Jardín escultórico "Las Pozas", un espacio que mezcla arte y naturaleza

07 de Enero de 2019
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Jardín escultórico "Las Pozas"
Jardín escultórico "Las Pozas"
Xilitla, SLP., 7 Ene (Notimex).- La orquídea, planta elegante y sofisticada proveniente de la familia de las monocotiledóneas, sedujo en México al poeta y escultor británico Edward James, quien hipnotizado por sus pétalos, labelo y sépalos, decidió inmortalizarlas para dar paso así a la creación del Jardín Escultórico Edward James "Las Pozas".

La historia comienza en 1945, cuando James, un hombre excéntrico, sensible y amante de la naturaleza, llega por primera vez a Xilitla. Desde esos momentos, en su cabeza no hubo otra cosa que crear "Las Pozas", su propia versión del jardín del edén.
Por ello, en 1947 adquirió la propiedad apartada completamente de la ciudad y de cerca de 37 hectáreas. Su sueño comenzó a materializarse al cultivar miles de orquídeas, que adornaban el paso del arroyo y las caídas de agua.

Tristemente, en 1962, llegó una helada y las flores quedaron devastadas. Muchas murieron, motivo por el cual decidió “construirlas”, contrató gente para hacer las orquídeas de cemento y el resto es historia.

Así comenzó el ahora nombrado Jardín Escultórico Edward James "Las Pozas", explicó a Notimex, Freddy Pérez, uno de los guías del lugar.

Tras las orquídeas, comenzaron a “crecer” puertas que no se abren, escaleras que no llevan a ningún camino, columnas sin detener algo y túneles que te llevan al mismo lugar.

Edward era obsesivo compulsivo, “por eso no hay casi barandales, porque no le gustaba tocar nada, se lavaba las manos más de 30 veces al día”, subrayó el guía.

A estas alturas, Edward ya dirigía un ejército de carpinteros, albañiles y ayudantes, comandados por don José Aguilar y quienes trabajan en una casa sin paredes. La construcción de las formas fantásticas, con las que desafiaron a la arquitectura, comenzaron a fundirse con la naturaleza del sitio.

De acuerdo con Freddy, se utilizaban más de mil 650 tablas de madera (la cimbra) para darle forma a una sola figura.

Si bien, nunca hubo una fecha para terminar “la obra”, fueron cerca de 21 años (aproximadamente de 1962 a 1983), haciendo eso; el considerado “arquitecto de la imaginación”, se gastó entre cinco y seis millones de dólares.

En 1984, James falleció, “de una trombosis en Europa y la propiedad quedó, de manera legal, en manos de Plutarco Gastélum, su guía”, indicó Pérez.

Tras la muerte de él, el sitio queda en manos de la familia Gastélum, en la década de los 90 se abren sus “puertas” al turismo y, para 2007, lo adquirió la fundación Pedro y Elena Hernández.

El fantástico hogar de Edward James es ahora un surrealista museo que presume de tener al cielo como su techo; pisos de piedra y laja, y ser además todo un laberinto en el que la gente es libre de escoger el camino a seguir.

Es una “ciudad” perdida con la selva como su jardín, un lugar desconocido que despierta en todo aquel que lo visita el deseo de conocer absolutamente todo, pero que siempre termina por descubrir nuevos rincones y detalles.