Débora Arango, en manos de todos los colombianos

03 de Diciembre de 2015
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México, 3 Dic (Notimex).- La destacada pintora y acuarelista antioqueña Débora Arango Pérez, quien hoy es considerada una de las más importantes artistas en la historia de Colombia, estará en manos de todos a partir del próximo año, cuando se convierta en la nueva imagen del billete de dos mil pesos colombianos.

De acuerdo con información difundida por medios colombianos, el billete, que circulará a finales de 2016 será un homenaje a la pintora, a quien se recuerda mañana a 10 años de su muerte, como una férrea artista que destacó por sus retratos que aluden a la violencia, la pobreza, el dolor y la injusticia.

También, por ser la creadora de una verdadera revolución en la escena del arte nacional.

Débora Arango Pérez nació el 11 de noviembre de 1907, en Medellín, Colombia, fue la octava de 12 hijos del matrimonio del comerciante Cástor Arango y Elvira Pérez.

Desde temprana edad contrajo paludismo, por ello, Débora Arango pasó varias temporadas de su infancia con distintos familiares que vivían fuera del país.

Superada la enfermedad, regresó a Medellín e ingresó con las monjas salesianas al Colegio María Auxiliadora, ahí la madre italiana María Rabaccia fue quien descubrió las habilidades y el gran interés que Débora tenía con el pincel, menciona un artículo que sobre ella se encuentra en “www.redalyc.org”.

En 1931 tomó clases particulares con el pintor Eladio Vélez (1897-1967). Posteriormente Vélez ingresó como profesor al Instituto de Bellas Artes, donde Débora se matriculó en sus clases.

Ahí conoció a otros estudiantes de talento en el arte como Carlos Correa (1912-1985) y Rafael Sáenz (1977), con quienes aprendió dibujo, acuarela y practicó el retrato durante cuatro años.

Las clases se centraban en el dibujo de figuras de yeso y naturalezas muertas, pero la artista se aburría con la rutina académica y consiguió autorización para salir a pintar afuera distintas escenas urbanas.

En estas obras hechas con acuarela, reflejó muy bien el ambiente de la ciudad en trance de modernización, marcado por el tranvía, los automóviles y la gente.

Fue discípula del muralista y escultor Pedro Nel Gómez (1899-1984), a quien admiró por sus conceptos y su técnica expresiva, y bajo su dirección expuso por primera vez en 1937, en una muestra colectiva.

Dos años después fue galardonada con el primer lugar durante una exhibición organizada por la Sociedad Amigos del Arte en el Club Unión de Medellín, en la que presentó nueve obras, en óleo y acuarela, entre las cuales incluyó algunos desnudos que resultaron escandalosos, menciona el sitio web “www.banrepcultural.org”.

En 1940, realizó su primera exposición individual, en el Teatro Colón en Bogotá y participó después en el Primer Salón Anual de Artistas Colombianos. Su obra fue presentada en otras muestras colectivas, donde sus cuadros fueron rechazados, de acuerdo con el portal “biografiasyvidas.com”.

A pesar de ello, desde 1946 comenzó a trabajar con la técnica del fresco, para lo cual estudió la obra de acuarelistas mexicanos y viajó por México, Estados Unidos, España, Inglaterra, Escocia, Francia y Austria.

En 1955, presentó una exposición individual en Madrid; pero en Europa no fue bien recibida, lo que la motivó a regresar a Medellín y expuso en el Centro Colombo-Americano una serie de cerámicas. En 1957, hizo una nueva muestra individual de pinturas en la Casa Mariana de Medellín.

A mediados de la década de 1960 dejó de pintar y se aisló del medio artístico por motivos de salud, regresando a escena hasta 1975 con una muestra en la Biblioteca Pública Piloto.

Entusiasmada por la exposición, volvió a pintar durante unos dos años, en los que produjo algunos óleos satíricos y numerosas acuarelas de bañistas, parejas, mujeres en distintas situaciones, paseantes, payasos y en general humanos de la más variada condición.

Débora conservó el amor por la pintura y trabajo en una veta no exenta de sarcasmo sobre la condición humana y las costumbres sociales. El debilitamiento de su salud la llevó a donar la mayor parte de su obra al Museo de Arte Moderno de Medellín.

De acuerdo con sus biógrafos, durante la década de 1990, Débora Arango fue objeto de numerosos reconocimientos nacionales y regionales. La importancia de su pintura para la historia del arte colombiano ahora es innegable, como lo demostró en una segunda exposición retrospectiva que ofreció en 1996 en Bogotá en la Biblioteca Luis Ángel Arango.

Con el mismo fuego con el cual pintó aquellos cuerpos, Débora Arango se sumergió en el mundo de las contradicciones políticas y sociales que la rodeaban, valiéndose de la vibrante dureza de sus trazos y de sus colores rotundos y fosforescentes.

La artista llegó a señalar que “La vida con toda su fuerza admirable no puede apreciarse jamás entre la hipocresía y el ocultamiento de las altas capas sociales, por eso, mis temas son duros, acres, casi bárbaros. Me emocionan las escenas rudas y violentas”.

Sus creaciones ofrecen un testimonio tan personal como universal de los atropellos contra los derechos humanos de su tiempo. Débora Arango Pérez falleció a los 98 años, el 4 de diciembre de 2005

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