Cuba: Violencia de género, mirada joven a través de las cámaras

27 de Abril de 2015
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La Habana, 27 abril 15 (Especial de SEMlac).- En medio de la madrugada, la muchacha se despierta sobresaltada en su litera de una escuela preuniversitaria (bachillerato) interna. Su mejor amiga no está en su cama. Cuando finalmente llega, se desata la tragedia: fue violada por su novio cuando quiso separarse de él.

Resumida muy a grandes rasgos, esa es la propuesta del cortometraje de ficción Literas, filmado en 2014 por la joven realizadora capitalina Carla Valdés León, estudiante de cuarto año de la especialidad de Dirección en la Facultad de Medios Audiovisuales (FAMCA), del Instituto Superior de Arte (ISA) y una de las múltiples propuestas que en los últimos años se ha acercado a este tema.

"Lo que me motivó a escribir esta historia fueron las anécdotas de hechos parecidos a este que ocurrían en los preuniversitarios internos. Investigando para el corto, descubrí que la violencia en la pareja a esta edad es bastante frecuente", contó Valdés a SEMlac.

Cada vez más la violencia de género, sexual, física, o incluso simbólica aparece como tema en audiovisuales dirigidos por jóvenes, pero especialistas llaman a desmontar los presupuestos desde donde parten esas propuestas para que cumplan una función real de denuncia sobre un tema a menudo naturalizado, o abordado desde estereotipos patriarcales.

Para la experta en género y cine Danae C. Diéguez, es necesario "buscar una representación de la violencia de género que vaya más allá del reflejo acrítico y articule un punto de vista capaz de reaccionar contra las inequidades", explicó a este servicio.

Ese es uno de los presupuestos manejados en Literas. En poco más de seis minutos, Valdés aborda un tema desde dos puntos de partida: la violencia que se manifiesta en el noviazgo adolescente, pero también la que ocurre, muchas veces escondida, al interior del sistema educativo.

En los centros educacionales no suelen existir mecanismos claros para denunciar ese tipo de abusos, porque, en primer lugar, ocurren en coyunturas que se consideran indisciplinas graves y que las propias estudiantes no denuncian por miedo al castigo, como salir de los dormitorios en la madrugada, por solo citar un ejemplo.
Además, especialistas confirman que, como norma generalizada, las víctimas de violación rara vez denuncian los hechos.

"Se conoce que los casos reportados de abuso sexual constituyen una proporción ínfima de los que realmente tienen lugar, por lo que son considerados únicamente como la punta visible de un iceberg cuyo problema mayor permanece oculto", escribió el doctor Jorge Peláez, especialista en ginecología infanto- juvenil, en el artículo "El abuso sexual y su asociación con las infecciones de transmisión sexual", publicado en 2010 en la Revista Cubana de Obstetricia y Ginecología.

Según Valdés, ella quiso "contar sobre algo que sucede a nuestro alrededor y de lo que podemos ser víctimas, denunciar una realidad, visibilizarla".

Visibilidad versus eficacia
Cada vez más, en encuentros científicos, talleres y hasta trabajos publicados por este mismo servicio se reconoce que el tratamiento del tema de la violencia de género ha avanzado desde la invisibilidad casi total, hasta una presencia a menudo reiterativa, pero poco sustanciosa.

Otro consenso compartido es que resulta vital capacitar y sensibilizar a artistas, periodistas y profesionales de cualquier rama de la comunicación en los presupuestos de las teorías de género, ante el reto de tratar temas tan complejos como el de la violencia.

Imprescindible en el empeño de modificar valores, la teoría de género permite adentrarse en el significado que las sociedades dan al hombre y a la mujer en el contexto de la cultura, los credos, la diversidad sexual, la raza, la época y las discapacidades.

En pocas palabras, ayuda a realizar un análisis integral y más abarcador de la sociedad y a profundizar en los orígenes de fenómenos como el machismo, todavía tan naturalizados y que muchas veces cuesta identificar.

Para Diéguez, profesora del ISA, en el caso particular del audiovisual resulta imprescindible partir de una ética en la representación, "lo cual no significa hacer concesiones artísticas".

"Si la propuesta parte de las visiones personales, no tiene por qué ser un panfleto, pero es imperioso contar con herramientas, conocimientos y una idea clara de qué se quiere construir", detalló.

Otra joven directora, Daniela Muñoz Barroso, también estudiante de la FAMCA, lamenta que tratar asuntos como el de la violencia de género se esté asumiendo como una suerte de moda en los circuitos del cine joven.

Muñoz participó en el segmento de competencia de la más reciente Muestra Joven ICAIC, este abril, con el corto Prohibido olvidar, sobre un cuento de Eduardo Galeano que aborda colateralmente la violencia contra la mujer, aunque no específicamente por motivos de género.

"A simple vista podría parecer positivo que muchas personas se interesen en un problema que ha estado tanto tiempo silenciado, pero el efecto final de las obras podría ser negativo si no nacen de la investigación, del conocimiento, desde un análisis serio y profundo que ayude a definir qué decir y cómo hacerlo", sostuvo Muñoz a SEMlac.

"Hace falta entrenamiento y compromiso para hablar, escribir o mostrar la violencia desde el audiovisual", coincide, por su parte, Sisy Gómez Peña, también estudiante de la FAMCA y ganadora el pasado marzo del Premio Únete, lauro colateral otorgado por el Sistema de las Naciones Unidas en Cuba durante el XVI Festival audiovisual Imago, del ISA.

El premio se entregó a la obra que mejor reflejó "la violencia hacia las mujeres y las niñas en cualquiera de sus formas", según el acta del jurado, que estuvo presidido por la coordinadora de programas del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), Begoña Arellano.

En el corto de Gómez, un pequeño segmento en adelanto de una obra mayor, imágenes de niñas y niños se sobreponen mostrando aprendizajes estereotipados de género y socialización de la violencia desde una perspectiva crítica: ellas mueven vertiginosamente las caderas al ritmo del reggaetón de turno, ellos intentan mirar debajo de sus sayas; ellas se ponen tacones, se visten de "barbies"; ellos aprenden a maltratar.

"Quise mostrar los comportamientos aprendidos que nos parecen naturales, pero están en el origen de las conductas violentas. Las familias de los niños y niñas que aparecen en el audiovisual no son violentas, pero al educar a sus hijos e hijas reproducen conductas que pueden llevar a esos comportamientos", reflexionó Gómez con SEMlac.

Esta joven directora comparte la preocupación de sus colegas de que se está hablando más del tema, "pero no siempre desde posiciones correctas".

La evaluación se hace más complicada cuando se trata de materiales de alto nivel estético y artístico, pero cuya propuesta discursiva tiende a revictimizar a las mujeres o reproduce estereotipos machistas.

"Los medios audiovisuales no pueden 'solucionar el problema' en toda su magnitud, pero sí ofrecer una mirada crítica e incluir una ética feminista en su construcción de las cuestiones relativas a las mujeres", aseguró Diéguez.

Con ella coincide Valdés. Para esta joven realizadora, el arte no determina la transformación de una realidad y no debe pretenderlo".

"Hacer cine, audiovisuales, es aprender a escribir con un alfabeto de imágenes y sonidos; por lo que yo apelo más a aprender a escribir con justicia y con respeto, para poder transmitir ideas que en un fin último puedan aportar al proceso de transformación de esta realidad", aseveró.Por Dixie Edith.

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