, “incluso a la luna”.
Influido por músicos de todos los tiempos, Daniel aseguró que no cree en las etiquetas y mucho menos en la música, un lenguaje universal, capaz de traspasar fronteras y comunicarse sin distingos con las más multiétnicas comunidades.
“Ese es el poder la música y mucho de lo que me gusta es eso, que no necesitas mucho para conectar con la gente”, destacó Daniel, quien sabe de su talento pero lo asume con humildad, sin prepotencias ni falsas poses de estrella.
“Dicen que soy un “star”, yo sólo soy un chico al que le encanta la música y es feliz tocando para todos los que disfruten con ella”, dijo mientras los acordes del boogie boogie con el que cerró su recital siguen resonando en el ambiente, ese que impregnó con su versatilidad y elegancia.
Con la sutileza pero al mismo tiempo con la desfachatez de quien simplemente comparte y se divierte.