Autores de México y Guatemala recuerdan a Augusto Monterroso

27 de Julio de 2015
Guardar
México, 27 Jul (Notimex).- Como un buen hombre, un gran maestro y una de las plumas más sarcásticas de la lengua española, fue recordado la víspera el escritor guatemalteco Augusto Monterroso (1921-2003), durante un homenaje que se le rindió en el marco de la edición 2015 de la Feria Internacional del Libro de su país.

Álvaro Uribe (México) y Javier Payeras (Guatemala) fueron los encargados de charlar en torno a la vida y obra del autor exiliado en México, pero sobre todo, en torno a la influencia que sobre ellos ejerció este maestro de las letras.

Como parte del programa de actividades de México como País Invitado de Honor a ese encuentro literario, Uribe se confesó un gran admirador de Monterroso, a quien, recordó, conoció por medio del director de orquesta Luis Herrera de la Fuente, y lo trató por cerca de un año, a lo largo del cual marcó su vida como escritor.

No obstante, reconoció, “nunca pude superar este excesivo respeto que yo le tenía al maestro, y él tampoco pudo superar su timidez; me hubiera gustado decir que fuimos amigos, pero no llegamos a eso, creo que por culpa mía, porque cuando se admira a alguien es muy complicado”.

Según Uribe, su amistad con Monterroso había empezado el día de su muerte, “porque ahora sí le hablo de tú tranquilamente, ya me dirijo a él, ya platico”.

Sobre su obra, refiere un comunicado del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), el autor mexicano consideró que si el creador del microrrelato “El dinosaurio” hubiera sido parte del “boom” latinoamericano, tendría en “Lo demás es silencio”, probablemente la novela más original de ese fenómeno literario y editorial surgido en América Latina en los años 60 y 70 del siglo pasado.

“Lo demás es silencio”, abundó, es una obra que revoluciona la idea misma de la novela, pues en muchos sentidos la deshace y, sin que se considere una novela breve, ya que tiene unas 200 páginas, Monterroso pasa por ser apóstol de la brevedad, como si enseñara y obligara a la gente a escribir poco, consideró.

Puso énfasis en que su mayor mérito como maestro fue que no quería que sus discípulos escribieran como él. “Uno no iba al taller de Monterroso a aprender a hacer lo que uno sabía hacer”.

Porque el mejor maestro de todos, sobre todo en literatura, es aquel que le deja al discípulo la última palabra y ese fue el aprendizaje de un año completo con Monterroso”, señaló.

También se refirió a él como un hombre que aunque esencialmente bueno, era capaz de decir cosas atroces de gente muy querida. “... de esa bondad salían unos latigazos que lo dejaban a uno cicatrizado el resto de su vida”, consideró.

Para Javier Payeras, el Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2000 fue como una de las mayores influencias en su vida. “Me han calcado fuertemente su brevedad, su falta de solemnidad, su discusión acerca de la melancolía ideológica.

El guatemalteco dijo que aunque no conoció a profundidad a Monterroso, en 1999, durante las celebraciones por los centenarios de Jorge Luis Borges y Miguel Ángel Asturias, llevó al escritor al lugar donde se hospedaba y le regaló 11 relatos breves que leyó durante el trayecto, en reciprocidad Monterroso pidió a Payeras esperarlo y le entregó un ejemplar de “Movimiento perpetuo”.

Cuando llegó a su domicilio, en la madrugada, se dio cuenta de que le había escrito algo: “Para el escritor Javier Payeras con admiración: Augusto Monterroso”, y desde entonces nunca ha dejado de escribir un solo día en su vida.

Archivado en