“Hagamos de la muerte una manera feliz”: Adriana Luna Parra

27 de Agosto de 2018
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Fue una incansable luchadora por los Derechos Humanos en México, y cuando enfrentó una enfermedad incurable y la inmovilidad, Adriana Luna Parra decidió irse.

“El derecho a vivir con dignidad incluye el morir. He vivido intensamente abriendo camino a la libertad de decidir por el derecho a la felicidad. (…) Gracias a ustedes que hemos entretejido sueños y caminos.” Así se despidió la feminista de amigas y amigos en una carta publicada en la sección “El correo ilustrado” del periódico “La Jornada”.

Psicóloga de formación, defensora de Derechos Humanos por décadas, y en la última etapa de su vida por los derechos de las personas mayores, dejó todo un legado en su última despedida: “La independencia y autodeterminación han sido en mi vida un valor fundamental que he defendido para mí y otras. La voz para exponer ideas y defender posiciones, la capacidad de moverme sin límites han sido herramientas de contacto con el mundo… Me dije: “Mientras pueda puedo, cuando no… Adiós”


Compañeras y compañeros de lucha, políticas y políticos como Ifigenia Martínez, Alejandro Encinas, Martí Batres, Patricia Mercado y Martha Tagle, al igual que representantes de instituciones de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) y el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres), lamentaron la muerte y celebraron la vida de esta mujer extraordinaria.


Ella nació en 1946 en el seno de una familia donde desde pequeña escuchó los debates políticos en las tertulias a las cuales su padre Jorge había invitado a personas de la política, intelectuales y artistas. Tenía cuatro hermanas: Georgina, Susana, Guadalupe, y María Angélica, quien llegó a ser directora del Instituto de Desarrollo Social. Todas murieron antes de ella.

Luna Parra se formó en el Colegio Francés, y su familia la mandó a estudiar un año en Inglaterra, pero después llegó a la Universidad Iberoamericana para estudiar psicología. Desde muy temprano, formó parte de las luchas sociales. Fue parte de una célula de la Liga Espartaco al interior del Partido Comunista, donde estudió a Marx y a Lenin.

Se hizo muy amiga de Araceli Pérez Darias, quien a los 31 años se unió a la guerrilla sandinista y perdió la vida en una emboscada tres años más tarde. Se casó con Enrique de la Rosa, con quien tuvo tres hijos: Enrique, Mariana y Santiago, pero el matrimonio sólo duró nueve años. “No debemos ser sumisos ni ante nuestros maridos, padres e hijos”, comentó Luna Parra en lo que fue su último discurso público, el 27 de junio del presente año en la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México.

Desde entonces, sacó adelante a su familia, se fue a Oaxaca y apoyó a pescadores en un conflicto ambiental. También fue testiga del caciquismo del PRI, cuyo gobernador Heladio Ramírez la despidió cuando se enteró que ella estaba apoyando la campaña de Cuauhtémoc Cárdenas en 1988.

Fue así que se convirtió en una de las fundadoras del PRD. Luna Parra fue diputada por ese partido entre 1994 y 1997 y directora del Bosque de Chapultepec hasta 2000. Con el paso del tiempo, se alejó del PRD y del estilo de política que estaba adoptando, se retiró de la cúpula hasta salir del partido.

Desde el levantamiento del EZLN en 1994 había formado parte del grupo “Rosario Castellanos”, asesoras del Ejército Zapatista, y participó en varios campamentos de paz. Al dejar el PRD volvió a su vida de científica social, siempre interesada en los grupos vulnerables y al final luchando por incorporar las mujeres adultas mayores a la política pública.

Fundó la Universidad de Vida para Personas Mayores, que empezó a funcionar bajo su cargo en abril de 2013, y escribió un libro, junto con Guadalupe Loaeza, llamado “Abuelas queridas, ¡Que vivan sus derechos!”


Se reivindicó “como mujer vieja, en rebeldía del anhelo permanente de la juventud”, y en una entrevista con la revista “Ser Mayor” dijo en 2016 que le preocupaba la autodiscriminación de sus amigas académicas y activistas que se avergonzaran de ser viejas: “Cada cana representa experiencias, amores, luchas, vida, sin embargo, mis amigas se quitaban los años, se negaban a sí mismas. Si no nos reconocemos ¿cómo vamos a luchar por nuestros derechos?” consideró.


Ella misma se denominó como una “abuela a todo dar, rebelde, con metas, luchona, participativa, estudiosa, que quiere un mejor país para sus nietos”, y demandó un “ejército de canas rebeldes” para luchar contra los estereotipos.

Al mismo tiempo, reconoció los problemas que las mujeres enfrentan en su vejez. En un acto público de la CNDH, el 24 de abril, reiteró que “la edad multiplica la discriminación más cuando se nos ha educado para ser bellas y servir a los demás. Cuando se vive un enorme grado de violencia en el cuerpo de las mujeres y hemos llegado a un feminicidio enorme que también nos incluye a las personas mayores, ya es un tema de Derechos Humanos y de justicia.”

Durante el reconocimiento que le dio la CDHDF, apenas dos meses antes de su muerte, todavía abogó por un Estado laico, que no obedezca a la Iglesia, que respete la autodeterminación de los pueblos, cuerpos y territorios. Sabiendo de la enfermedad que enfrentaba, apeló: “Hagamos de la muerte una manera feliz y tranquila, como parte del proceso de la vida. Que disfrutemos las mujeres por lo que hemos luchado.”

El 25 de agosto, Adriana Luna Parra murió en su casa, acompañada de amigas y amigos, hijos e hija, nietos y nietas.

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