Recuerda maya su discurso por los indígenas ante Juan Pablo II

09 de Agosto de 2013
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Tekit, Yuc., 9 Ago. (Notimex).- Como un "auténtico milagro de Dios" calificó Primitivo Cuxim Caamal, el momento en que hace 20 años supo que había sido elegido para dar un discurso en representación de todos los pueblos indígenas ante el Papa Juan Pablo II, en el atrio del convento franciscano de Izamal.

Dos decenios después, Primitivo habla con Notimex de su encuentro con el Pontífice, de cómo se dieron las cosas y como vive con toda emotividad y congruencia aquel momento que, según él, cambió su vida para siempre.

"Faltaban cinco días para que llegara el Papa, ya había cancelado una vez su arribo porque se enfermó, así que en mi mente pensaba que se podría cancelar de nuevo, y que si no se suspendía, pues que no tendría los recursos para poder ir a verlo a Izamal, sí pensaba en él", indicó.

Recuerda que en ese entonces, trabajaba como todos los días para sacar adelante a sus 12 hijos, nueve mujeres y tres hombres, y recibió un mensaje del hoy párroco de la comisaría de Chicxulub en Progreso, Lorenzo Mex, de que necesitaba hablar con él y que lo vería esa noche en el municipio de Maní.

"Mi compadre pasó por mí para ir a verlo y me puse contento, porque pensé que me daría trabajo, eran momentos difíciles en lo económico y nada me caería mejor que una buena chamba", narra sentado en la casita principal del terreno con el que sacó adelante a sus hijos y hoy apoya la crianza de sus 21 nietos.

"Cuando llegó estaba el padre Lorenzo y otros dos padres (sacerdotes) más, me miraron y entonces supe que no se trataba de trabajo, me preocupé un poco, me empecé a preguntar entonces para qué querían verme, pues no imaginaba lo que me pedirían", resaltó.

El padre Lorenzo Mex fue directo y al grano, y le dijo que había sido escogido para dar el discurso ante Juan Pablo II, el 11 de agosto de 1993, en lo que fue la tercera visita del Santo Padre a suelo mexicano.

"Fue una sorpresa y primero pensé que no, que no debería hacerlo, no por miedo a pararme frente a la gente, sino por lo que podría pasar después de que dijera el discurso, las consecuencias que podría traer después", subrayó.

El padre Lorenzo le pidió que lo pensara un poco más y lo llevó a un cuarto para que en "silencio" lo pensara mejor y lo meditara.

"Entonces pensé que sí, que debía de hacerlo y acepté sabiendo que después del discurso muchas cosas cambiarían para bien, pero también otras podrían cambiar para mal", expuso.

Durante tres días se despertó a las cuatro de la mañana y mientras iba a su milpa, en plena oscuridad, iba escribiendo poco a poco su discurso, "cuando llegaba la luz del sol, lo checaba y lo corregía".

Aclaró que nunca le dijeron o sugirieron que debía o no escribir en el texto que leería ante el Papa, sólo le establecieron un formato para leerlo y él mismo pidió ayuda para corregir sus errores de ortografía, ya que pudo estudiar hasta el tercero de primaria, "los otros grados eran para los que tenían dinero".

Por fin, llegó el día y desde que Primitivo llegó al atrio del convento de Izamal, ya era esperado ansiosamente por todos los participantes, en el acto que sería encabezado por el máximo líder de la iglesia católica. "ya llegó, ya llegó!, expresaban".

Y sí, el discurso de primitivo fue más que claro, al decir que los pueblos indígenas seguían esperando un trato digno y justo de sus gobernantes, que la gran mayoría vive en la pobreza, en la marginación y les faltan oportunidades para su desarrollo.

Sin duda, un discurso que en ese momento sonó muy incómodo para muchos y que como, lo comentó y presintió antes de darlo, también trajo sus consecuencias.

"Muchos que se supone que eran amigos de mi pueblo, me empezaron a decir que yo no tenía porque haber dado ese discurso con el Papa, porque yo no estaba lo debidamente preparado, que ellos lo habrían hecho mejor", recordó.

Por si fuera poco, añadió, no tardaron en llegar unos diputados (no precisó quienes) que fueron a buscarlo para decirle, según ellos, que autoridades estatales querían que se retractara de lo que dijo a cambio de seis mil nuevos pesos, denominación que entró en vigencia ese año.

"Les dije que no, entonces al día siguiente llegaron y me ofrecieron 16 mil nuevos pesos y les reiteré que no, que no me retractaría, entonces me ofrecieron becas para todos mis hijos y que le pondrían pisos y techos nuevos a mi casa. La respuesta fue la misma, no", abundó.

Aseguró que para nada se arrepiente y por el contrario, el encuentro con el Papa le hizo sentir la presencia de Cristo y salió mucho más fortalecido en su fe y en sus convicciones, quedó convencido de que uno recibe la sabiduría como un regalo de Dios y que se debe de utilizar para hacer el bien y no el mal.

Su fe nunca ha podido ser vulnerada por nada ni por nadie, y hasta hoy, se da tiempo para ayudar a la gente enferma y más pobre de su comunidad, les lleva la eucaristía a los que padecen alguna afección, orienta a las parejas en las pláticas prematrimoniales, apoya los comités de los apostolados, siempre esta ahí apoyando a su iglesia.

La emoción en su mirada no pasa para nada desapercibida, cada palabra, cada recuerdo, le ilumina el rostro y luego de un rato ofrece al reportero de Notimex ir a su casa en busca de las fotografías y de la ropa que usó ese día para dar su discurso.

Toma su triciclo y dice "síganme", grita y sale a toda velocidad rumbo a su vivienda, un lugar humilde, pero limpio y lleno de vida.

Luego, en el mismo sitio, como hace 20 años, Primitivo empieza a vestirse con su camisa y pantalón blancos, toma su sombrero y frente a un altar posa para la cámara sonriente, seguro, contento, recordando cada instante de una de las aventuras más grandes de su vida.

¿Eres feliz Primitivo? "Claro que sí, soy muy feliz", responde el hombre de 68 años que muestra que se puede tener muy poco, pero eso no significa que no se pueda dar nada a los demás.

"Lo que viví fue un milagro divino, nunca pensé que podría estar tan cerca del Santo Padre y así, así pasó, como alguna vez lo imaginé, no sólo lo pude ver y tocar, sino que recibí sus bendiciones. Eso me hizo y me sigue haciendo feliz", dijo entusiasmado.

Recordó que antes de decir adiós, Juan Pablo II le dijo que México y Yucatán siempre estaban en su corazón y que todos los días oraba por los mexicanos y que todos los días oraría por él.

"Yo le dije que igual, que todos los días pediría y rezaría por él y hasta hoy así es, todos los días lo hago y le agradezco a Dios que me haya hecho formar parte de lo que para mí es simple y sencillamente un milagro, uno muy pero muy grande", finalizó.

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