Pescaditos de oro, un plato de la cocina de Macondo en la FILBo

03 de Mayo de 2015
Guardar
Bogotá, 3 May 15 (Notimex).- Los pescaditos de oro es uno de los platos que ofrece la cocina de Macondo en la Feria Internacional del Libro de Bogotá (FILBo), la cual terminará mañana lunes después de dos semanas en las que asistieron más de 450 mil personas.

El realismo mágico de Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, lo extendió hasta la cocina de Úrsula Iguarán con exquisitos sabores y atrevidas combinaciones de los guisos de la Costa Atlántica colombiana, expuestas al paladar de los visitantes de la FILBo.

Los guisos de Úrsula se pueden degustar gracias a la imaginación y creatividad de chefs colombianos que se dieron a la tarea de investigar los aromas de Macondo, a partir de la realidad colombiana.

Para el estudioso de la cocina en la obra de Gabo, Eduardo Martínez, en esta propuesta gastronómica están: “Los sabores ligados a la desmemoria, el curarse. El elíxir de ruibarbo y naranja para curar a Rebeca, las galleticas con dulce de guayaba para celebrar la alquimia, son aspectos muy lindos que se relacionan con la memoria, con lo que somos”.

Este trabajo de investigación fue realizado con todo el respeto por la biodiversidad y la diversidad cultural de las zonas del Caribe, Pacífico, los Andes, los Llanos y la cultura culinaria de las diferentes comunidades indígenas colombianas.

El artista plástico Manuel Romero, quien pertenece a la Fundación Equilibrio, afirmó a Notimex que “la cocina colombiana tiene un valor incalculable que no se puede despreciar”.

“La idea –con el montaje de La cocina de Úrsula- es construir una experiencia donde la gente conozca estos valores de una manera digna y reconozca los valores culinarios de nuestra diversidad cultural”, dijo Romero.

Es ese mismo reconocimiento que Gabo hace en Cien años de soledad a través de la cocina de Úrsula, explora los aromas de su infancia en casa de sus abuelos en su natal Aracataca, un pequeño pueblo polvoriento enclavado en el corazón de la zona bananera del Caribe, en la costa norte colombiana.

En la FILBo se transforman esos sabores, se les da una presentación actualizada en la búsqueda de una nueva percepción y convertir lo habitual en magia. Los sabores van desde lo exótico a las combinaciones de dulce-salado.

El público hace largas filas para disfrutar del Guiso escabechado de conejo y morcilla, animalitos de caramelo, muss de suero con salsa dulce de corozo, adobo para la levitación macondiana con chips de malanga y cebollas encurtidas, entre otros.

Por ejemplo, el Muss de suero costeño con salsa de corozo fue tomado de la obra de Gabo “El rastro de tu sangre sobre la nieve”. Se trata de una crema de leche ácida salada y la salsa de corozo es un fruto que solo se produce en el Caribe colombiano.

En este espacio gastronómico no podía faltar el bullicio, el chisme y la gente que viene y va. Por esto, la propuesta “es colectiva” e incluye a ocho reconocidos chefs colombianos, que seleccionaron capítulos y citas de Cien años de soledad relacionados con los alimentos y el apetito —por más extraño que pareciera— para convertir las letras de ‘Gabo' en platillos sorprendentes.

Pero la creatividad de los chefs no para ahí, se concibió un mole macondiano con ingredientes locales, servido con arepa, cerdo y chips de malanga (tubérculo), tomando en cuenta que México fue la segunda casa del Nobel.

La gastronomía en Macondo es sencilla, pero sus guisos caseros son extremadamente exóticos. Todos los ingredientes utilizados en el imaginario macondiano son identificables en el paladar de los colombianos como sabores costeños.

En uno de los apartes en Cien años de soledad, se puede leer: “Esos gustos secretos, derrotados en otro tiempo por las naranjas con ruibarbo, estallaron en un anhelo irreprimible cuando empezó a llorar. Volvió a comer tierra”.

La primera vez lo hizo casi por curiosidad, segura de que el mal sabor sería el mejor remedio contra la tentación. Y en efecto no pudo soportar la tierra en la boca. Pero insistió, vencida por el ansia creciente, y poco a poco fue rescatando el apetito ancestral, el gusto de los minerales primarios, la satisfacción sin resquicios del alimento original”.

Archivado en