Jaime García Terrés, una vida en la poesía y la difusión cultural

28 de Abril de 2015
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México, 28 Abr 15 (Notimex).- Reconocido por su sensibilidad de poeta, Jaime García Terrés, cercano al grupo de Los Contemporáneos, también destacó por su pasión por la literatura griega, de la cual tradujo a algunos de sus autores más emblemáticos.

A 19 años de su muerte, que se cumplen mañana, el vate es recordado por no sólo por su producción como creador y traductor, sino también por su papel como gestor cultural, que lo convirtió en parte fundamental de la edad dorada de la cultura mexicana en el siglo XX.

De acuerdo con sus biógrafos, Jaime García Terrés nació el 15 de mayo de 1924 en la Ciudad de México y de niño se visualizaba como un hombre de ciencia o “emperador del Universo”.

A los 11 años realizó su primer ensayo de una novela, pero durante el desarrollo de la trama terminó escribiendo la muerte de sus personajes desde el primer capítulo, relata el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).

Posteriormente, comenzó sus lecturas de los versos de Ezra Pound (1885-1972), William Blake (1757-1827) y Frederich Hölderlin (1770-1843); realizó la maratónica lectura de la obra de Marcel Proust (1871-1922) en tan solo dos semanas y memorizó versos de Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695) y de Lope de Vega (1562-1635).

Apenas con el bachillerato terminado y 17 años cumplidos, García Terrés conoció a Alfonso Reyes (1889-1959), bajo cuya tutela publicó sus primeros trabajos, un par de ensayos sobre crítica literaria y sobre la responsabilidad del escritor.

Se sabe que estudió Derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y posteriormente recibió una beca para estudiar Estética en la Universidad de París y Filosofía medieval en El Colegio de Francia, añade el portal “colegionacional.org.mx”.

El autor comenzó su carrera en la difusión cultural desde muy joven, razón por la cual a los 23 años fue nombrado subdirector del entonces recién creado Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), donde trabajó con Salvador Novo (1904-1974) y Celestino Gorostiza (1904-1967).

Antes de cumplir los 30 años, García Terrés publicó “Las provincias del aire” (1956) que resultaría ser uno de sus poemarios más reconocidos, por su estilo fluido, el sentido del humor, la simpatía por el mundo y el manejo del rigor estructural que caracteriza el conjunto de su obra poética.

Luego vendrían ensayos como “Sobre la responsabilidad del escritor” (1949), “La feria de los días” (1953), “Reloj de Atenas” (1977), “Poesía y alquimia: los tres reinos de Gilberto Owen” (1980) y “El teatro de los acontecimientos” (1988).

En poesía, cuentan, escribió libros como: “Los reinos combatientes” (1962), “Todo lo más por decir” (1971), “Corre la voz” (1980) y “Parte de vida” (1988), agregan las fuentes.

García Terrés comenzó su trayectoria como traductor de otros poetas mientras trabajaba en Radio Educación, donde realizó una adaptación radiofónica de “El vals” de Lord Byron (1788-1824).

A lo largo de su carrera, el intelectual mexicano siguió con la publicación de diversas reediciones de sus poemas que combinó con traducciones realizadas por él mismo de escritores como William Butler Yeats (1865-1939), Samuel Taylor Coleridge (1772-1834), Friedrich Hölderlin (1770-1843), William Blake y Ezra Pound.

Ejemplo de su labor como traductor son los poemarios “Las manchas de sol. Poesía 1956-1987” (1988) y “Baile de máscaras” (1989).

En su labor como difusor cultural, García Terrés se desempeñó en diversos puestos como: Consejero del Instituto Internacional de Teatro de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura en 1948 y 1949; director de la revista México en el Arte de 1948 a 1953.

El poeta también fungió como director de Difusión Cultural de la UNAM y de la revista “Universidad de México”, entre 1953 y 1965; fue director de "México en la cultura", suplemento cultural de Novedades en 1961 y colaborador del diario “Excélsior”.

El genio creador de Jaime García Terrés se apagó el 29 de abril de 1996, pero su obra y su legado no han dejado brillar.

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