Cuba: Aborto voluntario, en el filo de la polémica

23 de Septiembre de 2013
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La Habana, septiembre (Especial de SEMlac).- Con apenas 18 años, el historial médico de Pamela Alonso, una universitaria habanera, suma ya cinco abortos voluntarios y dos regulaciones menstruales.

Estudiante de primer curso de la carrera de Economía, esta muchacha no consigue explicar con claridad por qué ha acudido tantas veces a esa opción para poner fin a embarazos, evidentemente, no deseados.

"La primera vez estaba en la secundaria y no tuve tiempo ni de pensar. Mi mamá me llevó al hospital y en dos días volví para la escuela. Nadie se enteró, ni mi novio; ni siquiera mi papá", explicó a SEMlac.

"Luego, cuando empecé el preuniversitario (bachillerato), me fui para una escuela becada y allí era difícil tener a mano los preservativos. Intenté tomar pastillas anticonceptivas, pero se me quedaban en la casa", agregó.

Al preguntarle si conocía de las consecuencias que puede desencadenar un aborto, rápidamente respondió que sí, moviendo enérgicamente su cabeza.

"Sé que puede provocar una inflamación pélvica, una infección o incluso que a veces las mujeres no pueden tener más hijos. Pero eso pasa cuando el aborto se hace mal y a mí siempre me han atendido buenos médicos", aseveró convencida.

Desinformación, comodidad, abandono y poca sistematicidad en el uso de anticonceptivos están entre las razones más citadas para argumentar el abuso del aborto en Cuba, lo mismo por parte de especialistas que de adolescentes y mujeres que acuden a dicha práctica.

Aunque las tasas de interrupciones de embarazo han mostrado algún descenso, no se puede hablar de una clara tendencia a la baja, o de "cambios trascendentales", explicaba en 2005 la doctora Miriam Gran en su tesis doctoral "interrupción voluntaria de embarazo y anticoncepción. Dos métodos de regulación de la fecundidad".

Los inventarios continuos de este indicador, publicados en el Anuario Estadístico de Salud de la isla, han dado la razón a esta especialista en bioestadística.

En 1990 se realizaron en la isla un total de 147.530 abortos, lo que representó una tasa de 43, por cada 100 mujeres embarazadas entre 12 y 49 años; sin embargo, en 2000 ese número disminuyó a 76.293, o 34,5 por cada 100 embarazos.

Pero en 2012 la cifra volvió a incrementarse hasta 83.682, lo que representa 39.7 de cada 100 gestaciones, una evidencia que confirma la aseveración de la doctora Gran.

El descenso se atribuye también al uso creciente de la regulación menstrual, un método que se aplica cuando la mujer acude al especialista inmediatamente después de detectar la tardanza del ciclo menstrual.

Si los números resultan preocupantes, más lo es que buena parte del problema se concentra en las edades tempranas. Datos oficiales del Ministerio de Salud (Minsap) aseveran que en 2012 se realizaron en el país 22.424 abortos inducidos en adolescentes de 15 a 19 años de edad.

Para el doctor Jorge Peláez, vicepresidente de la Sociedad Cubana de Obstetricia y Ginecología, el hecho de que alrededor de 76 por ciento de las adolescentes embarazadas opten por la interrupción es evidencia de que se está acudiendo a esta opción como si fuera un método anticonceptivo más.

"Es un problema de salud pública que hay que atender de manera interdisciplinaria", aseveró a SEMlac.

Peláez ha insistido desde hace años en la necesidad de atender este asunto en todos los sectores posibles: desde los puramente asistenciales, que implican al sistema sanitario, hasta los educativos y formadores que involucran a la familia, los espacios docentes y los medios de comunicación.

"Se debe trabajar para garantizar servicios e información en anticonceptivos de alta eficacia y que sean de fácil acceso a este sector vital de nuestra población", pero también "será necesario un empeño mancomunado de toda la sociedad", precisó en su artículo "Aborto en las adolescentes: ¿Quién toma la decisión?", publicado en 2007 en la revista Sexología y Sociedad.

Derecho mal empleado
La preocupación ante la alta recurrencia al aborto en la isla se enmarca en medio de una polémica regional y mundial que complica las miradas al asunto.

Conquistado como derecho en Cuba, gratuito, legal y practicado por personal calificado en instituciones de salud, desde finales de la pasada década del sesenta, la posibilidad de interrumpirse voluntariamente el embarazo, en cambio, es aún una deuda pendiente en muchos países, con la consiguiente saga de muertes y graves consecuencias ocasionadas por su práctica en condiciones de riesgo.

La cifra de abortos practicados en condiciones inseguras en el mundo aumentó en cinco por ciento entre 1995 y 2008, según un estudio publicado en la revista científica The Lancet, con datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Por cada 100.000 procedimientos inseguros de este tipo llevados a cabo en 2008 se produjeron 220 muertes, la mayoría en países pobres. En el entorno regional, la OMS estimó que 12 por ciento de las muertes maternas que se produjeron en Latinoamérica en 2008 fueron causadas por abortos inseguros.

El reciente Consenso de Montevideo recomendó a los países del área "considerar la posibilidad de modificar las leyes, normativas, estrategias y políticas públicas sobre la interrupción voluntaria del embarazo para salvaguardar la vida y la salud de mujeres y adolescentes, mejorando su calidad de vida y disminuyendo el número de abortos".

Aprobado al término de la I Conferencia Regional sobre Población y Desarrollo de América Latina y el Caribe, que sesionó en Uruguay el pasado agosto, el documento también llamó a asegurar la existencia de servicios "seguros y de calidad para las mujeres que cursan embarazos no deseados y no aceptados", en aquellos países donde el aborto es legal o está despenalizado.

Celestino Álvarez Lajonchere, eminente ginecólogo ya fallecido e impulsor de la legalización del aborto, evaluó a fines de la pasada década del ochenta que con la educación sexual y las facilidades de métodos y recursos anticonceptivos, la curva de los abortos en Cuba debía descender con los años.

Pero investigaciones posteriores lo hicieron llegar a una conclusión vigente en la actualidad, según confirman las estadísticas, otras investigaciones e historias como la de Pamela Alonso: el conocimiento creído sobre la salud sexual y reproductiva es alto, pero el conocimiento real, práctico, resulta insuficiente.

Educar desde otras miradas
"La decisión para la realización de un aborto es mediada por un proceso que incluye, además de la posición de la pareja, la opinión de los familiares, médicos y algunos amigos próximos", concluyó la demógrafa Marisol Alfonso en su investigación para obtener el grado de doctora en Ciencias Económicas, defendida en 2009.

En el texto "La singularidad de una segunda transición demográfica en Cuba", Alfonso explica también que "las razones para interrumpir un embarazo son múltiples, pero algunas son relevantes para los más jóvenes, tales como las limitaciones que eso representaría para sus proyectos de vida, sobre todo de realización profesional, y de planes migratorios, así como las dificultades económicas".

Para las personas de más edad, se agregan los problemas de vivienda, así como no estar con la persona ideal para tener descendencia o haber logrado ya la deseada.

Las mujeres también refieren la necesidad de satisfacción personal y profesional que se frustra, a menudo, cuando ellas son obligadas a ocuparse de hijas e hijos en solitario, por obra y gracia de la desigual distribución de tareas que aún existe en los hogares de la isla.

Otro estudio, "El aborto en adolescentes en un contexto legal", de los doctores Luisa Álvarez y Nelli Salomón, evidenció diferencias notables al analizar los datos desde una perspectiva de género.

Es la adolescente y su familia, sobre todo la madre, quienes enfrentan el embarazo y deciden o no sobre su interrupción, un resultado que coincide con la primera experiencia de aborto de Alonso, la universitaria entrevistada por SEMlac.

En ese sentido, el papel de la pareja sexual es más soslayado, refieren los investigadores en su texto publicado en la Revista Cubana de Salud Pública, en su primera edición de 2012.

"Es necesario profundizar en los criterios de las mujeres y sus parejas para modificarlos y cambiar actitudes", sostienen Álvarez y Salomón.

Las miradas de especialistas, investigadores y hasta de las familias apuntan a un consenso: urge promover una certera educación de la sexualidad, pero desde perspectivas diferentes.
Para la psicóloga y pedagoga Alicia González, el asunto va más allá de ofrecer información sobre el tema.

González, quien estuvo durante muchos años al frente de la cátedra de sexología y educación sexual del Instituto Superior Pedagógico José Varona, de La Habana, cree que es importante educar visibilizando el problema desde las consecuencias que trae para la realización personal, el placer y los proyectos de vida.

"En las edades tempranas es difícil conseguir percepciones de riesgo certeras, pues las enfermedades y dolores son cuestiones lejanas, difíciles de asumir como propias, así que amenazas como una posible infertilidad no suelen funcionar", aseveró.

Es necesario educar en la sexualidad "buscando motivaciones para que muchachas y muchachos no solo escuchen, sino también consigan llevar los conocimientos a su conducta cotidiana", reflexionó González a SEMlac.

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