Subastan en Málaga pescados y mariscos para llegar a comensales

03 de Mayo de 2015
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Madrid, 3 May 15 (Notimex).- El restaurante malagueño “El Tintero II” busca llevar a los paladares de los comensales una amplia variedad de platillos marinos con su inimitable forma de servir, pregonada por el personal como si de una subasta se tratara.

Este sitio es uno de los establecimientos especializados en mariscos y pescaíto frito malagueño más emblemáticos de la ciudad en la que naciera el artista más internacional de España, el pintor Pablo Picasso.

Se trata de una casa inimitable por la forma de servir platos con calamares, paella, sardinas, pulpos, pescaditos fritos, pimientos asados y ensaladas, pregonada por el personal como si de una subasta se tratara, que ha traspasado fronteras.

Malagueños, andaluces y viajeros, muchos de ellos mexicanos, que visitan Málaga, acuden al Tintero II en busca del mejor pescado de la bahía y también de nuevas experiencias sobre la mesa.

El personal se encarga de implicar al comensal que también participa eligiendo el mismo los platos que desfilan ante las mesas.

Luis Lara, uno de los meseros con gran vozarrón para pregonar los platos y quien lleva 33 años trabajando en el sitio, señala a Notimex que espera poder estar otros 33 porque es feliz en este trabajo.

Pregona: “Calamares, calamares de los mares, le vendo los calamares” o “Boquerones, lo mejor del mundo entero”. También “Chanquete, chanquetito” o “Viene la sardina, el espetito de sardina”.

Al hablar sobre la historia del inicio del restaurante “El tintero”, explicó que fue de teñir las redes de los pescadores, que antiguamente eran de algodón y se tintaban, pues de tanto de ir de pesca perdían su color y el abuelo del actual dueño de dicho lugar a eso se dedicaba”.

“Los pescadores acudían y le decían, oiga, ¿no tiene una copita?, y cada vez venía más gente y aquello fue creciendo al grado de que además de la copita ya te ponían los pescados fritos, y se llenó de gente”, agregó.

Anotó que se le ocurrió pedirle a la madre sacar raciones de pescados, de mariscos, e ir pregonando lo que tenía e ir cobrando por ello, y así surgió el actual restaurante.

Casi todos los platos que se sirven en el local, de una gran superficie, tienen un solo costo, seis euros, y al final hay alguien que pregona, “Yo soy el que cobra” y cuenta los platos, las copas o las botellas de cerveza que se han consumido.

Cuenta la leyenda que antes, las mesas estaban directamente sobre la arena y algunos consumidores “pillos” escondían los platos bajo la arena, lo cual ahora es imposible porque el piso es de cemento.

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