Colombia busca enterrar el mito del capo Pablo Escobar

03 de Diciembre de 2018
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Bogotá, 3 Dic (Notimex).- A 25 años de su muerte, el capo del cartel de las drogas de Medellín, Pablo Escobar Gaviria, aún genera debates en Colombia y las autoridades buscan enterrar el mito de este narcotraficante responsable de una guerra que dejó más de 50 mil víctimas.

Pablo Escobar Gaviria, fundador del poderoso cartel de Medellín, murió a los 44 años de edad en un operativo antidroga de la Policía Nacional de Colombia, con apoyo de las autoridades de Estados Unidos, el 2 de diciembre de 1993.


El líder del Cartel de Medellín- quien ingresó al mundo de las drogas a finales de la década de 1970- le declaró la guerra al Estado Colombia en 1984 para oponerse a la extradición a Estados Unidos y para que no quedara ninguna duda de su exigencia, ordenó el asesinato del ministro de Justicia de la época, Rodrigo Lara Bonilla.


Desde ese momento el capo de capos se le conoció en Colombia como el “Patrón del Mal”, por la violencia que generó en las principales ciudades de este país sudamericano como son Bogotá, Medellín y Cali.

Pero la guerra no solo fue contra el Estado colombiano, también estuvo dirigida hacia sus rivales del cartel de Cali, con bombas de lado y lado, secuestros, asesinatos selectivos, masacres, atentado contra un avión comercial en pleno vuelo, dejando durante más de una década miles de víctimas, la mayoría civiles inocentes.

En esa guerra demencial murieron el líder liberal y candidato a la presidencia de Colombia, Luis Carlos Galán, el director del diario El Espectador, Guillermo Cano, la periodista Diana Turbay, magistrados, integrantes del Ejército y la Policía. La lista es interminable.


Ahora, 25 años después de la muerte de Escobar, los principales estamentos de Colombia, toman una serie de medidas para pasar esta página de horror, para hacer justicia a las víctimas y para profundizar la lucha contra el narcotráfico, que hoy tiene nuevos jefes, métodos y alianzas internacionales.


En septiembre de 2013 el Estado colombiano reconoció por primera vez, a las víctimas que murieron el 27 de noviembre de 1989, en el atentado de Escobar contra el avión HK 1803 de la aerolínea Avianca que hacía la ruta Bogotá- Cali con 117 personas.

El atentado estaba dirigido contra el dirigente liberal y expresidente de Colombia (1990-1994), Cesar Gaviria, quien no abordó el vuelo de Avianca, pero la orden que tenían los hombres de Escobar era activar la bomba durante la ruta.

A pesar del reconocimiento que hizo el Estado a las víctimas en 2013, la Fundación Colombia con Memoria, que agrupa a los familiares de las víctimas, hizo varias demandas a las autoridades: Que no haya revictimización por parte del Estado, acabar el mercado “que cuenta una mala versión de la historia” y que “no respeta el dolor de las víctimas”.

Y por último, piden justicia porque “lamentamos que los procesos sigan enterrados en la Fiscalía General”, según la Fundación Colombia con Memoria, fundada en 2009.

El alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, adelanta una cruzada para que la figura de Escobar deje de ser un mito o una leyenda, que ha llevado a operadores de turismo a promover la llamada ruta de Pablo Escobar en Medellín y su área metropolitana.

Para Gutiérrez no son bienvenidos a Medellín los agentes de turismo que busquen hacer apología al desaparecido jefe del cartel de Medellín y reiteró que los colombianos tienen derecho a contar su historia, pero esta se debe dar desde la perspectiva de las víctimas.

El pasado 20 de septiembre las autoridades de Medellín clausuraron la Casa Museo Pablo Escobar, en donde se mostraban objetos simbólicos del fallecido jefe de la mafia de las drogas.


La secretaría de Seguridad y Convivencia y el viceministerio de Turismo adelantaron un operativo para clausurar la casa donde funcionaba de forma ilegal el museo, ubicado en el sector conocido como “Las Palmas”, en la ruta que comunica a Medellín con el aeropuerto internacional de Rionegro, en el sur-oriente de la ciudad.


El secretario de Seguridad de Medellín, Andrés Tobón, explicó que el inmueble era punto de referencia para el programa “Narco tour”, que ofrecían a los turistas extranjeros para que hicieran el recorrido de los principales sitios donde vivió el fundador del desaparecido cártel de Medellín.

La Casa Museo era administrada por Roberto Escobar “El Osito”, hermano de Pablo y quien también estuvo en prisión como integrante del cartel de Medellín, informaron las autoridades que agregaron que en el momento del operativo se encontraban en el lugar siete extranjeros, que pagaban en promedio 30 dólares por el “Narco Tour”.

La viuda del desaparecido capo de las drogas, Victoria Henao, pidió perdón- 25 años después- por sus acciones con ocasión de la presentación de su libro en el exterior: "Mi vida y mi cárcel con Pablo Escobar'.

"Pido perdón por lo que hice en mi juventud (…) Siempre confronté a Pablo, él siempre me negaba a mí las situaciones. Yo no la pasé tan bien. A mí me allanaban tres veces a la semana en el edificio Mónaco (…) No viví en el placer", narró a una emisora colombiana la viuda de Escobar.

El influyente diario El Tiempo, en uno de sus editoriales sostuvo que el “capo –cuya vida fue llevada al cine, a la televisión y literatura, en límites de la inmerecida e injusta mitificación– sembró la cepa de un cáncer que ha traído demasiado daño a Colombia en vidas, en pérdida de moral, desprestigio internacional, en una desafiante moda traqueta y en daños ecológicos”.


“Veinticinco años después, los cultivos ilícitos y el narcotráfico siguen generando violencia y siendo fuente principal de corrupción”, señaló el editorial.


El artículo reiteró la necesidad de “superar la página de Escobar y, en cambio, como honra a las vidas perdidas y deber estatal y moral, redoblar la lucha contra el flagelo. Y, así mismo, reforzar la institucionalidad y velar para que la impunidad no haga más doloroso el recuerdo de las víctimas”.

“Colombia ha sufrido largamente, como arduamente ha bregado ante el crimen, a costa de muchas vidas, y más temprano que tarde tendremos que someter el flagelo. Esta tiene que ser una misión de todos, pues está de por medio el futuro de la sociedad”, planteó el editorial.