Luis Escala: la migración como parte de su vida

10 de Abril de 2017
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Ciudad de México, 10 Abr 17.- Comúnmente los investigadores deciden su tema de análisis; en otros, el tema elige a quien los investigará. En el caso de Luis Escala Rabadán, académico de El Colegio de la Frontera Norte (Colef), la migración se presentó en su camino y lo escogió para que la estudiara.

En su juventud, los procesos educativos eran su mayor interés profesional; siendo estudiante universitario fue voluntario en una secundaria para adultos y, una vez concluida la licenciatura en sociología, su primer trabajo fue en el Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA), realizando tareas de alfabetización en el Estado de México.

Posteriormente, ingresó como docente a la Universidad Pedagógica Nacional (UPN), donde fue motivándose a continuar su formación académica con estudios de posgrado.

Parecía que su camino académico en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) estaría enfocado en la educación, pero la migración se hizo presente cambiando su destino. Hoy es el director del Departamento de Estudios Culturales en la sede ubicada en Tijuana, Baja California.

De carácter alegre, el estudioso de las formas asociativas de migrantes mexicanos en Estados Unidos comparte con la Agencia Informativa Conacyt parte de su andar en la academia.

“En el tema de migración tuvo mucho que ver el hecho de que, en su momento, yo fui un migrante. Viví durante diez años en Los Ángeles, donde estudié y trabajé experimentando en carne propia la condición de migrante mexicano, siendo parte de esa gran mayoría que hay en esa ciudad.

Aunque era un migrante mexicano especial, porque era un migrante calificado; sin embargo, el hecho de experimentar la condición fue para mí revelador, lo que paulatinamente me llevó a situarme en el campo de estudios de la migración”, refiere.

Andares académicos y familiares
Comenzó la maestría en sociología en la UCLA, sintiéndose “un bicho raro” no solo por el hecho de ser el único estudiante de 33 años, “la mayoría de mis compañeros eran muy jóvenes, recién egresados de la licenciatura”, sino que estaba casado y tenía dos hijos.

Esa situación lo obligó posteriormente a trabajar —a pesar estar becado— para satisfacer las necesidades de su familia que, estando allá, pronto sumó a un nuevo integrante.
“Por mi situación no era el más brillante de la clase, incluso era de los más atrasados; sin embargo, a la larga sobreviví y terminé la maestría; por eso ahora le digo a los estudiantes que no deben ser los más brillantes para asegurar la culminación de un grado”, dice.

Con nostalgia recuerda esa etapa en su vida ya que se trató de una “gran enseñanza”, al reconocer que fue por y para la familia que culminó no solo la maestría sino el doctorado; “son ellos los que te mantienen ecuánime y bien parado en este mundo, y eso lo agradezco mucho”.

La primera etapa de sus posgrados la hizo pensando que, una vez concluida la maestría, regresaría a su puesto de profesor en la UPN, pero conforme fue pasando el tiempo sus expectativas cambiaron y se planteó la posibilidad de hacer también el doctorado, que comenzó más tarde de lo que él mismo esperaba.

“En un momento dado me emplazaron en mi puesto de trabajo en la UPN y me dijeron: 'o regresas o renuncias, porque no puedes estar ausente durante tanto tiempo'.

Decidí renunciar porque ya veía mi camino por otra dirección, sesgada de la cuestión educativa y enfocada en la investigación en temas de migración”, señala.

Otro factor que lo motivó a “cortar amarras” y tomar esa decisión fue nuevamente su familia, pues el nacimiento de su tercer hijo fue como “echar raíz” e hizo más evidente su condición de migrante.

“En el momento en que tienes hijos, ya sea en el lugar de destino o vayas al lugar de destino con hijos pequeños, te enfrentas a una situación de decir 'ahora qué hago con ellos'.

Es una preocupación permanente en la vida de las comunidades y las familias migrantes, y vivirlo en carne propia me hizo sentir un migrante, consolidando mi interés por todo lo que significan los estudios sobre migración contemporáneos”, reflexiona.

De esta manera, desarrolló líneas de investigación relacionadas con la migración, como lo fueron las formas asociativas migrantes, y con las cuales logró el título de doctor.

Fue el momento en que, cumplida una nueva etapa académica, consideró que era tiempo de regresar a México. Y en 2001 lo hizo integrándose al Departamento de Estudios Sociales de El Colef y al poco tiempo migró al de Estudios Culturales cuando sus temas de investigación se alinearon hacia la preservación cultural.

“Como estaba en Los Ángeles, varios investigadores de El Colef que ahora son mis colegas, estuvieron por allá y me decían que si pensaba regresar a México, me fuera a El Colef en lugar de regresar al centro del país.

La mayor ventaja era que en Tijuana estaría a unas horas de los sujetos que he estudiado por tanto tiempo, y así podría darle seguimiento más cercano a este tema de investigación”, resalta.

Investigación, su vocación
Desde su primera visita a Tijuana quedó encantado de la cuestión fronteriza, sobre todo por el hecho de cruzar “al otro lado” y apreciar la mezcla de culturas. Fue en este centro público de investigación donde consolidó su vocación a la investigación, por la posibilidad de reflexionar de manera más profunda sobre temas de su predilección.

En los últimos 15 años, el doctor Luis Escala Rabadán ha estudiado y documentado las formas asociativas migrantes, es decir, la organización de los migrantes para lograr determinados fines, y en El Colef esto es un tema de particular interés por la vecindad con el estado de California y la cercanía con la región metropolitana de Los Ángeles, la “meca de la migración mexicana” durante mucho tiempo, porque en dicha región hay más migrantes mexicanos que habitantes en sus lugares de origen.

Instalado en Tijuana formó parte de la apertura de nuevos espacios de investigación y docencia con la creación de la maestría en estudios culturales, la cual ha sido tan exitosa que contribuyó a que el año pasado se abriera un programa de doctorado.

Son múltiples las satisfacciones que ha recogido en su andar, por ejemplo, conocer experiencias de la migración a nivel nacional e internacional y que se compilen en un libro, como recientemente ocurrió con la publicación de Asociaciones inmigrantes y fronteras internacionales, y el año pasado con la impresión de Making Los Angeles home: The integration of mexican immigrants in the United States, escrito junto con Rafael Alarcón y Olga Odgers, publicado por University of California Press, derivado de un proyecto de investigación sobre los procesos de integración de los migrantes mexicanos en Los Ángeles, que hace una importante contribución al presentar datos producto de un análisis sociodemográfico de 90 entrevistas a migrantes mexicanos provenientes de Zacatecas, Oaxaca y Veracruz.

Las satisfacciones también han sido personales, pues resalta que durante este tiempo su familia ha crecido y ahora tiene dos nietos, lo que le permite “estrenar una nueva generación”.

Y aunque su camino ha sido “increíblemente satisfactorio”, sigue pensando en nuevos proyectos y modalidades para examinar a la luz la sociología cultural de la migración.

Actualmente trabaja en un proyecto sobre las diferentes representaciones del festival cultural de la Guelaguetza en California, así como en otro en torno al papel que juega el patrimonio cultural en las poblaciones indígenas que habitan en la región metropolitana de Tijuana.

Y como la labor investigativa no tiene descanso, planea —una vez concluidos los trabajos antes citados— realizar una estancia sabática en España para estudiar formas asociativas de migrantes latinoamericanos y africanos, como lo hizo en 2011 en la ciudad de Valencia. (Ana Luisa Guerrero)