Puñado de mentiras

20 de Junio de 2013
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Biología aparte, ¿de verdad las mujeres somos diametralmente distintas de la otra mitad del género humano? ¿Todas?

Me llegó un mensaje a través de una red social. Desconozco su autoría, pero se lo transcribo:

“La mujer no quiere una mirada, quiere una sonrisa. La mujer no quiere compañía, quiere presencia. La mujer no busca una mano, busca tacto. La mujer no busca momentos, espera acontecimientos.

“La mujer no busca risa, espera tu alegría. La mujer no desea un cuerpo, desea un abrazo. La mujer no desea halagos, desea palabras. La mujer no desea unos labios, desea un beso. La mujer no desea ser persona, desea ser mujer. La mujer no espera tu tiempo, espera tiempo contigo.

“La mujer no espera pasión, espera romance. La mujer no espera sexo, espera amor. La mujer no espera belleza, espera la hagan sentir bella. La mujer es mujer, no la trates como un objeto. La mujer es mujer, no es física, es sentimental. La mujer es mujer, no es cuerpo, es corazón. La mujer no es para poseer, es para admirar. La mujer no es para convencer, es para amar”.

Y, no sé usted, pero yo, que soy una mujer de pies a cabeza, no soy ni espero ni deseo ni acepto toda esa retahíla de afirmaciones. Para empezar no se puede hablar de “la mujer”, en singular. Ni somos idénticas entre nosotras, ni ellos lo son entre sí. Mujeres, en plural.

Luego, ¿yo espero lo mismo que una mujer de mi edad canadiense, finlandesa, africana o china? ¿Desea lo mismo que yo, una mujer mazahua, maya, chihuahuense, yucateca o defeña? ¡No me diga!

Pero, evidentemente, hay quienes suponen que estamos hechas con el mismo molde, porque parten del falso supuesto de que nacer con sexo de mujer o de hombre determina deseos, aspiraciones, anhelos, etcétera.

En esta creencia a todas las mujeres les debe dar por llorar y abrazar al que se le ponga enfrente; y a todos los hombres les debe dar por patear un balón y eructar en público.

La biología sólo determina el sexo con el que se nace. Todo lo demás: las características, aspiraciones, expectativas, deberes, anexas y conexas, se han construido culturalmente, se nos han enseñado.

Mensajes como el que recibí, precisamente sirven para reforzar el cajón en el que nos han forzado a encajar.

¿Qué no deseo ser persona, deseo ser mujer? ¿Qué significa eso? ¡Soy persona! ¡Soy persona porque soy mujer! ¡Ni siquiera se trata de una elección! Soy persona. Punto.

“La mujer no es física, es sentimental”. ¡Por favor! Tengo un cuerpo que reacciona al placer y al paso tiempo, igual que el de cualquier hombre.

“La mujer no espera sexo, espera amor”. ¿En serio? ¿Que sólo espero tu alegría? ¿Y la mía? ¿Que no nos deben tratar como a un objeto? ¡Claro, somos personas! Pero a continuación dice que somos para admirar. ¿Como a una tetera? “La mujer no es para convencer, es para amar”. ¿Como una mascota?

Total, según el texto, no soy persona, no tengo cuerpo, no me gusta el sexo, sólo soy feliz si otro lo es, soy un objeto digno de admiración, y no necesito argumentos sólo apapachos, como una linda perrita.

¡Protesto!

Soy persona porque soy mujer. Tengo cuerpo, mente y corazón. Y uso y disfruto los tres. Me río cada vez que puedo. Me encanta el tiempo conmigo y con quienes amo. Pueden amarme o no, pero exijo que me traten como una persona inteligente. Y, por eso, textos como ése me enojan.

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