Limbo burocrático europeo atrapa a refugiados que huyen de la guerra

12 de Septiembre de 2016
Guardar
refugios
refugios
Salónica, Grecia, 12 Sep (Notimex).- En el área industrial de Sindos, en Salónica, han surgido en los últimos meses varios campos de refugiados.

Con una mala gestión por parte del gobierno griego, albergan a miles de refugiados que llegaron demasiado tarde para continuar el largo viaje hacia los codiciados destinos de Europa occidental y del norte.

Karamanlis se encuentra entre los primeros lugares de la clasificación de los campos más inhóspitos del país. Y la paciencia de sus 500 habitantes, bloqueados por la engorrosa burocracia de la Unión Europea, parece haberse agotado.

En marzo los países de la ruta de los Balcanes decidieron cerrar sus fronteras para frenar el flujo continuo de inmigrantes provenientes de estados como Siria, Afganistán e Irak.

Los que llegaron tarde quedaron atrapados en un limbo del que no consiguen salir. Sólo en Grecia actualmente hay unos 50 mil solicitantes de asilo que quieren continuar el viaje pero que han visto cómo les cerraban la puerta de la Europa deseada en la cara.

Su última esperanza la representaba el campamento informal de Idomeni -que toma el nombre de la ciudad griega que está en la frontera con Macedonia-, donde hasta mayo pasado vivían sumergidos en el lodo al menos 11 mil personas.

Las condiciones de campo eran terribles, pero esperaban que tarde o temprano las fronteras se volverían a abrir. Pero nada. Tras el desalojo del 24 de mayo, los 11 mil fueron trasladados a campos dispersos y mal organizados en la región de Salónica.

Aquí la tensión es palpable. En el centro de Tesalónica, la segunda ciudad más grande de Grecia, en julio y agosto la policía desalojó algunos edificios ocupados por inmigrantes y activistas de los derechos humanos, como los de Orfanotrofeio, Nikis y Hürriya.

“Estamos a merced de los acontecimientos. No sabemos cuál será nuestro futuro”. Mustafa, un sirio de Alepo, tiene 24 años y camina con una muleta. Un coche bomba le llevó una pierna durante el perpetuo asedio de la ciudad.

En Salónica había encontrado alojamiento precisamente en el Orfanotrofeio. Ahora duerme en el centro de Karamanlis, en la zona industrial de Sindos, a las afueras de la ciudad. Un viejo almacén en el que viven 500 migrantes. “Aquí no se hace nada más que esperar -comenta-, y el calor se ha vuelto asfixiante”.

Entre las tiendas de campaña que hay bajo el cobertizo, alguien ha inventado un rudimentario columpio para que los muchos niños presentes tengan un juguete. Cerca de allí, Abdul Karim, de 38 años, ha puesto en marcha algo similar a un salón de peluquería: una silla giratoria y un mueble de baño con espejo.

“En Damasco no trabajaba de esto -dice mientras afeita la nuca a un cliente con la navaja- sino de electricista. Cuando era joven le cortaba el pelo a mis hermanos. Sigo teniendo la maña. Así consigo algo de dinero para hacer la compra. Aquí también están mi esposa y mis dos hijos”.

La peluquería de Abdul Karim, llena de polvo, es el principal punto de reunión de Karamanlis. Hombres y niños, mientras esperan su turno para el llamado corte a lo Cristiano Ronaldo, muy popular, discuten sobre qué hacer.

Uno de los temas estrella es, como siempre, el programa europeo para la reubicación de los refugiados, que parece fracasar en todos los aspectos, sobre todo considerando que la Unión Europea se ha fijado el objetivo de haber logrado 160 mil reubicaciones en septiembre de 2017, cuando por el momento las personas reubicads de Italia y Grecia superan por poco las tres mil.

“Entre los muchos problemas con los que convivimos todos los días -dice Wasim, de 22 años, un sirio de Idlib- está la comunicación con las autoridades. Nos dicen que tenemos que esperar, pero esperar ¿qué?”

Agrega: “No sabemos lo que tenemos que esperar, ni por cuánto tiempo. Aquí tenemos internet y a través de Skype tenemos que hacer la solicitud de asilo a las autoridades griegas. Pero nunca responde nadie. Estamos cansados de estar aquí, esta situación es insostenible”.

Y continúa: “Tengo la sensación de que los europeos tienen miedo de nosotros, los refugiados, miedo a perder su bienestar si nos ofrecen ayuda. Pero no es así. Mi viaje comenzó cuando mi ciudad fue destruida”.

“Yo estaba en el tercer año de ingeniería de la construcción y mi universidad fue bombardeada. Si estoy aquí es sólo porque tengo la intención de acabar mis estudios. Sólo por eso. Puedo ser un valor para Europa. A cambio sólo pido un lugar seguro para vivir”. Wasim recibe la aprobación de su audiencia.

Aziz, de 23 años, de Alepo, ha dado con una forma de abstraerse. Camina por el laberinto que forman las tiendas de campaña de Karamanlis y baila break-dance, deleitando a niños y adultos.

“Siempre ha sido mi hobby -dice-. He visto cientos de vídeos en internet y en la televisión, y he aprendido así. Aquí practico todos los días y hago pequeños shows para mis compatriotas y otra gente del campo”.

“Me fui de Alepo -asegura el joven break-dancer-, no tenía otras opción. Si no me hubiera ido me habrían captado los de Al-Assad o los grupos de la oposición. Me habrían puesto un arma en la mano y me habrían obligado a matar a alguien. O tal vez habría sido yo el que muriese asesinado”.

Refiere que esta no es la vida que tenía pensada. “Como la mayoría de los chicos que están aquí, sólo quiero continuar mis estudios de química que tuve que interrumpir por la guerra”.

“Me gustaría continuar el viaje, tal vez ir a Bélgica o España. Aquí me siento como un animal, no como un ser humano. Sólo pido que se respeten mis derechos como ser humano, nada más. Que alguien nos ayude a salir de esta situación”, enfatiza. Por Luca Pistone. Enviado

Archivado en