Futbol de llano deja raspones, golpes y forja ilusiones

26 de Junio de 2017
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Acolman, Méx., 26 Jun (Notimex).- Los sueños e ilusiones se forjan en la cascarita callejera, pero se fortalecen en el llano. Es ahí donde el futbol comienza a vivir pasiones, alegrías, frustraciones, golpes, pero siempre con la idea de ser o parecerse a un jugador profesional, a sus ídolos.

Mientras la mente del futbolista llanero se llena de imágenes de verse en un estadio a reventar, las lesiones, fracturas y raspones están a la orden del día por la tierra y piedras de que está hecha la cancha y lo ponen en la realidad.

El balón comienza a rodar en un partido llanero que enfrenta al “Bayern Munich” con la Sección XV de Pemex enfundado en el uniforme de Tigres de la UANL, en una cancha en mal estado de la colonia Tepexpan, Municipio de Acolman en el Estado de México.

El futbol llanero no necesita público y mucho menos grandes sumas de dinero, ya que este se juega con el corazón y sin complejos.

Las entradas duras, el choque, las barridas sobre la tierra suelta para tratar de detener el avance del adversario conllevan el riesgo de dejar parte de la pierna en ella, un tobillo, o lesionar al rival, incluso, se dejan ver goles vistosos.

El juego es duro, pero sin tratar de lastimar, pero Marco Joshua Rivero, defensa de la Sección XV a quien apodan “Torres Nilo” por su parecido en todo al jugador de Tigres, entra sin temor pero con limpieza en la marca del delantero rival.

“Cuando llego a la cancha y comienzo a vestirme con el uniforme del equipo me veo como un jugador de un equipo profesional; siento felicidad y preocupación de estar en un deporte que me gusta pero que te puedes lesionar”, dijo el jovencito de 17 años.

La entrega que deja en el maltrecho terreno de juego le ilusiona que pueda ser visto por algún cazatalentos, aunque por el momento solo se entrega a su equipo y busca forjar su propia historia.
“Me siento feliz de tocar el balón, de dejar todo en la cancha y dejar todo por el equipo. Ojalá algún día llegué a subir así como Jorge Torres Nilo y ya tenga mi propio apodo”, dijo con la mirada al horizonte como visualizándose en el Máximo Circuito.

Como en el llano pasa de todo, el jugador no es ajeno a las entradas malintencionadas, a los golpes bajos y a las broncas campales, aunque a veces también deja irse contra el árbitro por una “mala decisión” al momento de marcar una infracción.

Para intentar calmar los ánimos en ese sentido está el jugador de experiencia o el capitán. En el caso del conjunto petrolero, Carlos Alberto Martínez, desde cuya posición en la lateral derecha sabe de la pasión que se vive en este futbol llanero.

Solo basta con tener 90 minutos de placentero futbol.

“Ya llevo muchos años en el futbol de llano y hay mucha pasión, siempre hay equipos con los que hay una rivalidad muy fuerte y los partidos se tornan fuertes, siempre se le echa garra. El futbol de llano es muy intenso porque se vive con mucha fuerza”, apuntó.

Sabe que cuando se debe entrar fuerte hay que hacerlo con todo “con garra y con fuerza”, pero eso sí, siempre tratando de cuidar la integridad del adversario al que ven, como en el “futbol grande”, como un “compañero de profesión”.

“Fuerza es ir a una jugada fuerte sin ser sucio y cuando usas la garra sacas la malicia, cometiendo algunas faltas sin ser agresivo y sin tratar de lesionar a un compañero porque a final de cuentas el rival siempre será un compañero (rival)”, detalló.

Resumió el futbol de llano, “es una representación del barrio, o de la colonia” y en cierta forma, salir en defensa del compañero genera las broncas campales, pero ahí es donde debe salir la experiencia para tratar de llevar la sangre al río.

“El juego de por sí es caliente y a veces uno entra en ese roce pero siempre trata uno de calmarlos, pues uno con experiencia les dice a los compañeros me sirves más en la cancha que fuera de ella que echen bronca y los expulsen que muchas veces se da más porque alegan que por agredir”, expresó.

Un elemento factor para que ese tipo de cuestiones detonen en el terreno de juego es el árbitro, ese solitario que no tiene más defensa que las tarjetas para calmar el juego brusco o cualquier intento de bronca, pero cuando las cosas se salen de control, no hay nadie que lo defienda.

Luego de varios intentos por suspender el encuentro por la “falta de garantías”, dado el ambiente hostil que comienza a darse por parte de ambos conjuntos, decide continuar las acciones bajo un fuerte sol y la tierra que se mete a la garganta.

Al concluir las acciones que quedan 2-1 a favor de la escuadra petrolera, el silbante Enrique Hernández Ramírez expresa su sentir por los hechos registrados en el cotejo.

Además de en los costados de la cancha contar con amigos, novias, esposas o hijos para sentir el apoyo y dar lo mejor de sí en le polvoriento llano.

“Es parte del calor del juego que uno como máxima autoridad tiene uno que controlar. Se maneja el encuentro de acuerdo al comportamiento de los jugadores, se les invita a jugar al principio y si no entienden para eso están las tarjetas”, manifestó.
“El futbol llanero tristemente es así, tenemos a todo mundo encima, no tenemos quien nos defienda, quien nos apoye, pero vinimos con las ganas de sacar adelante un encuentro. Somos humanos y cometemos errores pero eso mucha gente no lo entiende”, agregó.

Lamentó que muchas veces la mayoría de jugadores e incluso quienes los dirigen y las mismas porras no saben el reglamento y por tanto, en lugar de debatir con argumentos, se le hace más fácil insultar y en ocasiones agredir.

“En sí hay gente que ni el reglamento se sabe, protesta e insulta pero uno como árbitro tiene que controlar, no salirse de concentración porque termina una bronca o agresión hacia nosotros y tristemente no tenemos quien nos defienda. Nos exponemos por 250 pesos pero es algo que nos gusta”, subrayó.

Antes de concluir las acciones del encuentro, las entradas comienzan a ser más duras y el colegiado se ve en la necesidad de expulsar a dos jugadores de la sección XV quienes le dicen de todo y le hacen un corte de manga pero la roja está mostrada.

Mientras, el mismo jugador que se va a las regaderas antes de tiempo, se siente apoyado por la porra que en todo momento lo hace, en su mayoría mujeres, y voltea para recordarle al árbitro a la autora de sus días.

Así es un partido en el llano, donde muchas ocasiones las ilusiones, las esperanzas quedan abolladas por los golpes, los raspones, las mentadas, pero se van con la satisfacción de haber dejado todo en la cancha casi igual, o mejor que los profesionales.

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