Cibersicarios I

22 de Abril de 2013
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Allí están, posando en sus páginas de Facebook, Carlos, de la Guardia Michoacana de Los Caballeros Templarios, muestra con orgullo su fotografía: él armado, vestido de comando y detrás de su figura el distintivo de los sicarios a los que dice pertenecer.

Sus comentarios, algunos en clave y otros abiertamente claros, se refieren a rondines, trabajos en que tuvo que asesinar a tal o cual personaje y peticiones a sus amigos y seguidores para que pidan que Dios lo bendiga en el próximo trabajo.

Rico posa igualmente en su perfil de Facebook, también pertenece a los Caballeros Templarios, cuenta que vive en Uruapan del Progreso; posa en una fotografía de la portada junto a siete cuerpos inertes y sangrantes; dos de los hombres asesinados tienen clavados en el pecho sendos mensajes en cartulinas.

El K3 por su parte anuncia en su perfil su pertenencia a Los Pelones, brazo armado del cártel del Golfo en el sureste. Muestra sus fotografías con paliacate y sin él, al lado de su novia, cargando una AK47 frente a la playa de Tulum.

Cientos de páginas de Facebook muestran a sicarios y sicarias hablando de su boda, posteando fotos de fiestas en ranchos, con nombres reales de la localidad, ranchos en Nuevo León, fincas en Michoacán y Sinaloa, condominios de playa en la zona hotelera de Cancún, ranchos en el Estado de México.

“Somos una linda familia”, dice una mujer que muestra fotografías del “arsenal del Chato” donde se pueden ver armas y cajas de municiones.

Todas estas páginas de Facebook tienen una gran cantidad de seguidores y sobre todo seguidoras. Mujeres muy jóvenes cuyas fotografías y perfiles denotan que son edecanes, bailarinas, modelos o incluso sicarias.

Una de ellas, Kandi-47, asegura haber asesinado a más de 34 hombres: “Eran + grandes que yo, pero xoy la mexor, por algo era la konsentida de my Barbie”.

Estos personajes orgullosamente muestran grandes camionetas de marcas conocidas, algunos incluso no se toman la molestia de cubrir las placas.

“Aki yegaron todos, miren ke trokas” (muestran las camionetas estacionadas)”, “a los que anden x Uruapan mañana andensen bien pilas xke vaber putassoss en la ciudad, la banda caliente”.

Muestran fotografías y videos de camionetas cerrando brechas en Chihuahua, celebrando una masacre. Otros lloran a sus familiares muertos y suben sus fotografías de cuando en vida bebían, y recién asesinados les dedican corridos e incluso oraciones a Jesús Malverde o a la Guadalupana.

Algunos tienen mil 300 seguidores, otros hasta 7 mil 600. Una de las páginas sube los videos de la banda musical propia de Los Caballeros Templarios y fotos de sus músicos favoritos.

Algunos de los videos que estos sicarios suben para celebrar asesinatos o balaceras con el Ejército, son los mismos que se encuentran en el “Blog del Narco”.

Suben fotografías de hombres armados en el cerro protegiendo un cargamento; otros presumen imágenes de cómo resguardan sembradíos de amapola en Chihuahua y Durango.

Haciendo un seguimiento en línea de estos personajes, encontramos a una red de miles de jóvenes que intercomunicados, celebran la cultura sicaria, la muerte y la valentía.

Algunos preguntan cómo unirse, otros recomiendan por dónde pasar en ciertos estados de la República. Lo asombroso es que muy pocos cubren su rostro, la gran mayoría están allí en ese espacio público y vulnerable, comunicándose como si en realidad Facebook fuera un club privado.

La mayoría de las fotografías de las y los seguidores muestran a jóvenes no mayores de 25 años. Hay una constante: la celebración de la muerte y el romance, del odio y de la admiración a los profesionales dedicados a quitar la vida. Incluso subyace en su lenguaje un discurso político de rebelión contra el sistema.

Mucho de lo que aquí sucede me hace pensar en la serie televisiva “The following”, en la que un asesino serial encarcelado logra crear una red de asesinos que matan ceremonialmente y sin piedad, siguiendo el mandamiento de su “líder”.

Aunque esta serie ve la muerte con un gran cinismo y no aporta sino clichés del tipo “gore”, además de tener serias debilidades narrativas, nos recuerda la gran fascinación que hay en las redes sociales por lo sangriento, por el creciente embeleso insuflado por la televisión y el cine hacia lo más sanguinario de los seres humanos.

La violencia gráfica como acto de fe y valentía, la sangre como alimento ritual, el odio como lenguaje común. La realidad y la ficción se cruzan en las redes sociales en una suerte de ceremonia contra la humanidad.

Miles de jóvenes buscando sentido a sus vidas a través de la muerte. La historia apenas comienza a rebelarse, debemos encontrar caminos para discutirla y encontrar salidas reales./lYDIA CACHO

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