La Copa del Mundo de Chile 1962 fue de Mané “Garrincha”

26 de Mayo de 2014
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Río de Janeiro, 26 May. (Notimex).- La gloria que vendría para agraciar al futbol brasileño tras ganar la Copa del Mundo Suecia 1958 brillaba en la primera estrella colocada del lado del corazón, a la izquierda del uniforme de la selección nacional, cuya senda triunfal continuaría en Chile 1962.

Todos confiaban en ella, en sus veteranos de Estocolmo; reforzados por Manoel Francisco dos Santos “Garrincha” en plena forma, y principalmente “Pelé”, en el apogeo de sus grandes cualidades demostradas en el Santos, enfilado al bicampeonato mundial de clubes.

Además, asomaban los rostros juveniles de Amarildo, Coutinho, Jair Marinho, Altair, Mengálvio y “Zequinha”, relevos de Orlando Peçanha, Oreco, Dino Sani, Joel, Altafini y “Dida”, veteranos de Estocolmo.

La movilización y preparación para la disputa la Copa del Mundo en Chile, en junio de ese año, inició dos meses antes con dos goleadas a Paraguay (6-0 y 4-0) y dos amistosos victoriosos contra Portugal y el País de Gales.

Destacó la participación del defensa central y futuro capitán, Mauro Ramos de Oliveira, sustituto de Luiz Bellini, a la que se sumó Amarildo Tavares, quien suplió a “Pelé” –lesionado en el empate (0-0) contra Checoslovaquia-, como única variante de Aymoré Moreira, al conservar la misma alineación de principio a fin de la contienda.

El torneo chileno tuvo un nombre y un héroe: “Garrincha”, merecedor de una narración que cuente su vida, no solamente por sus dramas, sino por sus incursiones explosivas por el lado derecho del campo que, sin duda, condujeron al título, al pasar inicialmente sobre México, con goles de Mario Lobo Zagallo y “Pelé”.

Brasil liquidó después a España (2-1), Inglaterra (3-1), Chile (4-2) y, de nuevo frente a los checos, hubo la victoria (3-1) en la final, con tantos de Amarildo, “Zito” y “Vavá”; pero fue el “cascorvo genial” –así le decía la prensa brasileña- quien organizó todos los bailes, burlándose de todo y de todos, de modo que jugó su Copa del Mundo particular, con pases y goles determinantes.

Con la intervención del presidente de la República, Joao Goulart, el gran Mané “Garrincha” tuvo que ser alineado por Moreira, no obstante sentirse mal, debido a que su presencia distraía a los defensas adversarios Pluskal y Novak, garantizando así la obtención del bicampeonato.

Los héroes de la jornada en Santiago de Chile fueron: Gilmar, Djalma Santos, Mauro Ramos, Zózimo Alves, Nilton Santos, “Zito”, “Didí”, “Garrincha”, “Vavá”, Amarildo y Zagallo.

El extremo derecho del Botafogo disputó la final con fiebre, pero su aparición fue más que suficiente para asustar al seleccionador checo Rudolf Vytlacil, quien colocó a esos dos defensas para marcarlo, dejando que el joven Amarildo se encargara de animar la fiesta.

Los europeos sorprendieron con un gol de Josef Masopust a los 14 minutos; Amarildo anotó el empate, roto por “Zito” al empezar el segundo tiempo, para concluir el torneo con el último tanto del torneo marcado por “Vavá”, aprovechando un error del portero Vilam Schroif.

Hay que destacar que, si contar con “Pelé”, “Garrincha” tuvo en Chile la más brillante actuación individual de un jugador en una Copa del Mundo, por lo menos hasta 1986, cuando Diego Armando Maradona, la “mano de Dios” mediante, también entró en esa selectísima galería.

Después de 1958, cuando jugaron juntos por primera vez en la selección, hubo una discusión sobre “Pelé” y “Garrincha”, basada en comparaciones inútiles, sin que ambos hicieran el menor caso porque sentían genuina admiración y respeto recíproco debido a una afectuosa amistad que ya los unía.

En Chile, los verdaderos aficionados sintieron mucho la ausencia de Vicente Feola, quien logró el primer cetro mundial para Brasil; pero Aymoré Moreira se portó bien en todo sentido, sustituyendo más que bien al bonachón entrenador, cuya intuición lo llevó a integrar un equipo que hizo historia.

La tristeza, decían los “torcedores”, fue que, con todo y la alegría que provocó la obtención de la Copa del Mundo en Suecia, ésta marcó el fin de la más grandiosa generación de futbolistas que haya conocido Brasil a mediados del siglo XX, a excepción de Edson Arantes do Nascimento, quien todavía jugó numerosos partidos mundialistas en 1966 y 1970.

No obstante la aparición de nuevas figuras, la despedida de Nilton y Djalma, Gilmar, “Didí”, “Zito” y Zagallo, significó el regreso de la mediocridad dentro y fuera de las canchas.

Ésta fue provocada por la politiquería, las intrigas y los males endémicos extrafutbolísticos que mostraron, nuevamente, la otra cara del deporte más amado de los brasileños, esta vez y durante ocho años, a cargo de nefastos personajes de pantalón largo.

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